Lo observé un par de segundos, tratando de descifrar si era una especie de espejismo y que no estaba en verdad intentando darme un aventón. ¿Qué no se suponía que me odiaba? ¡Oh vaya!, quizá su madre lo había obligado a ir a traerme. Y contemplar esa posibilidad hizo que el enojo hirviera en mi sangre. Bufé y rodeé la camioneta solo para ver como el autobús cerraba sus puertas y se iba. ¡Maldición! Resoplé, me sentía frustrada, furiosa y sin una pisca de paciencia. Kyan, sonó la bocina de su vehículo intentando llamar mi atención, volví a verlo con una mirada fulminante.
—Gracias, ahora tendré que esperar sabe Dios cuánto tiempo para irme a casa —espeté, sin la intención de ocultar el enojo de mi voz.
—Lo siento… —murmuró con ojos inocentes. Pestañeé demasiado anonadada, incrédula. ¿Qué clase de juego era ese? Mis manos sudaban y mi vientre cosqui
Leí el mensaje unas cinco o diez veces, quizá más o quizá menos, pero aun así no sabía qué responder. ¡Claro que deseaba escucharlo! Pero mi estado de alerta y autodefensa se activó de inmediato. Y sabía que si lo hacía, si lo escuchaba, yo…, ya no tendría escapatoria.Yo: Estoy mejor, gracias. Y no es necesario que finjas. Cuídate y hasta nunca.Dejé el móvil sobre la cama, no quería estar pendiente de si respondía o no. Aunque dudaba que lo hiciera. Bajé, he de ser sincera, más feliz que antes, me sentía orgullosa conmigo misma por no haber sido tan débil. ¿Qué se creía? Qué solo bastaba que me mandara un mensaje y yo caería rendida, ¡
Sábado muy temprano sonó mi alarma, la apagué de un manotazo. Quería seguir durmiendo, pero debía de ir a trabajar, no podía, simplemente, darme el lujo de faltar, menos cuando la firma de libros estaba tan cerca. Salí de mi cómoda cama y dejé las tibias sábanas a un lado, me dirigí al baño arrastrando los pies, pero tan pronto como el chorro de agua helada hizo contacto con mi piel, desperté. Desayuné algo rápido y salí casi corriendo, mi madre se quedó dando vueltas en la casa igual de ajetreada. Eso nos pasaba por quedarnos hasta tarde viendo las películas de Harry Potter. Tomé, gracias a Dios, el bus a tiempo. Llegué a mi trabajo y mi jefa negó con la cabeza divertida al notar mi aspecto desgreñado y somnoliento. Entré al baño y casi saltó de un brinco, mi aspecto era como la monja de la película del conjuro. Trabajé al mismo tiempo que bostezaba. Varios de nuestros clientes, los más cotidianos, sonreían divertidos al verme. ¡Bochornoso! Salí al medio día, agotada como nunca ant
—No seas cobarde, solamente es un chico más… —Me dije.Me acerqué hasta la sala. Y cuando se percataron de mi presencia las voces cesaron. Mi madre me vio con ojos brillosos y amorosos y el otro par…, no tenía ni idea de lo que sentían. Sonreí de forma generalizada, pero en mi interior estaba siendo presa de un maremoto que estaba desordenando todo a su paso, mis emociones y sentimientos, acabando con mi sosiego.—¿Llevas todo? —preguntó mi mamá con su instinto protector al asecho. Asentí con la cabeza—, bueno ya sabes la hora del toque de queda —apuntó. —Lo sé, vendré temprano. Lo prometo. —Volví a ver a Kyan—. ¿Nos vamos? —Mi voz salió dura, pero traté de suavizar con una sonrisa. —Claro, prometo traerla temprano —dijo, dirigiéndose a mi mamá. Salimos uno al lado del otro, y no sé si era solo mi idea pero sentía la electricidad a nuestro alrededor, eran como choques magnéticos. Kyan abrió la puerta para mí, como un gesto de galantería que en otras circunstancias me hubiese derret
Solo pude ver cómo salía proyectado hacia atrás y se daba de lleno contra el suelo. Solté un gritó ahogado, «esto no va a terminar bien», pensé alarmada. Giré mi cabeza, buscando a la persona que me había salvado, entonces mis ojos miraron a Kyan. Y no sabía si sentir alivio o terror, ya que, se miraba fuera de sí. Su quijada estaba tensa y su rostro rojo, sus fosas nasales se movían, estaba hecho una furia. Volvió a verme, sus ojos mostraban cólera, una que se iba diluyendo hasta ser reemplazada por preocupación en un gesto más dulce, me estudió de pies a cabeza y se acercó a mí, tomando mi rostro.
