41. RUTINA: DESAYUNAR JUNTOS
Esta mañana abro los ojos cuando Alexander ya está arreglado y casi listo para salir a trabajar. Recibo mi beso mañanero tal y como está estipulado en nuestro convenio verbal y le encimo un abrazo tratando de convencerlo de que vuelva a ser mi almohada. Es su culpa, él me está volviendo una mujer caprichosa y no estoy haciendo nada por impedírselo. Besa mi cuello y, cuando bajo la guardia, de un rápido movimiento escapa de mis brazos para burlarse de mí a una distancia prudente de la cama.

—Debo ir a trabajar y arreglar algunos asuntos que ya son grises —dice con ese brillo pícaro en su rostro— y ya vi tus negras intenciones, así que no me puedo dejar atrapar.

Pongo mi mejor cara de cachorro abandonado, pero parece que es realmente importante lo que tiene que solucionar. Si no, estoy segura de que habría salido victoriosa en esta contienda. Una mueca especial en su rostro me indica que también quiere mimarme, pero aunque la mueca está presente y sus ojos brillan coquetos, sus palabras
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