Alpha Ikender
•A mi lado•
—Ikender resolvimos los problemas con Lort Ashton—. Matías mi beta entra a mi despacho con bastante papelería en manos.
—Ya era hora, ese vampiro me tenía cansado con sus estúpidos acuerdos de «convivencia» —ruedo los ojos tomando una copa de vino.
—¿A qué acuerdos llegaron? —pregunto.
—Bueno —mi beta se rasca la cabeza nervioso.
—Accedí a un día de juegos con los vampiros antes de que termine
el año —escupo el vino que había ingerido.
—¡¿Qué?!— maldigo pata mis adentros limpiándome la camisa.
—No es lo que piensas, cálmate, llegamos a un buen acuerdo de paz.
—¿De qué clase de juegos estás hablando Matías?
—Saltar la cuerda, carreras, ¿juegos de mesa?— menciona encogiéndose de hombros.
—¡Voy ha matarte!— salto por encima de mi escritorio decidido a golpearlo cuando me detiene.
—¡Espera! Antes de que me golpeés déjame terminar.
Respiro profundo dándole la libertad de hablar.
—Lorth Ashton es un vampiro muy antíguo, y él ha buscado desde siglos atrás la convivencia sana entre esos chupa sangre y Licántropos. Sabes que de no acceder al trato, reclamaría los terrenos de la manada por derecho de sangre— cerré mis ojos con enojo. Odiaba a los vampiros, eran creaturas repugnantes.
—Solo será un día Ikender, y firmará el contrato de propiedad. Asentí con la cabeza, necesitaba pensar más sobre esto.
—Iré a trotar un poco, encárgate de lo que haga falta.
Salí de mi despacho con intenciones de relajarme. Hace siglos mi abuelo acentó a su gente en estás tierras, siglos después nos dimos cuenta de que estos terrenos le pertenecían a un vampiro muy viejo, un antíguo. Pocos eran los vampiros que llegaban a tal grado de madurez pero, por lo visto Lort Ashton había sobre pasado más de dos milenios sobre la tierra. Es un tipo que no aparenta más de treinta años, con aspecto juvenil y misterioso. Pocas son las veces que sale de sus castillos escondidos en lo más remoto de Pensilvania, las veces que hemos tratado han sido solo para alardear ideas de como hacer que sus clanes convivan más con los Licántropos.
*¿Y si lo intentas? Quizá conozcamos a alguna loba sexy para pasar el rato*
"Hagret, no digas estupideces"
Mi lobo interior solo hablaba para molestar. Continúe con mi caminata por los terrenos de la manda, ya llevaba algunos minutos caminando cuando empecé ha sentir una ansiedad profunda. Me paré en seco al sentir un dolor en el pecho.
*¡Nos está dando un infarto! ¡Vamos a morir, o no vamos a morir!
"Cállate, no nos pueden dar infartos somos lobos estúpido"
Un pájaro empezó a revolotear molestándome en el camino. Señalaba un ruta de ramas cuando el olor a bombones y fresa se mezcló en el ambiente llamando mi atención, aspiraba sintiendo el dulce en el viento.
*¡Nuestra Mate! ¡Es ella está cerca!
Mi pecho subía y bajaba, no podía ser verdad, era totalmente absurdo, yo no tenía mate, era un lobo solitario.
*Búscala es nuestra luna*
Gruñí haciendo que mis colmillos saliesen. Empecé a correr aún sintiendo está presión en el pecho que se intensificaba con cada paso. Llegué a la orilla de las vías del tren, mi respiración se cortó cuando la vi de perfil. No reaccioné no podía, el tren estaba a punto de llevarla consigo.
*¡Salta!*
Un gruñido bestial salió de mi garganta, salté con todas mis fuerzas tomando su cuerpo, empujándonos hacía la orilla, ella quedó bajo de mí. Fue ahí cuando la ví, era ella, mi mate, mi luna. Sus ojos eran los más hermosos que había visto en mis siglos de vida, pero también los más apagados. Empezaba a cerrarlos.
—¿Qué sucede?
La inspeccioné de inmediato, el olor a sangre llegó a mis fosas nasales. Estaba herida, pero no fue el único olor que percibí, humana, ella era una humana, una niña.
Grité de cólera, de irá y a la vez dolor. Tantos siglos esperando para que mi compañera fuese una humana.
*Esta muy mal, su corazón va latiendo con más lentitud*
Hagret tenía razón, humana o no, era mía.
Miré su vestido el cual estaba roto, cubierto de barro y sangre, su sangre. Corté una parte y lo amarré en donde tenía la herida. La tomé en brazos, era muy ligera, al darme la vuelta me dí cuenta de que sus pies sangraban. Y su rostro, su pálido rostro tenía un morado, la habían golpeado.
Corrí con ella en brazos abrumado por las mil sensaciones que tenía en el cuerpo.
