Alpha Ikender
•Rendirse•
Llegué a pensar que teníamos un ángel guardián. Mamá antes de morir, solía decirme que los ángeles y hadas existían, inclusive que había una especie de hada llamada Limberems, estás pequeñas cuidaban de ti y por las noches te daban de su energía para al despertar, continuar con un nuevo día. En muchas ocasiones me quedaba en vela en busca de esas creaturas, y en el fondo, deseaba que fuesen reales. Tenía tantas ganas de salir, de volver ha sentirme libre, de que las gotas de lluvia me mojasen, de que el sol me quemase por no usar bloqueador, deseaba sentir algo más que encierro, algo más que dolor.
La luz del día entraba por las ventanas cubiertas por barrotes. Estaba en el suelo, una sábana fría cubría mi cuerpo desnudo y magullado, me incorporé con cuidado haciendo puños mis manos. Respiré profundo aguantando un sollozo atorado en lo profundo de mi ser.
Lo habían vuelto a hacer, las veces que quisieron cada uno, estaba realmente cansada, no sabía cuánto más podría resistir. Me arrastré hasta la esquina de la cama, me apoyé en ella usando todas mis fuerzas para llegar al baño. Abrí la regadera haciendo que el agua fría recorriera mi cuerpo, pocas veces él me dejaba bañarme con agua caliente, pocas veces sentía calor. Limpié mi cuerpo tratando de no tocar las heridas y hematomas. Cerré mis ojos cuando vi pequeños rastros de sangre salir de mi interior.
Me coloqué un vestido gris, la mayoría eran cortos, lo único diferente en este es que tenía mangas hasta los codos. Andaba descalza, tenía solo un par de zapatos, pero a veces prefiría no usarlos para evitar maltratarlos. Ya que en invierno el piso era muy frío, y ellos eran mi único soporte.
—¡Eider!— El grito de Rixton me estremece hasta lo más profundo de mi sistema. Bajo con cuidado las escaleras, sintiéndome demasiado adolorida.
No hay rastro de sus amigos, ellos se han ido lo cual me permite respirar con tranquilidad, aunque cada que lo hago mi costado duele.
—Haz tus tareas, saldré ha la cuidad, estaré de vuelta al anochecer, así que más vale no intentes algo, o ya sabes cuál será el castigo— acaricia mi mejilla y por instinto suelto una mueca de dolor.
—Le diré a Duglas que ya no puede marcarte de esta forma, ¿cuántas bofetadas te dió anoche? Bueno gatita, me marcho— sale por la puerta principal cerrando por fuera. Aunque deseara escapar no puedo hacerlo, todo está completamente bien asegurado.
—Papá, ¿por qué me vendiste?— susurro entre lágrimas.
Poco a poco dejo la casa limpia, recogiendo el desastre que dejaron ayer, botellas de cerveza, colillas de cigarrillos y algunos narcóticos.
Intento abrir el refrigerador pero, resisto de probar bocado, no puedo hacerlo si él no me lo permite. Me acuruco en el sillón tratando de descansar solo un poco. Sin embargo los recuerdos, eran como navajas dañando mi piel una y otra vez.
—No puedo, no puedo—. No sé cuánto tiempo más pueda resistir.
Rixton siempre carga con las llaves, una pequeña última oportunidad, un último aliento, un último intento.Pasan las horas y con ello el sol se oculta. Él a vuelto, lo sé por el sonido que hacen las llaves al abrirse. Me oculto detrás de la puerta lo más rápido que puedo, tomo un jarrón y lo aprieto contra mi pecho. Cierro mis ojos y respiro en un intento de controlar los nervios que me carmomen en este instante. La puerta emite un chirrido cuando es abierta y el olor a alcohol y perfume llega a mis fosas nasales.
—Eider he vuelto —no es hasta que dice esas palabras que me armo de valor y salgo de mi escondite estrellando el jarrón en su cabeza. Rixton cae quejándose al suelo, un jadeo nervioso abandona mi garganta al precipitarme tomando las llaves del suelo. Giro sobre mis talones tomando impulso y empezó a correr lo más rápido que puedo. Él me grita, lo pateo con mis pies descalzo y corro, corro como si mi vida dependiera de ello, porque relamente depende de ello.
—¡Eider!
—No volveré—mi grito se pierde entre la oscuridad. Paso árboles, ramas, no me detendré, no ahora que estoy tan cerca de la libertad, no ahora que puedo respirar tranquila, no ahora, no ahora.
