Escuché murmullos en la oficina, podían ser gritos, pero no pude entender ni una palabra de lo que decían. Después miré a Rafael salir de la oficina, aventando todo a su paso, no me limité a decir nada.
–Mariana –dijo Erick, antes que la puerta de su oficina se cerrara–. –¿Sí? –.–Por favor pide en el área de recursos humanos la liquidación de Rafael, a partir de este momento ya no trabaja más aquí, por favor encárgate de informarles a todos–. –Entendido –dije, sin preguntar nada al respecto–. El gesto que veía en el rostro de Erick me quitó el interés y la curiosidad de conocer los detalles de aquella decisión, tan solo me limité a hacer mi trabajo. El anuncio sorprendió a todos, incluyéndome a mí. Rafael era uno de los trabajadores con más tiempo de estar al lado de Erick, que Erick haya tomado la decisión, fue por algo que no le gustó de Rafael. Salí de la oficina y me dirigí hacia la casa de Jones, Elisa aún no había llegado a casa y era muy probable que llegara pasada la medianoche, había aceptado el trabajo en el night club, ese que Erick me impidió a aceptar, yo ni siquiera podía decirle que no lo hiciera, no tenía otra opción y mudarnos de la casa de Jones, era lo que más deseábamos en ese momento. Jones llegó al rato, la cena estaba lista y yo me acomodaba para ver el capítulo de una de las series que siempre repetía a pesar de saberme de memoria; Diarios de Vampiros, me encantaba la trama y uno de los actores, soñaba con tener un romance como el de Elena, pero sabía que estaba lejos de mi realidad. –¿Tienes hambre? –pregunté–. –Sí, un poco–.Me levanté y le serví comida, era lo menos que podía hacer después de su generosa ayuda. Nos quedamos viendo la serie, terminamos de comer y Jones se marchó hacia su habitación. Después de un rato, me dirigí a la habitación que compartía con Elisa, dejé la puerta sin seguro para cuando ella llegara. Me encontraba en un sueño profundo con Erick Black, en el que sus manos, comenzaban a rozar mi cuerpo y me besaba dulcemente como nunca nadie lo había hecho, cuando desperté de repente. Las manos de Jones me acariciaban, mientras sus labios besaban mis hombros. –¿Qué te pasa? –dije, empujándolo–. –¿Acaso no lo estabas disfrutando? –preguntó lleno de morbosidad–. –Claro que no, sal inmediatamente de la habitación o no sé de lo que soy capaz–. –Es lo que menos que me deben por estar viviendo en mi casa–. –No te preocupes que mañana mismo nos marchamos –dije–. –En ese caso, deberé desquitar antes, todo el apoyo que les he brindado –dijo, lanzándoseme encima. Comenzamos a forcejar, el hombre era pesado y yo sentía que no tenía fuerza para quitármelo de encima, comencé a gritar al sentirme vulnerable e indefensa. ¡Auxilio! ¡Auxilio! Escuché como un jarrón de una de las mesas se quebró al chocar contra la cabeza de Jones, Elisa había llegado y fue lo único que se le ocurrió. Me levanté de inmediato después de que el hombre había quedado inmóvil y abracé a Elisa, en mi impulso de agradecimiento. –Debemos irnos de aquí –dije–. –Eso no tienes ni que decirlo, alista todo, llamaré a la policía para que arresten a este imbécil–. –Será mejor que no lo hagamos, al fin de cuentas esta es su casa y llevamos todas las de perder–. –En eso tienes razón, solo asegurémonos que esté vivo y nos largamos –comentó Elisa–. Comencé a arreglar mis 3 trajes formales para la oficina y un par de ropa casual que había comprado anteriormente, sentía que todo mi cuerpo estaba temblando y las lágrimas se habían apoderado de mí. –Tranquilízate –comentó Elisa, al ver el estado en el que me encontraba–. Tomé aire varias veces, intentando calmar mi llanto desconsolado de solo recordar las manos de ese idiota sobre mi cuerpo. Terminamos de arreglar nuestras cosas y revisamos el cuerpo de Jones, estaba respirando, al menos sabíamos que estaba bien, me sentía mal de dejarlo ahí, así que llamé a emergencias para que llegaran al apartamento. Esperaba que los paramédicos siguieran con su costumbre de llegar al lugar, hasta que el paciente estuviera mejorando, eso nos daría tiempo de salir del lugar y evitarnos dar explicaciones sobre lo sucedido. –¿Estás bien? –preguntó Elisa–. –Ya mejor. No sabes lo alegre que me siento de que hubieras llegado en ese momento. No quiero ni imaginar que hubiera pasado si ese imbécil hubiera conseguido lo que