—Tú primero —dice, clavando el mentón en la almohada que tiene abrazada hace rato.—Bien, yo primero —respondo complacido ante el cambio de actitud—. Somos una pareja de recién casados; Tendremos que mostrarnos cariñosos, afectuosos en público.—¿Qué tan afectuosos? —pregunta con el ceño fruncido.—Lo suficiente como para que nos creen que somos una feliz pareja de recién casados. Así que habrá algunas cogidas de mano, una que otra abrazo y, si es necesario... un beso en público.—No voy a volver a besarte —dice, abriendo desmesuradamente los ojos.—¿Por qué no? Soy tu marido y eso es lo mínimo que voy a aceptar de ti a diario. Un beso en la mañana al despertar y otro en la noche antes de dormir, y solo si es necesario, un beso en público. Al menos hasta que me aceptes —digo confiado.—Estás muy convencido de que te voy a aceptar, ¿y si eso no pasa? —Ahora achica los ojos, como escudriñando mi rostro.—Físicamente somos demasiado compatibles y eso ya lo sabes —la miro de manera sugest
Isabella sale de la habitación, ahora está mejor arreglada, pero evidentemente esa ropa no es del todo adecuada para su cuerpo. Las medidas de Juliana son muy diferentes a las de Isabella, así que esta ropa se le ve un poco grande. Debemos solucionar eso.—¿Tanto te gustaron los tacones blancos? —pregunto extrañado al verla nuevamente usando los mismos zapatos de la boda.—Son los únicos que me quedan bien; el resto de zapatos no son de mi talla —me regaño mentalmente al escuchar eso.—Vamos —digo, tomando las llaves del vehículo y abriendo la puerta del apartamento.Isabella pasa algo tímida por mi lado y nos dirigimos directamente al ascensor, donde oprimimos el botón que nos lleva al sótano dos, que es donde dejo mis vehículos. Ese lugar es algo oscuro, como todos los sótanos, y por lo que puedo notar, a mi querida esposa no le agrada el lugar, pues, de manera involuntaria, tuvo que caminar más cerca de mí.Desactiva el seguro y abre la puerta del vehículo para que Isabella pueda e
Al salir del baño, Alexander no está en la habitación, así que aprovecho y le pongo seguro a la puerta y me dedico, ahora sí, con juicio a buscar ropa en ese gran armario. La ropa es toda de marcas muy exclusivas, así que debe ser carísima, pero es evidente que no es mi talla ni son mis gustos. Debo encontrar algo para ponerme. Una vez que descarto toda la ropa interior, pues no pienso usar la de alguien más, me decido por un par de prendas que son las más sencillas que encuentro y con las cuales puedo disimular el hecho de no tener un brasier puesto.Miro con desgano esos hermosos pero agotadores tacones blancos y, sin más opciones para salir, me los pongo. El espejo del tocador muestra una Isabella con una mejor presentación personal que hace unos minutos, pero debo admitir que parte de la buena imagen se la debo a este corte de cabello moderno, pues tampoco pienso usar todo el maquillaje de otra mujer.Salgo de la habitación y me encuentro con "Mi marido". Una parte de mí se rego
Estos días han sido extraños y agitados, pero los estoy disfrutando. Soy un hombre de veintiocho años, pero desde hace dos días siento que he regresado como diez años en el tiempo y puede que más. Me masturbo a escondidas en un baño, me cuelo en los vestidores de las tiendas, robo besos y estoy detrás de una mujer en busca de su afecto. Así de loco está todo.Puede que ella crea que soy un patán y tiene razón, pero no existe para mí otra forma de tratarla y mantener su respeto de paso. Hace un momento se ofendió por el pequeño juego de miradas con la chica de la tienda y realmente me sorprendió eso; se sintió como si de verdad le importara y me gustó esa sensación de ser cuidado. Su reacción ha sido algo infantil, pero eso no elimina lo bonito del gesto. Por eso, muy a mi manera, debí mostrarle una parte de mi personalidad que necesito le quede muy clara.Me comprometí a respetar esta "relación" y eso trato de hacer, pero no por eso voy a dejar que mi bello diamante se me salga de las
—¿Por qué estamos en el aeropuerto? —pregunto sorprendida al hombre a mi lado.—¿Cómo más llegaríamos a una isla paradisiaca? —responde mientras toma las pocas bolsas que llevamos en el auto.—¿Vamos a viajar ahora a una isla? —pregunto incrédula caminando junto a él—. No tengo un vestido de baño. Además, los lugares que nombré fueron random, no tenías que elegir uno de esos destinos.—No elegí uno de esos destinos, Isabella —sube a un pequeño avión privado y yo voy detrás de él—. Vamos a ir a todos.Deja los paquetes en el suelo del avión, junto a otro montón de paquetes que son las compras de toda la tarde. Es la primera vez que estoy en un avión privado, así que observo todo rápidamente, sorprendiéndome del lujo que tiene, y luego me siento en el lugar que Alexander me indica. ¿Acaso este hombre está realmente loco? ¿Vamos a todos solo porque yo los nombré? Además, ¿cuánto dinero tiene para poder derrochar todo de la forma en que lo hace?—¿Y tú querías ir a estos destinos también?
