4: Súplicas

La tensión entre ambos era tan espesa que casi podía cortarse con tijeras, ambos se miraban fijamente a los ojos sin articular palabras, aunque ambos sentían emociones distintas, sus expresiones eran las mismas, ninguno estaba dispuesto a doblegarse frente al otro. Dalton inspiró hondo y comenzó a negar con la cabeza en señal de desaprobación y luego se fue sin decir nada.

En ese momento, luego de que la bestia se fuera, Alice dirigió su mirada hacia el pequeño Samuel y rápidamente se acercó a él para intentar consolarlo por lo que había visto, la castaña había olvidado que el pequeño estaba allí, estaba tan cegada por la impotencia que olvidó su presencia en el comedor y por más que su padre sea un hijo de puta, Samuel no era culpable de eso y no debió haber presenciado su discusión.

—Sami, lamento que me hayas visto de esa manera— Musitó la castaña envolviendo al niño con sus brazos —No sé qué me pasó, yo no soy así. Perdí los estribos.

Samuel correspondió su abrazo con emoción, pero no le dijo nada aún.

—¿Cómo te sientes? Te juro que no fue mi intención asustarte— Masculló Alice al ver que el niño la abrazaba con fuerza —Yo solo me dejé llevar por mis impulsos, pero te prometo que no volverá a suceder— Añadió apretándolo más hacia su cuerpo.

Alice no podía verle la cara al pequeño, pero este estaba muy orgulloso de ella, de hecho, parecía que el niño la admiraba de cierta manera. Nunca antes había visto que alguien se atreviera a desafiar a su padre de esa manera, jamás un empleado había exigido sus derechos así. Al menos no las otras niñeras que el pequeño había conocido.

El pequeño deshizo su agarre y se apartó un poco de ella, alzó su rostro y la miró fijamente con ese brillo en sus ojos que demostraba lo cautivado que estaba por su nueva heroína.

—Yo hablaré con mi papá, quiero que tú cocines más cosas igual de deliciosas para mí— Declaró el pequeño —Aunque quizá deba esperar a que lo supere, ya sabes cómo es… —Aseguró el pequeño con tanta madurez que impresionó a Alice —¿Tienes más recetas así? ¡Quiero que tú seas quien prepare mi comida!— Chilló en tono de súplica.

La castaña frunció el ceño confundida mientras ladeaba su cabeza sin dejar de mirarlo, ella no estaba segura de lo que estaba escuchando, ¿Realmente el niño le estaba diciendo todo eso, o solo era su imaginación?

—¡No me mires con cara de tonta! ¡Te lo estoy preguntando! ¡Alice!— Bramó el niño cruzándose de brazos al ver que esta no le decía nada.

—Sami, puedo prepararte todo lo que quieras, pero sé que tu padre no lo aprobará y no quiero tener más problemas con él— Respondió Alice encogiéndose de hombros.

—¿Y eso qué importa? ¡Sé que te gusta romper las reglas! ¡Eres muy valiente! ¡Recuerda que los escuché, pasé lo que pasé, mi papá no va a despedirte este mes!— Declaró el niño empecinado en su decisión.

Alice se quedó pensativo, realmente tenía un poco de sentido lo que el pequeño le estaba diciendo. Después de todo, el puesto de cocinera ahora estaba vacante y de momento nadie ocuparía el puesto de Mónica, así que mientras contrataban a una nueva cocinera ella podría seguir cocinando para el niño.

Mientras Alice y Samuel conspiraban en el comedor, Dalton se dirigió hacia su estudio en el primer piso de la casa, estaba totalmente furioso, pero tenía trabajo que hacer y debía enfocarse en sus pendientes del día sin importar lo que haya sucedido. Se sentó en su escritorio y comenzó con los preparativos para su videoconferencia, la cual iniciaría en cualquier momento, pero por más que intentaba apartar sus pensamientos sobre la discusión, le era imposible estar enojado.

