MARTÍN.
Las puertas del ascensor se abren y Ana sale adelante buscando las llaves de su apartamento. Pero antes de poner la llave en la cerradura, la detengo.
—¿Estás segura?. —Le pregunto con una media sonrisa.
—¿A qué te refieres?. —Su mirada tiene una expresión de confusión.
—Nos conocemos hace prácticamente nada y tu quieres que yo entre a tu hogar, a tu espacio privado, quiero saber si estás segura de dejar entrar a un extraño así.
—Sabes que no eres el primer hombre que entra por primera vez a mi casa, ¿verdad?.
Esta vez
ANASonrío mirando al techo, luego de despertar con este hombre a mi lado, había sido una noche increíble, hace mucho tiempo no me sentía tan tranquila o más bien relajada.—Buenos días. —Escucho su voz, pero mi mirada sigue fija al techo. —¿En que piensas?.—Que desde hace mucho tiempo no me sentía como una persona de mi edad, la verdad es que nunca me había sentido como una persona de mi edad. —Guardó silencio, suspiro y lo miro. — Siempre he tenido que estar perfecta para todo, para todos. —Me doy cuenta de que Martín hizo que eso cambiará en solo una noche. Me gusta la sensación de no tener tanta presión sobre mis hombros. Aunque a veces la presión la po
ANA.—Del afán, solo queda el cansancio hija. —Las palabras de mi madre tallaban hoy en mi mente.Pero tampoco puedo decir que tengo precisamente afán por estar con Martín, solamente hemos dejado que las cosas fluyan y tomen su curso de manera natural.Comprendo que las cosas rápidas no siempre funcionan bien, no se que clase de persona puedo llegar a ser a veces, pero se que no siempre soy gentil, intento descubrir quién soy día a día, pero no siempre es fácil.De un día para el otro recibí un golpe en la cabeza, llegué a un hospital y conocí a un médico torpe, hermoso, atento, divertido, tierno, pero torpe. ANA.Nuevamente es viernes y por más que quiero, no puedo volver a faltar a la cena con mis padres, falté dos veces, la primera noche salí con Martín a cenar esa rica pizza y una segunda vez, porque decidimos que era mejor pasar la noche juntos viendo películas.Bueno eso no es del todo cierto.—Martín, no quiero salir hoy. ¿Por qué es tan difícil de entender?.Realmente se opuso a que nos quedáramos en casa, peleó, hizo un mini berrinche, pero solo tuve que decir unas cuantas palabras, muy sencillas por cierto, para lograr convencerlo.—Mira no quiero ir a donde mis padres, pero no por las razones que tu crees Martín.<12. POR UNA BOTELLA DE VINO
ANA. Aquí estoy entrando de nuevo a la ciudad, sola, sin haber hablado con Martín, el día de ayer, no me llamó ni por equivocación. —Peter, por favor, déjame en la casa de mis padres. —Lo miro a través del retrovisor. No tengo ganas de parar en mi apartamento, prefiero acabar con está noche más pronto que tarde. No puedo ocultar mi rostro de decepción, lo que me frustra bastante, por que no creí que llegara a afectarme de esta manera, de verdad creí que la cena iba a ser diferente, tal vez mi padre me vería diferente si se diera cuenta que puedo estar con un hombre con estatus social “definido”. Se que suena terriblemente mal que diga eso, ya que siempre me he caracterizado por ser una mujer tan indepen
ANA. Sigo el camino que tomó mi hermano, dejando en el recibidor mis pensamientos sobre Martín. Voy dando pasos muy despacio y me detengo en medio del pasillo frente a una fotografía mía de niña junto a mi padre, me quedo mirándola y la analizo por un breve instante, miles de recuerdos y anécdotas regresan a mi cabeza, que se sienten como disparos directos al corazón. —¿Es extraño no?. —Mi hermano interrumpe mis pensamientos. —¿El que?. —Le respondo con la mirada fija en las fotografías. —Que ustedes dos se hayan distanciado tanto. Nadie encuentra una explicación razonable para Ana. —Suspiro y quito mi mirada de las fotografías. Me doy cuenta que Wilson se
MARTÍN. —Bueno, la noche pasada, no logramos salir de la habitación, así que lamento mucho haber fallado, pero espero que entiendan, que tanto Ana como yo estamos en una etapa en la que separarnos no es una opción. Mis palabras hacen que Ana se sonroje, pero al mismo tiempo se ríe y estoy seguro de que daría mi vida porque esa sonrisa no se borrara nunca, estoy seguro de que no se esperaban tal nivel de insolencia de mi parte pero no pude evitarlo, aunque en realidad no siempre soy así. Sólo cuando debo serlo. La madre de Ana, es quién más me sorprende en medio de toda esta inesperada conversación, pues ella que según entiendo habla poco, decide seguir el ritmo de la conversación, a pesar de la expresiva desaprobación de su esposo y explica lo mucho que le agrada recordar aq
MARTÍN. Quería volverme loco, cuando recibí esa llamada del hospital, pues mis pantalones apretaban demasiado, pero sabía que esa llamada era importante. —¿Qué sucede?. —Contestó de mala gana a mi asistente. —Jefe, lo requieren para una junta médica y yo… —¿Y yo qué?. —sabía que tenía demasiado trabajo acumulado en el hospital. Pasar las noches con Ana, me estaba pasando la factura y no era económica. Mi asistente estaba desesperada y con el estrés al cien por ciento. —Jefe, tenemos demasiados pendientes y yo no puedo continuar dejándolos para después, porque de su firma dependen muchas cosas. —En seguida voy. —Resoplo por lo bajo, pero sé que debo organizar mi tiempo, para poder pasar más tiempo con Ana. Así que me puse un propósito firme y era cumplir con las tareas que tenía pendientes, organizar mi horario de trabajo y dejar las noches para esa mujer que me tenía hipnotizado, esa mujer que aú
Se levantó como si nada hubiese pasado, se sentó en la mesa de centro, me miró fijamente mientras pasaba su dedo de enmedio por sus labios, luego lo metió a su boca y lo chupo un poco, bajo por sus senos y los rozó, siguió bajando y cuando llegó a su vagina, abrió sus piernas, subió ambos pies a la mesa y colocó una de sus manos detrás de su espalda como punto de apoyo.Inició un juego bastante tortuoso sobre su clítoris, sus movimientos eran suaves y circulares, su pecho subía y bajaba, su cabeza iba hacía atrás y sus gemidos me hacían agonizar y presionarme para que mi erección llegará nuevamente.—Eres increible Ana. —Su sonrisa ladina y traviesa eran lo único que necesitaba.<