Estaba listo para esperarla a la salida, para invitarla a terminar su día conmigo.
Pasar el día se me hizo eterno, tenía muchas ganas de verla y cuando por fin llegó la hora, yo era un ser de nervios, más que de carne y hueso. La veo salir y mi corazón se acelera, muevo mi mano en dirección a ella y me siento estúpido, no volví a ingresar a las oficinas, porque debía obedecer a mi hermano, que no estaba de buen genio y me había llamado a maldecirme por haber hecho caso omiso a su orden.
—Hola. ¿Por qué trajiste flores?…otra vez. —Su voz es extraña.
—¿No te gustan?. —Le pregunto tímido.
—Las gardenias si, las otras no. —Responde firme y con carácter.
—Las puedo botar, espera. —Empiezo a caminar en dirección a una caneca pública y siento como toma mi mano y tira de mí con fuerza.
Toma las flores entre sus manos y se ríe. Es una visión hermosa.
—Vamos, quiero comer pizza. No dije que no quiero flores.
La veo comer esa pizza con tantas ganas, que parece más una niña, que la imponente mujer que maneja los recursos humanos de la multinacional de mi hermano. Es una chica con una figura muy esbelta para la cantidad de pizzas que llevamos ordenadas, me había dejado claro que no era una mujer de comer ensaladas y eso era raro, estaba acostumbrado a salir con chicas para las cuales la pizza no era una opción.
La conversación durante la cena fue demasiado agradable, en realidad no hablamos sobre ninguno de los dos, no me contó sobre ella ni yo hable sobre mi.
Todo se sentía tan natural, tan tranquilo, tan fresco, que no quise entrar en conversaciones predecibles, del tipo "que te gusta", "a mi me gusta así", "cómo lo haces"; y esas mierdas que siempre se supone que se deben hablar.
—Ahora entiendo porque no querías que esto fuese “una cita”. —Le digo dándole el último bocado a mi pizza.
—¿Cuáles son tus conclusiones?. —dice después de darle un sorbo a su cerveza.
—Todo de está manera se da mejor de lo que yo esperaba, mejor de lo que yo quería. —Sonríe por lo bajo.
—¿Acaso que querías?. —es obvia su curiosidad.
—A ti, es decir conocerte. No lo sé. —Bajo mi vista, porque no sé en realidad como decirle lo que siento en este momento.
Nos reímos de la gente que entraba a la sencilla pizzería que me llevo, lo que también fue una sorpresa, pues pensé que en realidad iríamos a un lugar más sofisticado, lo que me hizo caer en cuenta de inmediato que con Ana tendría que dejar los prejuicios de lado, pues si bien es una mujer adinerada, no se comporta para nada como las niñas berrinchudas de sociedad a las que he estado acostumbrado desde que soy un niño.
—Tienes que parar con las burlas.
—¿Por qué?. No tengo la culpa que seas tan…
—¿Qué?. No tengo la culpa de que seas tú quién come pizza de esa forma.
—Bueno pues no tengo la culpa tampoco. —Pero ella se sigue riendo de manera infantil.
La realidad es que ella no paró de reírse de mí, ya que le pareció demasiado gracioso verme comer la pizza con servilleta, me explico de mil y una manera que debía tomarla con la mano, pero nunca pude.
Le dejé claro que se trataba de una cosa de crianza, pues Cristóbal odiaba comer hamburguesa con la mano, porque nuestros padres o sus padres mejor dicho, que se habían vuelto los míos por cosas del destino, nos habían enseñado así. Estoy seguro de que para Katerina enseñarle debió ser toda una tortura, pero lo logro, bueno en realidad logró que el coma hamburguesa con la mano, cuando está frente a ella, porque cuando el esta solo, recurre a sus amados cubiertos.
Cuando bebimos unas tres cervezas me confesó, que prefería beber en casa. Así que sin ninguna reserva, me pregunto si yo quería continuar con la noche en su apartamento, acepte y nos fuimos caminando hasta su casa, fue un camino no muy largo, pero sí muy agradable, seguimos hablando y riendo por cosas muy banales. Me mostró su ruta favorita para llegar hasta el edificio donde está ubicado su apartamento y es que aparentemente Ana, se la pasa comiendo pizza o pidiendo domicilio de cualquier cosa que venden en ese pequeño pero agradable restaurante.
—No se porque presiento que no cocinas.
—Pues supongo que no puedo ser talentosa en todo, tengo que dejarle algo a las demás. —Mi risa se le contagia, mientras destapamos otra botella de cerveza que vamos tomando en el camino.
—Ya, en serio, ¿Por qué no cocinas?. —Le pregunté después de dar un sorbo a mi cerveza.
—Nunca tuve la necesidad de hacerlo Martín.
—Bueno eso lo entiendo, pero ¿No te cansas de comer siempre en un restaurante?.
—No, siempre tengo variedad. —Está vez me regala una sonrisa y cara de medio lado.
—¿Por qué te afana tanto que yo no cocine?. —Su pregunta me toma desprevenido.
—No, no es que me “afane”. Solo me parece un poco diferente que siendo tan independiente, no hagas tu propia comida.
—Se ríe mucho y da un largo sorbo a su cerveza. —Bueno pues eso es bastante prejuicioso de tu parte Martín y la verdad es que no me interesa cocinar.
—Bueno, pues supongo que una noche puedes ir a mi apartamento y yo te enseño.
—Oh!!! no creo que eso sea posible.
—¿Qué? ¿Por qué?. —pregunto un poco sorprendido.
—Pues porque no quiero aprender. —Se vuelve a reír, su mirada va al frente y se congela enseguida, bajando la botella de sus labios.
