ALGÚN DÍA SERÁS MI ESPOSA
ALGÚN DÍA SERÁS MI ESPOSA
Por: Alexys J Black
1: Entrevista

Alice se encontraba parada en la larga fila para su entrevista de trabajo, totalmente nerviosa y ansiosa, tanto que de vez en cuando se mordía las uñas sin darse cuenta. Con la mirada fija en la chica que tenía enfrente, la detalló minuciosamente y notó que esta iba muy arreglada y maquillada, se dio la vuelta y descubrió que la chica que se encontraba detrás de ella, también estaba exageradamente elegante y arreglada, luego se inclinó hacia adelante e inspeccionó a las demás chicas que hacían fila, algunas incluso parecían modelos de pasarela europea, con sus piernas largas, vestidos costosos y bolsos de marca.

La joven no pudo evitar pensar en que quizá había ido al sitio equivocado para buscar empleo, claramente ella no le llegaba ni a los talones a ese montón de mujeres perfectas y estiradas.

Abrumada por sus inseguridades, dirigió la vista hacia abajo y observó fijamente su pulsera de la suerte, esa que le había regalado su madre. Al principio se sintió un poco aliviada porque sentía que la tenía allí con ella, pero luego su alivio se esfumó por la tristeza que invadió su corazón al pensar en la horrible situación en la que su madre se encontraba.

Aquella mujer de mediana edad que le había dado la vida, justo en ese momento, se encontraba internada en el hospital recibiendo tratamientos por su cáncer terminal. Alice estaba extremadamente agobiada por el estado de su madre, deseaba que su madre tuviera una recuperación milagrosa, pero estaba claro que era imposible, pero aun así, ella no podía perder la esperanza de que la mujer más importante de su vida pudiera sobrevivir si ella lograba costear sus medicamentos. Ella tenía que conseguir el empleo, lo necesitaba más que nada.

En eso, la atención de Alice es llamada por unos murmullos que escuchaba a sus espaldas, provenientes de un par de chicas que no escatimaban en criticar al CEO de la compañía.

—¡Te lo juro! ¡No miento! ¡Ese hombre es un Don Juan! ¡Va detrás de cualquier mujer que se le atraviese!— Masculló una de las chicas.

—¡Lo sé! ¡Escuché que hace poco se divorció de su esposa, porque lo encontró en la cama con dos mujeres a la vez!— Cotorreó la otra en susurros.

—¡Por Dios, qué excitante! ¡Quizá se fije en alguna de nosotras y luego convierte a la que elija en la próxima Señora Monroe!— Farfulló entre chillidos apenas audibles la primera chica que había hablado.

Conforme transcurría la mañana, estas mujeres preciosas se iban una por una luego de ser entrevistadas. Era increíble como todas salían de esa oficina cabizbaja y abatidas porque las habían rechazado.

Hasta que, por fin, llegó el turno de Alice para ser entrevistada, la castaña alzó su frente y entró a la oficina con determinación y seguridad, sin importar lo nerviosa que estaba, se esforzaba por no demostrarlo. Educadamente, le entregó su portafolio de diseño al entrevistador, ese que había recopilado luego de graduarse como diseñadora arquitectónica y luego tomó asiento.

Dalton tomó el portafolio y lo dejó caer sobre su escritorio sin apartar la vista de la pantalla de su computadora, ni siquiera se había molestado en mirar a Alicia, simplemente estaba fatigado y ya no le interesaban ninguna de las candidatas. Rápidamente, el castaño se dedicó a revisar el portafolio sin mucho esmero, leyó los datos de la mujer, tecleó algunas cosas en su computadora y luego le entregó de vuelta el portafolio a Alice, al tiempo que articulo una profunda expresión de desprecio.

Alicia de inmediato se sorprendió al ver el desprecio de aquel hombre, como si fuera una basura o algo parecido.

—Lo siento, creo que este empleo no es para ti— Espetó Dalton, aun sin mirarla.

Extrañamente, Alicia no estaba sorprendida, ella ya había escuchado hace un tiempo que en el departamento de construcción de la compañía Monroe no había empleadas mujeres, en aquel entonces, ella había pensado que simplemente era por mera casualidad, pero ahora se había dado cuenta de que la verdad era que el jefe era machista y misógino, cosa que ella jamás se habría imaginado.