Dalton detestaba profundamente que las personas rompieran sus reglas, él era un hombre obsesionado con el control y la perfección, claramente esto lo sacaba de quicio “¿Cómo se atreve a cuestionar mis órdenes y más a esta hora de la mañana, entre semana, cuando se supone que debo concentrarme en mi trabajo?“Pensó fastidiado. Se suponía que por el momento ya había terminado su trabajo pendiente por esta semana casi en su totalidad y hoy solo se enfocaría en la videoconferencia con seis de sus socios más importantes.

¿Pero como se enfocaría en su trabajo luego de esa infamia? Incluso pensó en suspender la reunión para otro día, pero no tenía espacio en su agenda, ya que todos estos socios vivían en otro continente y la diferencia de horario entre ellos y Dalton les impedía poder llevar a cabo sus reuniones. Esa videoconferencia ya había sido pospuesta dos veces y él no podía darse el lujo de suspenderla una tercera vez a causa de sus emociones, eso sería muy poco ético de su parte.

Faltando solo diez minutos para iniciar la videoconferencia, Dalton escuchó un toqueteo que prevenida de la puerta de su estudio. Furioso Dalton se llevó ambas manos a la cara y froto su rostro con frustración. Normalmente, ninguno de sus empleados se atrevería a molestarlo en su estudio, así que no le costó trabajo darse cuenta de que quizá era Alice quien lo molestaba una vez más.

—¡Si insistes en defender a Mónica, es un caso perdido! ¡Ella se lo buscó por incumplir mis órdenes estrictas! ¡No puedes solo llegar y entorpecer el trabajo de otras personas! ¿Acaso no reflexionas lo que has hecho?— Farfulló Dalton desde su silla sin intenciones de abrirle la puerta —¡Por tu culpa esa mujer perdió su empleo! ¡Quizá debas asumir las consecuencias de tus actos! ¡Mire todo el caos que causó! ¡No me obligue a despedir más gente por su culpa, señorita Davis!

—¡Papá, soy yo!— Gritó Samuel desde afuera del estudio.

—No puede ser…— Bisbisó el Dalton mientras se frotaba las sienes con brusquedad —Samuel, estoy ocupado con el trabajo ¿Dime qué pasa?

Samuel resopló con frustración y sin permiso abrió la puerta del estudio y se adentró al lugar con determinación, sin duda, el pequeño tenía el mismo carácter que su padre y si quería atención la tendría a como diera lugar.

—¡Papá!— Farfulló mientras se acercaba al escritorio con irreverencia—¿Puedes tratar mejor a Alice y dejar de ponerle las cosas tan difíciles? ¡Ella es una buena chica y merece más respeto¡¡Ella es la mejor niñera que he tenido y me trata mejor que esas chicas de antes!

Dalton cerró sus ojos y apretó la mandíbula mientras inspiraba hondo para contener su ira y no darle de nalgadas a Samuel por su insubordinación.

—¿Crees que ella te trata bien? Solo lleva un día en esta casa y ya te dio comida chatarra, tú no sabes lo que dices, eres muy joven para entender lo que está bien y lo que está mal. Tú no puedes comer esas cosas llenas de grasa, es malo para ti— Explicó Dalton en tono severo.

—Tienes razón, papá. Soy muy joven, pero no soy tonto y estoy seguro de lo que te estoy diciendo, esas otras chicas que contrataste para que fueran mis niñeras fueron buenas contigo y querían pasar todo el día detrás de ti, pero a mí me trataban mal y me ignoraban. Pero Alice es diferente, ella te molesta, pero a mí me parece genial— Respondió Samuel cruzándose de brazos.

No había manera, el niño sabía lo que quería y no aceptaría un “no” como respuesta.

—Entonces dime… ¿Cómo te trata la nueva niñera?— Indagó Dalton con incredulidad y a la vez orgullo por la firmeza de su hijo al defender sus convicciones.

—Ella es muy amable conmigo, ayer cuando llegó la asusté dejándole caer a mi tarántula sobre la cabeza, quería ahuyentarla, pero aun así ella no me castigó ni me regañó y tampoco te dijo nada al respecto.

—¿Entonces crees que estaba bien porque no me cuenta las travesuras que haces?

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