Di un paso atrás buscando, inútilmente, poner distancia, pero la conexión, de la que comenzábamos a ser participes ambos por medio de nuestras manos, no ayudó en nada. Sacudí la cabeza, tratando de despejar un poco mi mente y comprender, aunque sea un poco, el trasfondo de sus palabras, no conseguí ni lo primero ni lo segundo.—No sé qué quieres de mí… —murmuré, teniendo una idea clara. Sin embargo, lo que estaba a punto de decir y decidir era algo que me dolía, porque iba en contra de mis más desesperados deseos. Porque yo lo quería a él—…, pero yo no puedo darte nada a medias y mucho menos estar con alguien que no me es sincero por completo. Lo siento, quizás no era la respuesta que esperabas, pero es lo que siento como correcto. El frío comenzó a hacerse más pesado y aunque llevaba puesta la chaqueta de Kyan y también envuelta en sus brazos, él no tenía con qué protegerse. Nos subimos a la camioneta y yo estaba presa en una especie de sueño, cerraba los ojos y recordaba lo recién pasado y parecía que era irreal, pero no, ya que, al abrirlos, Kyan estaba a mi lado, sonriendo y agradeciendo el que le hubiese dado una oportunidad. Y la verdad era que ambos nos estábamos dando una oportunidad, ambos nos estábamos abriendo al amor.Él; dejando a un lado las exigencias de los demás. Y yo; dejando a un lado mi aberración por sentir más. —¿Te gustaría ir a cenar? —preguntó, sonriéndome de una forma que erizaba mi piel. Ladeé la cabeza, no tenía nada de hambre…, pero no quería separarme de él—, o podemos hacer algo más. Si quieres o puedes, claro. —Sonreí, hasta ese día pude notar que Kyan tenía cierta inseguridad con respecto a mí, pero no entendía por qué, porque él sabía, muy bien, que me gustaba, aun así, buscaba16. Déjate llevar
Lunes temprano con enormes y pronunciadas ojeras. Me maquillé un poco para tratar de ocultarlas y después me fui a mi trabajo y pase todo el día mirando cada dos segundos el reloj y como éste avanzaba con parsimonia. Habíamos estado texteando un poco y se sentía raro pasar pendiente del celular, yo no era muy dada a eso. Pero, en ese momento, eso cambió. Claro, por lo mismo, hablaba más con mis amigos, quienes me señalaron ese cambio, pero decidí no darle tantas vueltas al asunto, era normal que pasara eso, ¿no?Por la tarde estuve haciendo llamadas, confirmando la asistencia del escritor para la firma de libros, la reservación en el hotel, el servicio de buffet para ese día y el sábado, todo estaba ya listo. Y la gente estaba tan ansiosa, pues llegaban a la tienda a preguntar y en redes sociales no era diferente. Y, por lo mismo, el encargo de los libros estaba a punto de sobrepasar a las existencias que teníamos. Mi jefa tomó manos en el asunto y comenzó a pedir otro enví
Me llevó a La PanotiQ Pastelería y Café, quedaba cerca del centro, a unos veinte minutos con tráfico, y personalmente me encantaba ese sitio. Servían unos cafés deliciosos. El sitio era de colores cremas y marrones, las mesas eran de un café quemado, daba un estilo sofisticado y cálido. Nos ubicamos en una mesa de uno de los costados y luego llegaron a pedirnos nuestra orden. Yo ordené un croissant y un latte de vainilla, Kyan pidió un mousse de chocolate junto a un café negro. —¿Cuándo regresa tu padre de Nueva York? —preguntó, recién nos habían llevado nuestras bebidas. —La próxima semana, aún no sabemos si viernes o durante el fin de semana —respondí. —¿Son muy frecuentes esos viajes?—Ya no, antes viajaba cada dos meses pero desde hace un año solo lo hace una o dos veces por semestre. —Asintió con la cabeza, dio un sorbo a su café y luego me sonrió de lado. Seguimos comiendo en silencio y no era del todo incómodo; pero, por alguna razón, ese día, en particular, me hallaba muy c