—No voy a perderte, resiste humana, resiste— aumenté mi velocidad rompiendo ramas y lo que encontraba mi paso. Nunca antes había tenido que correr tan rápido, sintiéndome tan desesperado. Llegué justo cuando Matías salía de la mansión.
—Llama a Cristina. ¡Ahora!— Grité dejándolo estático.
Subí las escaleras de un solo brinco. Entré a mi habitación dejándola sobre la cama. No puedo creer que la haya encontrado, pienso que esto es un sueño pero no, no lo es. Me acerco hasta quedar de frente, parece muerta, lo creería si no pudiese escuchar su débil corazón. ¿Cuántos años puede tener está niña? ¿Realmente era mi Luna?
—Alpha— Cristina, la mujer que siempre estuvo a mi lado después de la muerte de mi madre, y también una de las mejores doctoras de mi manada, entra a la habitación en un intento de arrebato por saber que me tiene en este estado. Y porque se le llamó con tanta urgencia.
—Es mi mate, la encontré a las afueras, cerca del límite al Oeste.
Sus manos cubren su boca en una expresión de asombro.
— Salvála — es lo único que puedo decir. Matías entra ha la habitación pero cede al ver mis ojos enfurecidos.
La rabia corre por mis venas, rabia de saber porque está así, rabia por la persona que me hizo esto, rabia con la diosa luna por poner a una humana en mi camino. Cuando estaba, resignado...
—Su herida no es muy profunda pero ha perdido mucha sangre, debió de haber pasado tiempo con ella— saca sus instrumentos del maletín que siempre lleva. Revisa sus ojos, su presión y los latidos de su corazón.
— Nesesito una bolsa de sangre humana, al menos un litro, o morirá.
Estallo mi puño contra la pared haciendo un hueco. No había ningún acentamiento humano a kilómetros. Y ella lo necesitaba ahora.
¿Diosa luna, mandaste a mi mate para que muriera en mis brazos?
—Debe haber otra manera.
Cristina me miró como si ya supiera la única salida que había. Mi sangre no podía curarla, no almenos hasta que el vínculo entre ambos fuese sellado.
Mis manos temblaron por la m*****a impotencia. La sangre de vampiro era capaz de cerrar heridas y dar fuerza.
—¡Matías!— mi gritó se escuchó tan fuerte que hizo temblar la habitación en donde me encontraba.
Mi beta llegó con el corazón saliéndose de su pecho.
—Dile a Lort Ashton que accederé a cualquier modo de convivencia, pero que mande a uno de sus vampiros ha salvar a mí mujer.
Abrió sus ojos con asombro y su mirada pasó a la de la muchacha tenida en la cama. Debatiendose entre la vida y la muerte. Mi beta desapareció de mi vista. Cristina prosiguió a saturar la herida y detener el sangrado, empezó a curar aquellas otras que no pude ver. Sus pies tenían cortes, unos más profundos que otros, sus brazos raspones y moretones.
El tiempo pareció ir aún más lento, la desesperación llegó a mi sistema cuando escuché que sus latidos iban cayendo. Cristina se apresuró a realizar un procedimiento de reanimación.
La empujé a un lado cuando vi que no funcionaba.
—¡No puedes dejarme!. Te ordeno como tú Alpha que te quedes— presionaba su pecho con fuerza, una y otra vez, abrí su boca y vertí aire en ella.
—No me dejarás, no ahora que te encontré, soy tu hombre y tú eres mi mujer.
—¡Alpha no! —el grito de Christina no pudo detenerme. Ya me encontraba mordiendo su cuello.
Marcándola, en ese instante un vampiro de cabello rojizo entró a la habitación. Y su corazón se detuvo por completo.
