Hola querido Lector. En este capítulo conocieron un personaje nuevo que aparcerá de manera fugaz un par de veces en esta historia, el señor RICHARD BROW. Este hombre es uno de los protagonistas principales en otra de mis novelas llamada TE DECLARO MÍO, la cual está completa en esta plataforma. Es un triángulo amoroso picante y con temática de mafia. Esa novela está partida en dos, la parte A es narrada por la protagonista y la parte B por RICHARD, el hombre que ganó el corazón de Lorena y créanme si tienen un pensamiento tan peculiar como el mío, amarán la parte B, quizás más que la A. Yo solo suelto ese dato y me retiro lentamente.
Algo no está bien, no se siente bien. No estoy hablando del amigo de Alexander que prácticamente me comió con la mirada, es otra cosa. Con esos hombres cerca, la mirada de Alexander cambió y su voz se volvió mucho más dura. Entiendo que existe un tema extraño entre hombres, una especie de rivalidad para mostrarse más fuertes o poderosos que el otro, pero sentí que es algo más.Vamos camino al hotel y, por primera vez desde que estamos juntos, nos subimos a un vehículo de seguridad con sus escoltas. Supe de ellos por primera vez en nuestra primera salida de compras, pero fuera de eso, habían sido casi invisibles para mí hasta este momento. Quiero preguntar el motivo de este cambio, pero no quiero sacarlo con ellos presentes. Alexander corre un vidrio y la parte de atrás del vehículo queda incomunicada visualmente con el conductor y el copiloto, pero no estoy segura del sonido, así que me pienso morder la lengua hasta que lleguemos a la habitación del hotel.Mis zapatos salieron volando
Hoy sentí temor real por primera vez. Digamos que crecí sabiendo la posibilidad de un secuestro o simplemente ser asesinado por algún idiota con ganas de poder o venganza, pero nunca tuve que preocuparme realmente por proteger a alguien más. Mi abuelo sabe defenderse, mis tíos y primos también, pero Isabella es otra historia, y lo que pasó ni siquiera debí considerarlo un peligro real, solo una situación a la cual debía darle manejo.¿El abuelo y papá pasaron por lo mismo cuando encontraron a mi madre y a mi abuela? Creo que ahora entiendo por qué el abuelo dijo que una relación y un hijo me ayudarían a ser más aplomado, a pensar mejor las cosas antes de actuar. Si quiero el bienestar de Isabella y de nuestros futuros hijos, necesito ser más cuidadoso, más listo. Hoy ni Richard ni Liam llegaron a ese lugar buscándonos, solo fue un evento que yo debí haber imaginado.—El mundo es complicado, en especial el mío, Isabella, pero te prometo que te cuidaré, seré mucho más cuidadoso de ahora
Vamos camino a "casa", o al menos así se supone que debo llamar al penthouse al cual vamos a regresar. La última vez que pisé este lugar, las cosas entre Alexander y yo me parecían algo terroríficas; en cambio, ahora creo tener sentimientos por este hombre. No hago sino preguntarme si puedo llamar a esto una relación de verdad o si soy presa del famosísimo síndrome de Estocolmo.No creo que sea loco pensar en eso. Al fin de cuentas, no es muy normal pensar que estoy desarrollando sentimientos reales por un hombre solo porque me encante su físico, me haga gozar en la cama y pueda pagar los gustos que se me antojen, ¿verdad? Por momentos olvido que me casé estando drogada (motivo principal por el cual no lo recuerdo), que no accedí a nada de esto y que me casé sin conocerlo. Y eso me hace preguntarme: si no me gustara físicamente, no estuviera satisfecha entre sus brazos y no pudiera darme los gustos que me da, ¿me sentiría igual?No conozco esa respuesta y eso me frustra, aunque no pie
Isabella está muy ansiosa por conocer a mi abuelo, es evidente y se ve muy tierna así. El abuelo vive en Staten Island y, una vez que el vehículo atraviesa la reja que demarca el inicio de la propiedad, puedo ver también en el rostro de Isabella que ella quisiera vivir en un lugar así.Observo la casa y el amplio jardín que la rodea, y aunque debo reconocer que es bonito, para mí en este momento no es algo especial, pues es el lugar en el cual viví por muchos años. Bajamos del vehículo y la señora Emma ya nos está esperando en la puerta con una gran sonrisa y otras dos empleadas.—Señor, señora, es un gusto verlos, felicidades por su matrimonio —dice la mujer con una sonrisa sincera en el rostro.—Gracias, señora Emma —abrazo alegremente a la mujer que prácticamente ayudó a criarme—. Le presento a mi esposa, Isabella.Isabella nos observa y saluda tímidamente a la mujer, quien no duda en presentarse antes de que yo lo haga.—Es un gusto conocerla por fin, señora Isabella. Soy Emma, am
