5: Unidad de cuidados intensivos

Días después.

Alice estaba sentada en el asiento trasero del auto que Dalton le asignó para llevarla a cualquier sitio que necesite de forma segura y puntual. El chofer la llevaba al hospital en el que se encuentra su madre, durante todo el camino, Alice iba mirando por la ventanilla, aunque realmente no estaba viendo nada, solo estaba sumida en sus pensamientos. A pesar de verse tranquila en su exterior, su interior estaba hecho un caos.

Ella sentía que su corazón estaba en un lienzo en blanco, como si no hubiera más que eso, desde hacía un tiempo, cuando su madre enfermó, todo era igual, de pronto su futuro era incierto, ella vivía cada día sin más, ya no tenía esperanza, ni aspiraciones o sueños. Simplemente, no existía nada más para ella que el bienestar de su madre y estaba pagando el costo de mantener a su madre viva por el alto precio de abandonar todo atisbo de ilusión y fe en sí misma.

Cuando recién salió de la escuela con una beca completa para la universidad ella aspiraba ser una gran profesional, tenía metas y sueños, pero al graduarse de la universidad su madre enfermó y tuvo que sacrificar todo por la salud de su madre, después de todo, su madre era madre soltera, Alice no sabía nada acerca de su padre, así que no tenía ningún tipo de apoyo, solo eran ellas dos contra el mundo.

Al llegar al hospital, el chofer aparcó el auto en el estacionamiento y está bajo luego de pedirle al hombre que la esperara y este acepto porque su único trabajo era estar para ella cuando lo necesitara.

La castaña bajó del auto y se dirigió hacia la recepción del hospital, se anunció en la entrada con una de las enfermeras de guardia y acto seguido fue directo a la unidad de cuidados intensivos para ver a su madre. Al llegar, está la recibió con una amplia sonrisa a pesar de estar en un estado deplorable físicamente, con una cánula de oxígeno bajo su nariz, una vía intravenosa y un medidor de pulso en su dedo índice.

—Hola, mamá— Musitó la castaña con una amplia sonrisa, aunque sus ojos estaban inundados de lágrimas que amenazaban con derramarse en cualquier momento.

—Cariño, me alegra mucho verte— Declaró la mujer con regocijo —Ya me parecía que habías tardado mucho en venir a verme.

—Lo siento, mamá. Debí haberte llamado… Yo… encontré un empleo y apenas hoy pude pedirle permiso a mi jefe para venir a verte. Lamento no haberte avisado— Masculló Alice mientras se sentaba con cuidado en el borde de la cama de su madre.

—Descuida, cariño. No te preocupes por mí, tú tienes el derecho de hacer tu vida. Me alegra mucho que hayas conseguido un empleo, cuéntame todo, quiero saber que te ha parecido.

—Bueno, ahora trabajo para Dalton Monroe y con respecto a como se han dado las cosas… todo está bien, mejorando con el tiempo— Respondió la castaña sin dar demasiados detalles, puesto que no quería darle preocupaciones a su madre.

Alice creía que ya tenía suficiente con trabajar de niñera a pesar de ser una diseñadora profesional, en efecto, era degradante y ya tenía suficiente con su propia decepción. Sentía que si su madre supiera la verdad también estaría decepcionada de ella y estaba segura de no soportar más puñales en su corazón.

—Suena muy bien. Estoy muy feliz por ti, cariño. Espero que todo salga increíble, yo sé que tú puedes— Declaró su madre emocionada.

—Gracias mamá— Bisbiso Alice haciendo una mueca que debía ser una sonrisa, pero se sentía mal por mentirle a su madre sobre la realidad de su empleo.

—Alice… Sé que últimamente hemos pasado por mucho y quizá esto sea un poco fuerte, pero lo he pensado bien y quiero que sepas la verdad… la verdad sobre tu padre y de como sucedieron las cosas— Confesó su madre en tono serio.

Alice miró fijamente a su madre con los ojos tan abiertos que incluso parecía como si fueran a salírsele de sus cuencas. Su madre jamás había querido hablarle de su padre, y a pesar de no conocerlo o saber siquiera su nombre, Alice sentía un profundo odio hacia él y no quería que su madre le hablara de él, como si tuviera que confesar sus pecados para estar en paz consigo misma antes de morir.

—¡No, mamá! ¡No lo hagas, por favor! ¡No quiero saber nada de él!— Farfulló, Alice alterada.

—Alice, tengo que hacerlo… No quisiera morir sin que tú sepas la verdad, por favor… escucha lo que tengo que decirte— Insistió su madre en tono severo.