—¡No puedo creer que alguien tan grosero y mal educado pueda ser el dueño de una compañía como esta! ¡Ni siquiera tuvo la delicadeza de saludarme o verme a la cara! ¡Esto es una total falta de respeto!— Exclamó la castaña enfurecida por la mala actitud de Dalton.

Alice tomó su portafolio y se puso de pie rápidamente dispuesto a irse, se sentía furiosa, ofendida, desplazada. Pero entonces, por primera vez, Dalton alzó su vista con la intención de replicar el ataque de la chica mirándola a los ojos y al hacerlo, Dalton quedó maravillado con la belleza sutil y natural de la chica, para él, simplemente era magnífica, principalmente por sus ojos grandes, profundos y expresivos.

Dalton se colocó de pie, se acercó a ella y le quitó el portafolio de su mano, para volver a revisarlo.

—Me quedaré con esto para verlo más a detalle. Ya puedes irte— Musitó el castaño volviendo a su asiento.

Encolerizada, la chica salió rápidamente de la oficina, cerrando la puerta detrás de sí con un fuerte azote. Atravesó el pasillo, mientras que su sangre hervía dentro de sus venas, levantó su mano mientras mal decía por lo bajo, puesto que esta le temblaba por la impotencia, entró al elevador y oprimió el botón para bajar, cerró los ojos e inspiró hondo en un fallido intento por buscar un poco de paz mental, al tiempo en que su cabeza comenzó a desatar su clásico autosabotaje “Después de todos tus esfuerzos y años de arduo trabajo, no logras conseguir empleo. ¡Eres un fracaso!” Le gritaba su conciencia.

Al llegar a la recepción del edificio, se dirigió a la puerta principal, pero antes de irse, un hombre detrás de ella gritó su nombre.

—¡Señorita Davis, espere un momento!

La castaña giró sobre su propio eje y espero a que el hombre llegara hasta ella.

—Hable rápido, debo irme— Exigió malhumorada.

—Mi nombre es Andrés Bolton, soy el asistente del señor Dalton Monroe, él me pidió que viniera a hacerle una propuesta— Explicó entre jadeos ahogados, puesto que había llegado al lugar corriendo por las escaleras para alcanzarla.

—Lo escucho…

—El señor Dalton desea que usted trabaje para él como la niñera de su hijo, tendrá muy buenos beneficios— Declaró el hombre un poco más calmado.

—¡No lo puedo creer! ¡Y encima me insulta de esta manera! ¡Qué barbarie!— Farfulló Alice para luego salir del edificio con la sangre hirviendo en sus venas.

De camino a casa, los pensamientos negativos y su autosabotaje estaban a nivel Dios, sentía que toda su educación universitaria había sido en vano, “¿No te das cuenta? ¡Se están burlando de ti!” Le gritó su consciencia. Sentía que Dalton Monroe solo quería humillarla al ofrecerle el trabajo de niñera, especialmente porque casi no había mujeres en la compañía, como si las mujeres solo sirvieran para criar niños y ser amas de casa.

Pero tan pronto como Alicia llegó a su departamento rentado, el teléfono fijo que estaba en la cocina comenzó a sonar, la castaña lo atendió y la llamada provenía del hospital, estaban llamándola para informarle que la situación de su madre había empeorado, y está debía decidir si usarían medicamentos locales o unos más costosos e importados para los tratamientos de su madre.

Mientras la enfermera al otro lado de la línea le explicaba las ventajas de los medicamentos importados, la castaña se apoyó en la pared mientras frotaba su frente con ansiedad y su vista se posaba en la factura de su renta que estaba pegada en el refrigerador.

Luego de terminar su llamada, llamó a unos de sus amigos cercanos para pedirles dinero prestado, pero ninguno tenía dinero para ayudarle, así que no tuvo más opciones que tragarse su orgullo y llamar a Monroe’s Company.

—Andrés Bolton al habla— Respondió el asistente de Dalton.

—Lamento molestarlo, solo llamaba para ver si aún sigue en pie la propuesta de trabajo como niñera— Musitó la castaña avergonzada.

—Por supuesto que sí.

—Aceptaré la propuesta, pero necesito saber si pueden darme un adelanto de mi salario— Indagó Alice cruzando los dedos.

El chico tardó un momento en responder, al otro lado de la línea solo se oían algunos murmullos hasta que finalmente Andrés volvió al teléfono.

—El señor Dalton acepta darle el adelanto, luego de que usted firme el contrato.

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