Algunas ramas y piedras cortan mis pies pero no me detengo, acelero lo más que puedo. Nunca había salido de la casa, no se exactamente cuánto llevo corriendo lo único que sé es que jamás volveré. Mis pulmones arden y mi cuerpo me grita que me detenga.
Tomo aire solo un instante para seguir mi carrera hacía la libertad, paso horas corriendo, el bosque no termina, no encuentro una calle, no encuentro nada más que lodo, árboles, rocas y ramas. La oscuridad no me deja ver bien y sin quererlo tropiezo, mi cuerpo rueda por una loma, chillo, me quejo, lloro cuando siento algo enterrarse a un costado de mi abdomen y por fin me detengo.
Respiro rápidamente tratando de que el aire llegué a mis pulmones, veo la luna cubriéndose con las nubes, y exactamente ahí, cierro mis ojos.Escucho algo, es ligero, tenue, escucho un canto y un aleteo constante. Abro mis ojos pesadamente, los rayos del sol me pegan directo, giro mi cabello tratando de evitarlos. Un pequeño pajarito canta a lado de mí, es muy lindo, azul con tonos amarillos.
—Hola— medio sonrío, veo a mi alrededor el bosque es lindo cuando la oscuridad no lo cubre. Me duele el cuerpo, aún más que ayer. Trago saliva cuando veo mi costado. Hay un pedazo de rama incrustado ahí.
—Oh no— tengo que quitarlo. Raspa en mi interior con cada movimiento. Al estar de pie respiro profundo y con la poca fuerza de voluntad que me queda, retiró el trozo de rama. Un grito sale de mi garganta al igual que el llanto.
Con la Palma de mi mano cubro la herida la cuál a empezado a sangrar sin parar. Necesito ayuda.
El pajarito sigue conmigo pero se aleja un poco, parece ser que quiere que lo siga, frunso el ceño y me dejo guiar por él. Conforme pasan los minutos mis piernas se empiezan a entumeser, el viento frío parece quemar mi piel.
—¿Vías?
Frente a mí aparece un carril, el pajarito que antes me ayudó a salir del bosque vuela, se pierde de mi campo de visión. Levanto la palma de mi mano, está cubierta por mi sangre. Siento frío, siento tristeza, y a la vez, me siento libre.
Camino entre las vías tratando de encontrar su final, o almenos un pueblo, una casa, alguien. Mis pies sangran y ya no puedo más. Escucho el pitido característico de un tren, de un tren. Me giro lentamente encontrándolo, a toda velocidad, hacía mí.
Quizá mi destino era huir, para morir en paz, para morir siendo libre.
Toqué con las puntas de mis dedos la tierra, respiré el aire fresco con mi naríz. El viento me acarició suavemente, los rayos del sol calentaron un poco mi frío cuerpo. Me sentí viva por un momento. Me sentí en paz.
—Al menos terminó—susurré derrotada, todas mis esperanzas, todas mis fuerzas de luchar día con día, semana, mes, y año, terminaron. Se escaparon como agua entre mis manos. Mi corazón estaba desecho, el alma destruida pero al menos, todo terminaría.
El tren estaba a segundos de impactar conmigo. No volvería a sentir dolor. Esto se acabó...Alpha Ikender•A mi lado•—Ikender resolvimos los problemas con Lort Ashton—. Matías mi beta entra a mi despacho con bastante papelería en manos.—Ya era hora, ese vampiro me tenía cansado con sus estúpidos acuerdos de «convivencia» —ruedo los ojos tomando una copa de vino.—¿A qué acuerdos llegaron? —pregunto.—Bueno —mi beta se rasca la cabeza nervioso.—Accedí a un día de juegos con los vampiros antes de que termineel año —escupo el vino que había ingerido.—¡¿Qué?!— maldigo pata mis adentros limpiándome la camisa.—No es lo que piensas, cálmate, llegamos a un buen acuerdo de paz.&
Alpha Ikender •Ira•—¡No, haz algo! — Su corazón se había detenido por completo. El vampiro pelirrojo permanecía de pie en el umbral de la puerta. Examinó con una mirada a la humana y se aproximó a su velocidad.—Oh tesoro, ¿qué te hicieron? —estaba por golpearlo para que la ayudara y dejase de hablar, cuando mordió su muñeca dejando caer sangre dentro de su boca, posteriormente volvió ha hacerse una herida más, dejando caer el mismo líquido frío sobre su herida. Gruñí cuando rompió su vestido o lo que quedaba de él.Me acerqué, tratando de escuchar de nuevo su coraz&