—¡Ni hablar, Madre! ¡Se supone que vine a visitarte para pasar tiempo contigo, no quiero que me hables de ese hijo de perra!— Espetó Alice soltando finalmente todas las lágrimas que había intentado contener, en las cuales se destilaba poco a poco el dolor, la ansiedad y la bruma que la estaban carcomiendo en su interior.

Luego de esa pequeña discusión, su madre optó por no decirle nada más al respecto, por más que quería sacarse esa espina del corazón, decidió respetar la decisión de su hija. Por otro lado, sin importar el curso del resto de la visita, Alice no paró de llorar hasta secarse.

Luego de que terminaran las horas de visita, Alice volvió a la Mansión Monroe. Por todo el camino, Alice iba exactamente igual de perdida en sus emociones, hasta que entraron al jardín de la mansión y Alice vio a una mujer alta, rubia y muy elegante que estaba en el jardín con Samuel.

Alice bajó del auto y se adentró en la mansión rápidamente, atravesó el recibidor y fue directo a la sala de estar que tenía ventanales, los cuales le proporcionaban una vista panorámica del gran jardín en el que se encontraba Samuel en compañía de esa mujer. A simple vista se notaba la alegría de ambos mientras charlaban y caminaban entre los arbustos. La castaña se sorprende e incluso se le hiela la piel, algo le decía que si la madre del niño estaba en la casa, de seguro Dalton estaría más hostil de lo habitual.

—¿Esa será su madre?— Se preguntó a sí misma a media voz.

De repente, pasó lo que menos esperaba, Dalton apareció detrás de ella justo a tiempo para escuchar su comentario apenas audible, generándole un respingo con su repentina aparición.

—Sabes… no deberías especular sobre cosas que no te conciernen, señorita Davis— Comentó Dalton en tono de reprimenda, aunque se lo veía bastante tranquilo —¿Cómo se encuentra su madre?— Indaga mientras se sienta en uno de los sofás de la habitación con placidez.

—No se encuentra nada bien, aunque intenté ser fuerte, su aspecto la delata cruelmente— Responde la castaña encogiéndose de hombros

—Comprendo…— Afirma el ojiverde —¿Así que vas a pedirme un adelanto de tu salario del siguiente mes?— Pregunta con simpleza.

Alice de inmediato se sintió ofendida por su pregunta, a pesar de que lo dijo sin ningún tipo de doble intención, la castaña sentía que de cierto modo se estaba burlando de ella. Abrió su boca para responderle agresivamente, pero se contuvo al ver que Samuel entró a la habitación tomado de la mano por la mujer que lo acompañaba en el jardín, esa que se vestía como si fuera a un desfile de moda en París. Al verla, el pequeño le sonrió y corrió hacia ella para terminar abrazándose a sus piernas.

—¡Alice, volviste!— Exclamó el pequeño emocionado.

—Hola, Sami. Yo también estoy muy feliz de verte— Dijo la castaña, inclinándose para abrazarlo sin apartar su vista de aquella mujer.

—¡Alice, te presento a mi tía Mía, ella es mi tía favorita!— Declaró alegremente el pequeño luego de deshacer su abrazo y llevar a Alice de la mano para que conociera a la mujer.

—Es un placer conocerla, señorita Mía. Mi nombre es Alice Davis, soy la nueva niñera de Samuel— Saludo la castaña tendiéndole la mano cortésmente.

Alice quería ser tan agradable como podía, pero en respuesta solo recibió una mirada despectiva de la hermana de Dalton, quien ignoró rotundamente que esta le tendió la mano. Al parecer, Samuel no era el único que detestaba a sus niñeras.

Mía era la hermana menor de Dalton quien amaba a Samuel como si fuera su hijo y siempre había tenido una muy buena relación con el pequeño, así que estaba al tanto de lo que Sam sentía con respecto a las niñeras que habían pasado por esa casa y le era imposible no odiar a todas y cada una de ellas sin conocerlas.

Al caer la noche se encontraba la familia reunida en el comedor mientras esperaban que les sirvieran la cena.

—Dalton…— Musitó Mia al notar que en la mesa habia un plato de mas.

Dalton aparto la vista de su teléfono y miró a su hermana para hacerle entender que la estaba escuchando.

—¿Por qué hay cuatro platos si solo somos tres? ¿Acaso esperamos a alguien?— Indagó confundida.

—Es para Alice, ella comerá con nosotros— Respondió el pequeño Samuel alegremente.

—¿Y desde cuándo los empleados cenan en la misma mesa que nosotros?— Preguntó en tono hostil —Sami, se que te agrada mucho tu nueva niñera, pero que coma con nosotros va contra las reglas— Añadió en tono de reprimenda.

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