Vamos camino a "casa", o al menos así se supone que debo llamar al penthouse al cual vamos a regresar. La última vez que pisé este lugar, las cosas entre Alexander y yo me parecían algo terroríficas; en cambio, ahora creo tener sentimientos por este hombre. No hago sino preguntarme si puedo llamar a esto una relación de verdad o si soy presa del famosísimo síndrome de Estocolmo.No creo que sea loco pensar en eso. Al fin de cuentas, no es muy normal pensar que estoy desarrollando sentimientos reales por un hombre solo porque me encante su físico, me haga gozar en la cama y pueda pagar los gustos que se me antojen, ¿verdad? Por momentos olvido que me casé estando drogada (motivo principal por el cual no lo recuerdo), que no accedí a nada de esto y que me casé sin conocerlo. Y eso me hace preguntarme: si no me gustara físicamente, no estuviera satisfecha entre sus brazos y no pudiera darme los gustos que me da, ¿me sentiría igual?No conozco esa respuesta y eso me frustra, aunque no pie
Isabella está muy ansiosa por conocer a mi abuelo, es evidente y se ve muy tierna así. El abuelo vive en Staten Island y, una vez que el vehículo atraviesa la reja que demarca el inicio de la propiedad, puedo ver también en el rostro de Isabella que ella quisiera vivir en un lugar así.Observo la casa y el amplio jardín que la rodea, y aunque debo reconocer que es bonito, para mí en este momento no es algo especial, pues es el lugar en el cual viví por muchos años. Bajamos del vehículo y la señora Emma ya nos está esperando en la puerta con una gran sonrisa y otras dos empleadas.—Señor, señora, es un gusto verlos, felicidades por su matrimonio —dice la mujer con una sonrisa sincera en el rostro.—Gracias, señora Emma —abrazo alegremente a la mujer que prácticamente ayudó a criarme—. Le presento a mi esposa, Isabella.Isabella nos observa y saluda tímidamente a la mujer, quien no duda en presentarse antes de que yo lo haga.—Es un gusto conocerla por fin, señora Isabella. Soy Emma, am
Todo inicia siempre con la suavidad de un beso, con esos labios que, sin saber cómo lo hace, logran correr cada día un poco más mis límites sexuales y me hacen amoldar a los deseos del hombre que me tiene entre sus brazos. Mi marido. Ya he aceptado que es mío, me pertenece, así como yo le pertenezco. No es un buen hombre, claro que no, no puede serlo y, aun así, no me imagino haciendo esto con alguien más.Estoy acorralada contra una pared con mis manos prisioneras sobre mi cabeza. Me tiene indefensa con las caricias que sus labios y su otra mano libre me regalan. Puedo sentir la excitación de su miembro frotándose sobre mi cuerpo y, poco después, estoy incómodamente mojada.—Nos escucharán —susurro preocupada.—¿Y? No pienso contenerme por ellos. Prefiero escucharte, sentirte —mi bata cae al suelo y quedo igualmente desnuda frente a él.Su mano aprieta uno de mis senos y lo siento tratando de acomodarse a mi entrada, pero de pronto cambia de opinión.—Gira, separa las piernas para mí
Aún está oscuro cuando abro los ojos. Isabella está profundamente dormida y nuestros cuerpos están enredados bajo la sábana, por lo cual debo salir de la cama con mucho sigilo para no despertarla. Son poco más de las cuatro de la mañana y estoy seguro de que mi abuelo ya está despierto. Por alguna extraña razón, cada vez duerme menos en la noche y eso lo obliga a tomar algunas siestas durante el día; dice que eso es cosa de viejos.Es verdad que está viejo, pero es el hombre más lúcido que conozco. Atravieso el corredor y busco su habitación, la cual, obviamente, es la más grande de toda la casa. Bajo la puerta se alcanza a filtrar algo de luz, lo cual me confirma que efectivamente está despierto.Golpeo tres veces la puerta y hablo.—¿Puedo pasar, abuelo?Escucho que una silla se corre levemente y luego el sonido de sus pies al acercarse a la puerta para posteriormente abrirla y dejarme pasar.—Sigue, Alexander, sabía que vendrías —me sorprenden un poco sus palabras— siéntate, tenemo