Todo inicia siempre con la suavidad de un beso, con esos labios que, sin saber cómo lo hace, logran correr cada día un poco más mis límites sexuales y me hacen amoldar a los deseos del hombre que me tiene entre sus brazos. Mi marido. Ya he aceptado que es mío, me pertenece, así como yo le pertenezco. No es un buen hombre, claro que no, no puede serlo y, aun así, no me imagino haciendo esto con alguien más.Estoy acorralada contra una pared con mis manos prisioneras sobre mi cabeza. Me tiene indefensa con las caricias que sus labios y su otra mano libre me regalan. Puedo sentir la excitación de su miembro frotándose sobre mi cuerpo y, poco después, estoy incómodamente mojada.—Nos escucharán —susurro preocupada.—¿Y? No pienso contenerme por ellos. Prefiero escucharte, sentirte —mi bata cae al suelo y quedo igualmente desnuda frente a él.Su mano aprieta uno de mis senos y lo siento tratando de acomodarse a mi entrada, pero de pronto cambia de opinión.—Gira, separa las piernas para mí
Aún está oscuro cuando abro los ojos. Isabella está profundamente dormida y nuestros cuerpos están enredados bajo la sábana, por lo cual debo salir de la cama con mucho sigilo para no despertarla. Son poco más de las cuatro de la mañana y estoy seguro de que mi abuelo ya está despierto. Por alguna extraña razón, cada vez duerme menos en la noche y eso lo obliga a tomar algunas siestas durante el día; dice que eso es cosa de viejos.Es verdad que está viejo, pero es el hombre más lúcido que conozco. Atravieso el corredor y busco su habitación, la cual, obviamente, es la más grande de toda la casa. Bajo la puerta se alcanza a filtrar algo de luz, lo cual me confirma que efectivamente está despierto.Golpeo tres veces la puerta y hablo.—¿Puedo pasar, abuelo?Escucho que una silla se corre levemente y luego el sonido de sus pies al acercarse a la puerta para posteriormente abrirla y dejarme pasar.—Sigue, Alexander, sabía que vendrías —me sorprenden un poco sus palabras— siéntate, tenemo
No hay forma sencilla ni segura de tener esta conversación, así que solo dejaré que todo fluya. Hemos terminado el tinto, arreglado para bajar a desayunar y luego iremos al jardín a conversar. El abuelo insiste en llevar a Isabella al club en los próximos días para presumirla, y esa me parece una idea muy buena, pues estando con él y en esta casa, ella no correrá peligro y de paso el viejo será feliz.Tomo su mano y vamos hasta el jardín, sentándonos junto a una pequeña fuente rodeados de tulipanes. Esas eran las flores preferidas de la abuela, así que el abuelo se encarga de mantenerlas lo mejor posible.—Mañana debo ingresar a trabajar nuevamente, Isabella, y nuestra dinámica va a cambiar mucho. Por eso es necesario que tengamos esta plática.—Por lo menos tú tienes una rutina desde mañana. Yo ya no tengo trabajo ni puedo volver a la universidad —ese es un ataque que merezco—. No tengo problema con acompañar al abuelo al club, pero no puedo solo hacer eso todo el día o todos los día
Este hombre es increíble, ¿acaso solo piensa en sexo? Bueno, tampoco puedo darme las de santa ahora, pues eso de tener relaciones en cualquier parte de la casa y la música a alto volumen, ya lo había pensado también. Pero en verdad me cae bien ese hombre de mirada triste y cabello cano.—Entendí —no puedo más que sonreírle—. Yo también quiero eso, es solo que me da pena con él. Pero tal vez podamos encontrar una solución, una manera de atenuarle las cosas al pobre hombre.—¿Cuál pobre hombre? —responde Alexander, pareciera que él ve un hombre diferente al que veo yo.—Claro que sí, es un pobre hombre. Creó una empresa para el bienestar de su familia. Ahora todos están tan ocupados trabajando en esa empresa que a duras penas lo visitan, y para rematar, su esposa falleció. Este no era su sueño a esta edad —defiendo al hombre, pues posiblemente a mi marido no se le ha ocurrido pensar en lo que quisiera a la edad de su abuelo.—Algo se me ocurrirá para estar con mi mujer a gusto —por el m