ANA.Dirigí mi vista al frente, justo en la entrada del elegante edificio veo a mi elegante padre, está molesto, lo veo en su mirada. Estiro mi pequeña mano y tomó la de Martín, entrelazó nuestros dedos y soy consciente de que se acaba de dar cuenta que estoy tensionada.—Ana.—Padre. —Dijo sin un ápice de sentimientos en su voz, es como si hubiese pasado de estar viva a muerta en un segundo.—Nos quedamos esperando por ti.—Bueno, tenía planes, lamento no avisar. —su voz era demasiado fría. Y mi mano comenzaba a doler, pues cada vez que hablaba, yo apretaba con más y más fuerza la de Mart&iacut
MARTÍN.Las puertas del ascensor se abren y Ana sale adelante buscando las llaves de su apartamento. Pero antes de poner la llave en la cerradura, la detengo.—¿Estás segura?. —Le pregunto con una media sonrisa.—¿A qué te refieres?. —Su mirada tiene una expresión de confusión.—Nos conocemos hace prácticamente nada y tu quieres que yo entre a tu hogar, a tu espacio privado, quiero saber si estás segura de dejar entrar a un extraño así.—Sabes que no eres el primer hombre que entra por primera vez a mi casa, ¿verdad?.Esta vez
ANASonrío mirando al techo, luego de despertar con este hombre a mi lado, había sido una noche increíble, hace mucho tiempo no me sentía tan tranquila o más bien relajada.—Buenos días. —Escucho su voz, pero mi mirada sigue fija al techo. —¿En que piensas?.—Que desde hace mucho tiempo no me sentía como una persona de mi edad, la verdad es que nunca me había sentido como una persona de mi edad. —Guardó silencio, suspiro y lo miro. — Siempre he tenido que estar perfecta para todo, para todos. —Me doy cuenta de que Martín hizo que eso cambiará en solo una noche. Me gusta la sensación de no tener tanta presión sobre mis hombros. Aunque a veces la presión la po
ANA.—Del afán, solo queda el cansancio hija. —Las palabras de mi madre tallaban hoy en mi mente.Pero tampoco puedo decir que tengo precisamente afán por estar con Martín, solamente hemos dejado que las cosas fluyan y tomen su curso de manera natural.Comprendo que las cosas rápidas no siempre funcionan bien, no se que clase de persona puedo llegar a ser a veces, pero se que no siempre soy gentil, intento descubrir quién soy día a día, pero no siempre es fácil.De un día para el otro recibí un golpe en la cabeza, llegué a un hospital y conocí a un médico torpe, hermoso, atento, divertido, tierno, pero torpe. ANA.Nuevamente es viernes y por más que quiero, no puedo volver a faltar a la cena con mis padres, falté dos veces, la primera noche salí con Martín a cenar esa rica pizza y una segunda vez, porque decidimos que era mejor pasar la noche juntos viendo películas.Bueno eso no es del todo cierto.—Martín, no quiero salir hoy. ¿Por qué es tan difícil de entender?.Realmente se opuso a que nos quedáramos en casa, peleó, hizo un mini berrinche, pero solo tuve que decir unas cuantas palabras, muy sencillas por cierto, para lograr convencerlo.—Mira no quiero ir a donde mis padres, pero no por las razones que tu crees Martín.<12. POR UNA BOTELLA DE VINO
ANA. Aquí estoy entrando de nuevo a la ciudad, sola, sin haber hablado con Martín, el día de ayer, no me llamó ni por equivocación. —Peter, por favor, déjame en la casa de mis padres. —Lo miro a través del retrovisor. No tengo ganas de parar en mi apartamento, prefiero acabar con está noche más pronto que tarde. No puedo ocultar mi rostro de decepción, lo que me frustra bastante, por que no creí que llegara a afectarme de esta manera, de verdad creí que la cena iba a ser diferente, tal vez mi padre me vería diferente si se diera cuenta que puedo estar con un hombre con estatus social “definido”. Se que suena terriblemente mal que diga eso, ya que siempre me he caracterizado por ser una mujer tan indepen
ANA. Sigo el camino que tomó mi hermano, dejando en el recibidor mis pensamientos sobre Martín. Voy dando pasos muy despacio y me detengo en medio del pasillo frente a una fotografía mía de niña junto a mi padre, me quedo mirándola y la analizo por un breve instante, miles de recuerdos y anécdotas regresan a mi cabeza, que se sienten como disparos directos al corazón. —¿Es extraño no?. —Mi hermano interrumpe mis pensamientos. —¿El que?. —Le respondo con la mirada fija en las fotografías. —Que ustedes dos se hayan distanciado tanto. Nadie encuentra una explicación razonable para Ana. —Suspiro y quito mi mirada de las fotografías. Me doy cuenta que Wilson se
MARTÍN. —Bueno, la noche pasada, no logramos salir de la habitación, así que lamento mucho haber fallado, pero espero que entiendan, que tanto Ana como yo estamos en una etapa en la que separarnos no es una opción. Mis palabras hacen que Ana se sonroje, pero al mismo tiempo se ríe y estoy seguro de que daría mi vida porque esa sonrisa no se borrara nunca, estoy seguro de que no se esperaban tal nivel de insolencia de mi parte pero no pude evitarlo, aunque en realidad no siempre soy así. Sólo cuando debo serlo. La madre de Ana, es quién más me sorprende en medio de toda esta inesperada conversación, pues ella que según entiendo habla poco, decide seguir el ritmo de la conversación, a pesar de la expresiva desaprobación de su esposo y explica lo mucho que le agrada recordar aq