No hay forma sencilla ni segura de tener esta conversación, así que solo dejaré que todo fluya. Hemos terminado el tinto, arreglado para bajar a desayunar y luego iremos al jardín a conversar. El abuelo insiste en llevar a Isabella al club en los próximos días para presumirla, y esa me parece una idea muy buena, pues estando con él y en esta casa, ella no correrá peligro y de paso el viejo será feliz.Tomo su mano y vamos hasta el jardín, sentándonos junto a una pequeña fuente rodeados de tulipanes. Esas eran las flores preferidas de la abuela, así que el abuelo se encarga de mantenerlas lo mejor posible.—Mañana debo ingresar a trabajar nuevamente, Isabella, y nuestra dinámica va a cambiar mucho. Por eso es necesario que tengamos esta plática.—Por lo menos tú tienes una rutina desde mañana. Yo ya no tengo trabajo ni puedo volver a la universidad —ese es un ataque que merezco—. No tengo problema con acompañar al abuelo al club, pero no puedo solo hacer eso todo el día o todos los día
Este hombre es increíble, ¿acaso solo piensa en sexo? Bueno, tampoco puedo darme las de santa ahora, pues eso de tener relaciones en cualquier parte de la casa y la música a alto volumen, ya lo había pensado también. Pero en verdad me cae bien ese hombre de mirada triste y cabello cano.—Entendí —no puedo más que sonreírle—. Yo también quiero eso, es solo que me da pena con él. Pero tal vez podamos encontrar una solución, una manera de atenuarle las cosas al pobre hombre.—¿Cuál pobre hombre? —responde Alexander, pareciera que él ve un hombre diferente al que veo yo.—Claro que sí, es un pobre hombre. Creó una empresa para el bienestar de su familia. Ahora todos están tan ocupados trabajando en esa empresa que a duras penas lo visitan, y para rematar, su esposa falleció. Este no era su sueño a esta edad —defiendo al hombre, pues posiblemente a mi marido no se le ha ocurrido pensar en lo que quisiera a la edad de su abuelo.—Algo se me ocurrirá para estar con mi mujer a gusto —por el m
Mis vacaciones han terminado y ya no puedo seguir eludiendo mis responsabilidades. Estoy mentalizado para que las primeras dos semanas sean brutales para mí. Por más que alguien me reemplazó en la empresa, un temporal no puede manejarlo todo, así que hay negociaciones pendientes. Los clientes "especiales" no pueden ser atendidos por cualquiera, así que, aunque traté de dejar ese tipo de temas arreglados antes de mi boda, las urgencias ocurren.Algunos "insumos" desaparecieron de una de las bodegas de la ciudad y, para eso, no existen pólizas legales que pueda llamar a cobrar o denuncias que instaurar. Las investigaciones se deben hacer internamente para detectar la falla y solucionar el problema, pero, mientras tanto, tengo un cliente peligroso pidiendo la devolución de su mercancía o su equivalente en dinero.No soy idiota, obviamente eso no vale todo lo que me está pidiendo, pero se escuda en el daño a su nombre por fallarle a sus clientes. Patrañas, eso no son más que patrañas. Le
Esta mañana abro los ojos cuando Alexander ya está arreglado y casi listo para salir a trabajar. Recibo mi beso mañanero tal y como está estipulado en nuestro convenio verbal y le encimo un abrazo tratando de convencerlo de que vuelva a ser mi almohada. Es su culpa, él me está volviendo una mujer caprichosa y no estoy haciendo nada por impedírselo. Besa mi cuello y, cuando bajo la guardia, de un rápido movimiento escapa de mis brazos para burlarse de mí a una distancia prudente de la cama.—Debo ir a trabajar y arreglar algunos asuntos que ya son grises —dice con ese brillo pícaro en su rostro— y ya vi tus negras intenciones, así que no me puedo dejar atrapar.Pongo mi mejor cara de cachorro abandonado, pero parece que es realmente importante lo que tiene que solucionar. Si no, estoy segura de que habría salido victoriosa en esta contienda. Una mueca especial en su rostro me indica que también quiere mimarme, pero aunque la mueca está presente y sus ojos brillan coquetos, sus palabras