Mientras Isabella se cambia la ropa, me quedo disfrutando un poco más la vista del lugar y las ráfagas de aire fresco que la marea trae consigo. El vino desapareció hace ya un rato y tal parece que ha sido del gusto de Isabella. Yo no tengo que cambiarme; mi ropa es cómoda y solo me deshice de mi chaqueta al bajar del avión y desabroché los primeros botones de la camisa para sentirme más relajado.—Un mes, tengo un solo mes para hacer que esta locura funcione —me recuerdo en voz baja.La noche está despejada y permite ver claramente un gran número de estrellas que titilan en el firmamento y tratan sin suerte de opacar la luz de la luna. Hace mucho no dedicaba tiempo a mirar el cielo; se siente extraño, pero bien, casi como si todo estuviera confabulado para que esta fuera una gran noche.—Me gustaría que viéramos el amanecer desde aquí —dice Isabella, recostándose nuevamente contra el balcón y mirando también el cielo.——¿No sería mejor mirarlo en la playa? —pregunto, tratando de disi
Siento una sed intensa y un desagradable sabor de boca. Parece que anoche me excedí con las copas, pero en mi defensa, no creo que las cosas puedan empeorar más, ¿o sí? Abro los ojos lentamente, tratando de protegerme de la intensa luminosidad del lugar, que se percibe incluso con los ojos cerrados.Siento un peso en mi cintura y no necesito mucho para que el nombre de Alexander llegue a mi mente. Reconozco su brazo, así que necesito averiguar qué pasó anoche. Para mi sorpresa, mi ropa está intacta, al igual que la suya. No estoy segura si eso es bueno o malo. Aunque anoche estábamos muy acaramelados, también sé que el licor me había desinhibido. Tenía la esperanza de poder recriminarle por aprovecharse de mí en mi estado, decir que faltó a su palabra y tener una excusa para armar un escándalo y tratar de salir de aquí.Excusa, esa es la palabra clave. ¿Por qué necesito una excusa? ¿Estoy buscando una excusa para quedarme o para irme? No estoy segura, pero sé que no puedo irme por var
—Apoyo la idea de comer algo, pero no de salir. Ya es muy tarde y no quiero.Miro hacia la ventana y descubro que, evidentemente, no ingresa luz a través del poco espacio que dejó el blackout y que la única luz que hay en la habitación la genera el televisor.—¿Cuántas horas dormí? —pregunto, perpleja.—Son ocho capítulos de la temporada y ya casi termino el último, así que calcula.Recuerdo que cuando desperté la última vez, ya era tarde, más de las dos.—Quiero comer, terminar este capítulo y ahora sí hacer lo que mi esposa no me ha dejado hacer —me asustan y emocionan un poco sus palabras, pero el muy zorro suelta la carcajada quizás ante la cara que estoy poniendo—: dormir, Isabella, dormir.Río como una tonta y me levanto camino al baño.—Pide comida y ahora yo cuido tu sueño —digo antes de ingresar al baño.Cepillo mis dientes y observo mi reflejo en el espejo. Me siento descansada y un poco hambrienta, es verdad, pero me siento bien, absurdamente bien. Al salir del baño, Alexan