Pese a todo, alguna vez yo sí lo consideré mi amigo y no me encanta la idea de torturarlo para que me dé el resto de la información, así que eso es algo que dejaré en manos de Sebastián. Me ha contado el motivo de su traición y eso en realidad duele, pero quizás la razón por la cual me duele es porque alejé a mi familia debido a su dañina influencia. Roberto tiene razón, he sido un imbécil, pero ya no más.Tomo nuevamente el celular y llamo a Sebastián.—Tengo a Roberto, ¿a dónde lo llevo? —antes de que Sebastián pueda contestar, Roberto grita.—¿No tienes pantalones para matarme tú mismo? ¿Mandarás al perro de tu primo?Ahora sí hace el amague de levantarse, pero se ve algo pusilánime tratando de ponerse violento cuando su pierna no le permite levantarse de manera enérgica.—Obviamente dejaré eso en manos de un experto, tienes más información que queremos —siento cómo se refresca mi alma al ver el miedo en sus ojos—. Un imbécil como yo suele delegar esas cosas y ¿quién mejor que mi p
—Si algo le llega a pasar a mi hermana, te aseguro que no volverás a dormir tranquilo en lo que te resta de vida, Alexander.Me mantengo serio ante la evidente preocupación que muestra Yoshua por su hermana. Es bien sabido que ella es la única familia que le queda, así que la sobreprotege y a la pobre chica no le queda de otra más que escapar cada vez que puede para disfrutar un poco de la vida.—Por el momento no tienes que preocuparte por ella, está en muy buenas manos. Además, evidentemente lo está disfrutando; no está ahí en contra de su voluntad, aún —mis palabras dejan un claro mensaje que capta el hombre.—¿Qué es lo que quieres? —escupe con odio.—¿En qué consiste el trato que tenías con Roberto y qué tienen que ver los William con esto? Si tenían un trato con Roberto, ¿por qué salió lastimado en el atentado? —ante su silencio, decido presionar un poco más—. Vamos, Yoshua, no me obligues a enviar esta imagen a las redes sociales, y los dos sabemos que recuperarse de algo como
Estoy de pie frente a la habitación del abuelo. Van a ser las once de la noche, pero, pese a ello, la luz se filtra bajo su puerta, haciéndome suponer que está despierto. Golpeo tres veces y, unos segundos después, escucho un carraspeo, indicándome que necesitaba aclarar la voz antes de preguntar finalmente:—¿Quién es?—Alexander, ¿puedo pasar?—Pasa.Su voz se siente algo tambaleante. Confirmo en parte las palabras de Isabella al contarme que el abuelo estaba muy afectado por la situación de Noah. Me siento en el borde de la cama y ahora también puedo confirmar la congoja en su semblante.—Supongo que Isabella te contó sobre Noah.—Sí, lo hizo, pero solo porque está preocupada por ti —aclaro.—Lo sé, es buena chica.—¿Qué es exactamente lo que está pasando con Noah? ¿Por qué no puedes ir a verlo?—El único que puede ir por el momento es Sebastián. No estoy seguro de que se alegre al verme; posiblemente lo único que logre sea hacerlo sentir peor.La historia que me cuenta el abuelo n
Según le entendí a Alexander, Sebastián dejará unos temas listos en la oficina, al igual que "aquello otro", para poder ir a apoyar a Noah. De verdad me habría gustado ir a ayudar, pues aunque no lo conozco, es imposible que una desgracia tan grande como esa no toque mi corazón, más aún cuando está afectando también a mi nueva familia, a personas que amo.El abuelo está más tranquilo aparentemente, pero estoy segura de que es una fachada.—Claro que es una fachada —dice Cloe cuando hablamos en la oficina—. Entre más envejece una persona, más sentimental se vuelve. Al menos eso fue lo que pasó con mis abuelos, es como si poco a poco volvieran a tomar la personalidad de niños.Yo no recuerdo a mis abuelos, así que no tengo punto de comparación. Tal vez le pregunte a Sophia sobre eso, puede que ella sí los recuerde.—Me ofrezco para ir a cuidar a la bebé —dice Cloe con ojos soñadores.—No puedes, eres nueva en el trabajo. No puedes pedir permiso o vacaciones, mientras que Sophie sí. Adem
