ANA.
Aquí estoy entrando de nuevo a la ciudad, sola, sin haber hablado con Martín, el día de ayer, no me llamó ni por equivocación.
—Peter, por favor, déjame en la casa de mis padres. —Lo miro a través del retrovisor.
No tengo ganas de parar en mi apartamento, prefiero acabar con está noche más pronto que tarde.
No puedo ocultar mi rostro de decepción, lo que me frustra bastante, por que no creí que llegara a afectarme de esta manera, de verdad creí que la cena iba a ser diferente, tal vez mi padre me vería diferente si se diera cuenta que puedo estar con un hombre con estatus social “definido”.
Se que suena terriblemente mal que diga eso, ya que siempre me he caracterizado por ser una mujer tan indepen
ANA. Sigo el camino que tomó mi hermano, dejando en el recibidor mis pensamientos sobre Martín. Voy dando pasos muy despacio y me detengo en medio del pasillo frente a una fotografía mía de niña junto a mi padre, me quedo mirándola y la analizo por un breve instante, miles de recuerdos y anécdotas regresan a mi cabeza, que se sienten como disparos directos al corazón. —¿Es extraño no?. —Mi hermano interrumpe mis pensamientos. —¿El que?. —Le respondo con la mirada fija en las fotografías. —Que ustedes dos se hayan distanciado tanto. Nadie encuentra una explicación razonable para Ana. —Suspiro y quito mi mirada de las fotografías. Me doy cuenta que Wilson se
MARTÍN. —Bueno, la noche pasada, no logramos salir de la habitación, así que lamento mucho haber fallado, pero espero que entiendan, que tanto Ana como yo estamos en una etapa en la que separarnos no es una opción. Mis palabras hacen que Ana se sonroje, pero al mismo tiempo se ríe y estoy seguro de que daría mi vida porque esa sonrisa no se borrara nunca, estoy seguro de que no se esperaban tal nivel de insolencia de mi parte pero no pude evitarlo, aunque en realidad no siempre soy así. Sólo cuando debo serlo. La madre de Ana, es quién más me sorprende en medio de toda esta inesperada conversación, pues ella que según entiendo habla poco, decide seguir el ritmo de la conversación, a pesar de la expresiva desaprobación de su esposo y explica lo mucho que le agrada recordar aq
MARTÍN. Quería volverme loco, cuando recibí esa llamada del hospital, pues mis pantalones apretaban demasiado, pero sabía que esa llamada era importante. —¿Qué sucede?. —Contestó de mala gana a mi asistente. —Jefe, lo requieren para una junta médica y yo… —¿Y yo qué?. —sabía que tenía demasiado trabajo acumulado en el hospital. Pasar las noches con Ana, me estaba pasando la factura y no era económica. Mi asistente estaba desesperada y con el estrés al cien por ciento. —Jefe, tenemos demasiados pendientes y yo no puedo continuar dejándolos para después, porque de su firma dependen muchas cosas. —En seguida voy. —Resoplo por lo bajo, pero sé que debo organizar mi tiempo, para poder pasar más tiempo con Ana. Así que me puse un propósito firme y era cumplir con las tareas que tenía pendientes, organizar mi horario de trabajo y dejar las noches para esa mujer que me tenía hipnotizado, esa mujer que aú
Se levantó como si nada hubiese pasado, se sentó en la mesa de centro, me miró fijamente mientras pasaba su dedo de enmedio por sus labios, luego lo metió a su boca y lo chupo un poco, bajo por sus senos y los rozó, siguió bajando y cuando llegó a su vagina, abrió sus piernas, subió ambos pies a la mesa y colocó una de sus manos detrás de su espalda como punto de apoyo.Inició un juego bastante tortuoso sobre su clítoris, sus movimientos eran suaves y circulares, su pecho subía y bajaba, su cabeza iba hacía atrás y sus gemidos me hacían agonizar y presionarme para que mi erección llegará nuevamente.—Eres increible Ana. —Su sonrisa ladina y traviesa eran lo único que necesitaba.<
El silencio de la habitación, me invade, no se escucha ni siquiera el sonido de la respiración de Ana, sigo mirando por la ventana de su habitación, que ahora es de los dos y de alguna manera mi corazón estalla de alegría al darme cuenta de mi nueva realidad. Tengo un hogar, siempre lo he tenido, de una manera u otra, pero sin duda alguna, esta vez es mi hogar, el hogar que decidí formar con alguien y se que no será nada fácil, pero también sé que tengo todas las ganas de quedarme para siempre con ella, todo ha sido tan prematuro, pero se ha sentido tan bien, que creo y estoy seguro que nada, ni nadie podrá acabar con esta relación. Luego de haber preparado el desayuno, que por poco no comemos, porque los besos sobre el mesón de la cocina estaban subiendo de tono, regresamos a la habitación con la firme intención de ducharnos por separado, pero no funcionó.
ANA.Llevamos dos semanas viviendo juntos, luego de esa sorpresiva noche con mi familia y ese fin de semana de pasión. Por que si, no pudimos evitar pasar todo el fin de semana encerrados en el apartamento, que ahora se me hace un poco más difícil decir que es mío, porque siento que Martín se metió tan profundo que deje de sentirme sola.La convivencia no ha sido fácil, pues Martín es desordenado y hemos tenido un par de pequeñas peleas por eso, yo controlo cada cosa que tengo y se su ubicación exacta, mientras que él va dejando su vida por todas partes como si nada.—¿Es necesario que dejes tirado tu trabajo en el mesón de la cocina?—Si, porque ya me lo voy a llevar.<
MARTÍN.Fue imposible dejar de mirar la belleza de Ana, enfundada en ese elegante vestido y el contraste con su rostro angelical, verla tan tierna, pero al mismo tiempo tan sexy, dejo ver mi realidad y lo afortunado que soy de tener una mujer como ella a mi lado.—Estas hermosa. —Le dije mientras la elevaba por el aire y le daba un suave beso.—Gracias. —Su sonrisa es tan honesta.—Te quiero Ana, te quiero para mi. Te prometo que voy a cuidarte tanto como deba hacerlo, que serás mía por siempre y yo seré tuyo por siempre. Eres lo que me aferra a la tierra y te necesito para vivir.—Martín…yo… ANA.—Ana, ¿Qué haces aquí? Se supone que nos veríamos en tu oficina. —La cara de sorpresa de Martín me gusta.—Decidí salir más temprano y supongo que si yo pude hacer una excepción, tú también. —Le sonrío de manera pícara. —Supongo que podemos hacer algo más, antes de irnos a ese famoso viaje.—Debemos viajar en un rato y tengo que entregar unas carpetas firmadas o mi asistente no me lo va a perdonar.Su tono de voz , va bajando poco a poco a medida que voy caminando hacia él y desabrocho mi abrigo sensualmente para dejarle ver, que solo traigo puesto un cachetero.—Ana, por Dios&21. UN VIAJE SIN RUMBO