Alpha Ikender •Ira•—¡No, haz algo! — Su corazón se había detenido por completo. El vampiro pelirrojo permanecía de pie en el umbral de la puerta. Examinó con una mirada a la humana y se aproximó a su velocidad.—Oh tesoro, ¿qué te hicieron? —estaba por golpearlo para que la ayudara y dejase de hablar, cuando mordió su muñeca dejando caer sangre dentro de su boca, posteriormente volvió ha hacerse una herida más, dejando caer el mismo líquido frío sobre su herida. Gruñí cuando rompió su vestido o lo que quedaba de él.Me acerqué, tratando de escuchar de nuevo su coraz&
Alpha Ikender •Despertar•Sentía un calor, pero no un calor molesto si no, un calor agradable como cuando hace demasiado frío y frotas tus manos sobre el fuego. Empecé ha recobrar un poco la consciencia, mi garganta la tenía seca y rasposa. Los recuerdos de lo que pasó llegaron a mi mente, lo último que recordaba era, eran esos ojos azules y profundos. Traté de moverme pero solté un jadeo de dolor, mis pies dolían demasiado al igual que los huesos.—Trata de no moverte—. Esa voz me hizo abrir los ojos con temor. Había un hombre en la esquina de la habitación. Estaba cubierta por mantas realmente calientes.—¿Quie... Quién
Alpha Ikender•Desolación•¿Han sentido la muerte alguna vez?, ¿la han imaginado? El cómo se impregna de su esencia tan lentamente... que parece solo una caricia. Yo sentí la muerte muchas veces, la toqué, inclusive la sentí arrebatarme parte de mi alma. Y sin embargo la muerte parecía nada, comparado con lo que sentía por ella en este instante.-¿Sientes su dolor cierto? Yo también lo siento, es algo fuerte. Te sofoca.-¿Qué haces aquí?- le gruñí al vampiro. Me había encontrado observando dormir ha Eider.-Los vampiros no duermen querido, al menos los de mi especie no. Y digamos que el olor a perro mojado es... curiosamente repugnante.Me acerqué a él con intenciones de sacarlo de la habitaci&o
Alpha Ikender•Sed de sangre•Caminaba ha lado de un río, escuchando el sonido del agua acariciar violentamente las rocas a su paso. Creía que estaba sola, sin embargo ningún ser viviente en la tierra lo estaba. Algunos de ellos tenían el nombre de espíritus, para otros solo eran almas, almas destinadas a la soledad, al dolor de sus recuerdos. El viento pasó de ser suave y cálido, a un azote desgarrador, fuerte, frío, pareciese enojado, furioso. Miró a su alrededor, poco a poco todo se fue envolviendo en una oscuridad casi palpable. La niebla negra cubrió sus piernas por completo hasta llegar a su cintura. Era asfixiante, sin embargo una luz cegadora emergió desde el cielo.Y entonces, supo que nada sería igual.—Ikender, no encontramos a nadie en esa casa, dejamos ha guardias custodiando e
El viento embistió con fuerza los alrededores creando fuertes remolinos de viento.-No es verdad- . El aire apenas entraba en mis pulmones, lo que mis ojos observaban no podía ser cierto, no podía. Era un monstruo, una bestia, medía más de un metro de altura, su pelaje de un color oscuro, casi negro. Sus ojos, esos ojos capaces de matarme con su sola mirada estaban ahí, repasándome una y otra vez, esperando mi reacción. De una u otra forma quería poder tener la capacidad de hablar, de entender. Pero simplemente las palabras no llegaban a mí, ahora entendía tantas cosas. El como su velocidad no era como ningún otro humano, y es porque, no era un humano, joder que no.-¡No te acerques!- grité desesperada, mi cuerpo temblaba completamente pero aún así tomé todas mis fuerzas para ponerme de pie y empezar a cor
“Somos estrellas brillantes en un infinito de oscuridad”.Su seriedad, su miedo, cada rasgo que ella podía tener era hasta cierto punto impredecible. Había sufrido demasiado, pero era poseedora de una fuerza interna increíble.Yacía dormida sobre el sofá, después de comer y ver un poco el televisor, no me atreví a indagar aún más sobre su vida. La había encontrado a pesar de todos estos años, peleé en tantas guerras, vi a la muerte acariciarme el cabello, teñir de rojo el alma de personas que amaba. Y ni aún así, llegué a tener tanto miedo como el que siento ahora.Es dulce, tierna y delicada, su olor me vuelve loco, Hagret jamás pensó que esto pasaría, sin embargo fue el único que no desistió de esa pequeña chispa de esperanz
•Desventajas“¿Complicado no?. La vida es complicada, de lo contrario dejaría de ser vida”Todo esto era una situación verdaderamente difícil de entender, esa mujer, ¿Quién realmente era para Ikender?, ¿Por qué dijo que esa mujer era su hermana? Mil preguntas rondaban por mi mente, ¿que sería de mi vida ahora que él está en ella?—¿Todo bien?, ¿por qué tan pensativa?—Ikender salió del cuarto de baño con tan solo una toalla envolviendo su cintura, lo cual me puso un tanto nerviosa. Bajé la mirada y continúe observando el suelo desde la ventanilla, está noche era fría, tan fría como aquellas noches que solía pasar en esa habitación, un viejo cuarto, con una triste historia. Un largo y abatido suspiro salió de
•Viento efímero.De noche, es cuando la soledad más te abraza, más se impregna en tu piel. Habían pasado un par de días después de la llegada de la mujer de cabellos rubios y opacos. En las últimas horas, eran muy pocas las veces que miraba o hablaba con Ikender, él estaba ocupado y entendía eso a la perfección, ni siquiera llegaba a dormir, el chico de cabellos castaños, Mathías, me dijo que irían ha visitar a un tal Lort Ashton. Escuché hablar de ese hombre varias veces, aunque siempre que se mencionaba no era de una muy buena manera.En la cena solo estuvimos el pelirrojo y yo, Lorein, nunca salía de su habitación, supongo que no deseaba verme. Aún no entendía porque ese odio tan exagerado hacía mí.Un pequeño trueno me hizo fijar la mirada en la ventana de la habitaci&o