Isabella duerme profundamente, así que, según mi nueva rutina, me escabuyo de la cama y termino en el patio con un cigarrillo entre los dedos. Hoy no tengo ganas de fumarlo, pero sí quiero tenerlo entre los dedos y observar cómo sube el humo.Sebastián se ocupó de Roberto y le sacó datos muy interesantes. No puedo evitar sentir algo de pesar por él, pues, una vez que decidió traicionarme, su destino quedó marcado. Nunca tuvo una oportunidad real en el camino que él quería; ni Yoshua ni los William lo consideraron un socio permanente. Él solo fue una ficha, y Sebastián se encargó de dejárselo bien claro.Estoy haciendo todo lo posible por ser visible en ese tipo de actividades. Sebastián dice que eso es importante para ganarme el respeto de los hombres. Rememoro una de nuestras conversaciones:—Necesitas crear imagen y que ellos no te vean temblar la mano —me dijo hace unos días—. Ahora que me puedo encargar de tu seguridad, todo será más fácil.—¿Alguna vez sospechaste de Roberto? —me
Ha sido difícil para mi tío Ronald entretener al abuelo, pero afortunadamente, al entrar la videollamada de mi tío Liam, el papá de Noah, por fin puedo quedar solo. Ya es hora de partir para la reunión, así que le he recomendado especialmente a Isabella que cuide del abuelo, pues no podré retornar con ellos a casa.La cita fue acordada en el Club A Steakhouse. Llego de primeras pero con poco tiempo de antelación. El chico llegó tarde, muy tarde a la reunión, y no ofreció justificación alguna, dejándome eso un mensaje muy claro: no me debe consideración alguna, él se cree el jefe. De ninguna forma eso puede ser un buen inicio, pero aún así, sigo adelante con lo que tengo en mente.Antony Williams es un chico de veintitrés años, delgado y con ademanes muy cuidados. Lo mire por donde lo mire, es evidente que pertenece a la élite de la ciudad, lo delata su ropa fina, pero sobre todo la mirada de suficiencia ante la cual todos parecemos seres inferiores.—Supongo que tienes algo que ver co
Despierto con el pulso algo acelerado y el cuerpo caliente. Aún tengo somnolencia, y eso me dificulta comprender el motivo por el cual he dejado escapar un jadeo y me siento tan bien de repente.—Isabella.Su nombre escapa de mis labios a la vez que levanto la sábana para descubrirla atendiéndome de manera muy diligente. Yo acabo de despertar, pero, por lo que puedo apreciar, mi amigo ahí abajo lleva un rato ya bien despierto y dispuesto.—Alexander —contesta ella, poniendo cara de inocente y retirando su camisón.¿Dónde quedó la mujer inocente a quien yo sorprendía? ¿Ahora me hace asaltos sexuales a la madrugada? Sonrío ante ese pensamiento y me encanta. Gatea sobre mí y me besa de forma tan sensual que me deja con ganas de más cuando se aleja. Se acomoda sobre mí y, sin dejarme ingresar, inicia un vaivén lento que genera una deliciosa fricción entre nuestros sexos, casi hasta el punto de ser tortura.Tomo con firmeza su cadera y la obligo a quedarse quieta por un momento para control
Ocho días, o quizás menos, antes de que empecemos a sentir las represalias de los Williams. Retrocedo y me inclino hacia un lado, esquivando el golpe que mi compañero de prácticas intenta asestarme. Un golpe suyo debe ser muy doloroso a juzgar por su corpulencia, pero, para mi buena fortuna, no es muy hábil. Así que me da tiempo suficiente para golpear su costado, haciendo que se doble, e inmediatamente le tiro un golpe de gancho.No me interesa realmente lastimarlo, solo necesitaba quemar energía y empezar a retomar viejos hábitos. Esta es una actividad que no puedo compartir con Isabella; se escandalizaría si supiera de esto y tendríamos una discusión sobre la gravedad de mis lesiones. Ya estoy bien, lo suficientemente bien, no necesito que un médico me lo diga.—Estás motivado —dice mi entrenador—. ¿Un día pesado en la oficina?Me quito el protector bucal y los guantes.—Algo así, pero independien