Alpha Ikender •Despertar•Sentía un calor, pero no un calor molesto si no, un calor agradable como cuando hace demasiado frío y frotas tus manos sobre el fuego. Empecé ha recobrar un poco la consciencia, mi garganta la tenía seca y rasposa. Los recuerdos de lo que pasó llegaron a mi mente, lo último que recordaba era, eran esos ojos azules y profundos. Traté de moverme pero solté un jadeo de dolor, mis pies dolían demasiado al igual que los huesos.—Trata de no moverte—. Esa voz me hizo abrir los ojos con temor. Había un hombre en la esquina de la habitación. Estaba cubierta por mantas realmente calientes.—¿Quie... Quién
Alpha Ikender•Desolación•¿Han sentido la muerte alguna vez?, ¿la han imaginado? El cómo se impregna de su esencia tan lentamente... que parece solo una caricia. Yo sentí la muerte muchas veces, la toqué, inclusive la sentí arrebatarme parte de mi alma. Y sin embargo la muerte parecía nada, comparado con lo que sentía por ella en este instante.-¿Sientes su dolor cierto? Yo también lo siento, es algo fuerte. Te sofoca.-¿Qué haces aquí?- le gruñí al vampiro. Me había encontrado observando dormir ha Eider.-Los vampiros no duermen querido, al menos los de mi especie no. Y digamos que el olor a perro mojado es... curiosamente repugnante.Me acerqué a él con intenciones de sacarlo de la habitaci&o
Alpha Ikender•Sed de sangre•Caminaba ha lado de un río, escuchando el sonido del agua acariciar violentamente las rocas a su paso. Creía que estaba sola, sin embargo ningún ser viviente en la tierra lo estaba. Algunos de ellos tenían el nombre de espíritus, para otros solo eran almas, almas destinadas a la soledad, al dolor de sus recuerdos. El viento pasó de ser suave y cálido, a un azote desgarrador, fuerte, frío, pareciese enojado, furioso. Miró a su alrededor, poco a poco todo se fue envolviendo en una oscuridad casi palpable. La niebla negra cubrió sus piernas por completo hasta llegar a su cintura. Era asfixiante, sin embargo una luz cegadora emergió desde el cielo.Y entonces, supo que nada sería igual.—Ikender, no encontramos a nadie en esa casa, dejamos ha guardias custodiando e
El viento embistió con fuerza los alrededores creando fuertes remolinos de viento.-No es verdad- . El aire apenas entraba en mis pulmones, lo que mis ojos observaban no podía ser cierto, no podía. Era un monstruo, una bestia, medía más de un metro de altura, su pelaje de un color oscuro, casi negro. Sus ojos, esos ojos capaces de matarme con su sola mirada estaban ahí, repasándome una y otra vez, esperando mi reacción. De una u otra forma quería poder tener la capacidad de hablar, de entender. Pero simplemente las palabras no llegaban a mí, ahora entendía tantas cosas. El como su velocidad no era como ningún otro humano, y es porque, no era un humano, joder que no.-¡No te acerques!- grité desesperada, mi cuerpo temblaba completamente pero aún así tomé todas mis fuerzas para ponerme de pie y empezar a cor
“Somos estrellas brillantes en un infinito de oscuridad”.Su seriedad, su miedo, cada rasgo que ella podía tener era hasta cierto punto impredecible. Había sufrido demasiado, pero era poseedora de una fuerza interna increíble.Yacía dormida sobre el sofá, después de comer y ver un poco el televisor, no me atreví a indagar aún más sobre su vida. La había encontrado a pesar de todos estos años, peleé en tantas guerras, vi a la muerte acariciarme el cabello, teñir de rojo el alma de personas que amaba. Y ni aún así, llegué a tener tanto miedo como el que siento ahora.Es dulce, tierna y delicada, su olor me vuelve loco, Hagret jamás pensó que esto pasaría, sin embargo fue el único que no desistió de esa pequeña chispa de esperanz
•Desventajas“¿Complicado no?. La vida es complicada, de lo contrario dejaría de ser vida”Todo esto era una situación verdaderamente difícil de entender, esa mujer, ¿Quién realmente era para Ikender?, ¿Por qué dijo que esa mujer era su hermana? Mil preguntas rondaban por mi mente, ¿que sería de mi vida ahora que él está en ella?—¿Todo bien?, ¿por qué tan pensativa?—Ikender salió del cuarto de baño con tan solo una toalla envolviendo su cintura, lo cual me puso un tanto nerviosa. Bajé la mirada y continúe observando el suelo desde la ventanilla, está noche era fría, tan fría como aquellas noches que solía pasar en esa habitación, un viejo cuarto, con una triste historia. Un largo y abatido suspiro salió de