quería. –Tranquila, no pasó. Jones es un desgraciado, igual que los demás. Realmente pensé que él era diferente. Lo único que me preocupa es lo que haremos de ahora en adelante–. –Hablaré con Erick para que me adelante el pago de este mes y así rentar un pequeño apartamento. No tenemos más opción que pasar la noche en un motel –comenté–. –Lo sé, bueno, busquemos un lugar para descansar y veremos cómo nos recibe la mañana. –dijo ella con una leve sonrisa, intentando animarme–. Quise sonreír, pero simplemente no pude. Esa era otra de las peores noches que había tenido, el escenario era deprimente, Elisa y yo caminábamos en medio de la noche, con maletas cada una, rogando al cielo que ningún ladrón se apareciera en nuestro camino. Ya habíamos preguntado por el costo de la noche en dos moteles, pero nuestro presupuesto no ajustaba. Así que buscaríamos algo que fuera más económico. Sentí un escalofrío horrible, cuando miré a dos hombres caminando hacia nosotras, pero intenté no demostrar el miedo que me rodeaba. Los hombres pasaron tranquilos, pero bastó con que nosotras avanzáramos un par de pasos para que ellos se volvieran y nos tomaran las maletas. –Entréguenlas –dijo uno de ellos–. –No llevamos nada de valor, son harapos viejos, pueden revisar si así lo quieren –dijo Elisa–. –No me importa, entréguenlas. –Por favor, no lo hagan. –dije–. Los hombres se miraban decididos a quitarnos todo, cuando miré que su semblante cambió repentinamente y salieron corriendo. –¿Qué hacen mis pequeñas flores aquí? –preguntó una voz a nuestras espaldas–. Reconocí la voz de Eliot, el dueño del night club Royal, cuando volteé para comprobar si era él, fue cuando más me asusté de no fallar con mi intuición. –Hola Sr. Eliot, dábamos un pequeño paseo por la ciudad –comentó Elisa–. –Eso si es terrible, no sabía que las personas tenían la manía de salir de noche, con sus maletas en mano. –De vez en cuando lo hacemos y como en el día no tenemos tiempo, la noche nos acompaña mejor –comentó ella nuevamente–. –Suban al coche, las llevaré a un lugar seguro. –Se lo agradezco, pero preferimos caminar –dije–. –Con gusto le agradecemos el apoyo –protestó Elisa–.El chofer de Eliot nos dejó en uno de los mejores moteles de la ciudad, Eliot dijo que no nos preocupáramos por la estadía de esa noche, que corría por su cuenta. Tanto Elisa como yo, sabíamos que ese gesto de generosidad, tendría un cobro que terminaríamos pagando tarde o temprano. –No debimos aceptar –protesté–. –Ya estamos aquí, ahora solo debemos atenernos a las consecuencias de haber aceptado, sabes perfectamente que rechazarlo no era una opción –.–Lo sé, es solo que me molesta saber que le deberé algo a ese viejo asqueroso–.–A mi igual, pero no teníamos muchas opciones que digamos –.Dormimos un par de horas, al menos para tomar fuerzas. La cama me brindó un sueño profundo que, en años no había tenido. Me desperté de repente y miré que el reloj marcaba las 6.40 am, no me refresqué ni un poco, dejé la cama y me dirigí al baño. El horario en la oficina comenzaba a las 7.00 am y no podía llegar tarde, estaba a más de 20 minutos en el transporte público. Me alisté en cuestión de
Las personas me miraban sin decir nada, quizás la tristeza era tan contagiosa que ni siquiera deseaban acercarse. Recibí una llamada. No distinguí el número de lo borroso que miraba debido a las lágrimas, pero contesté de igual manera.–Hola –.–Mariana, en las citas agendadas hay una con un proveedor que no conozco, podrías decirme porque concretaste esa cita –preguntó Erick–.–Revisaré y le enviaré el dato – dije, con la voz entrecortada y halando los mocos nuevamente hacia mi interior–.–¿Estás bien? –.–No– dije, soltándome nuevamente en llanto–.–Dime dónde estás–.–No lo sé, ni quiero saberlo, no se preocupe por mí señor Black, mañana estaré en la oficina a primera hora –comenté–.–¿Dónde estás? –.–Calle Navarro–.–Enseguida llego, quédate ahí –.Me senté en la maleta que llevaba, no sabía siquiera los sentimientos que tenía en ese momento, tan solo quería llorar, llorar por todas las veces que me había contenido de hacerlo, por todas esas cosas que me habían sucedido, por el d
La conversación era mucho más deshonesta y descarada de lo que me esperaba, el hombre comentaba sobre las mujeres de los Night club a los que había asistido como si fueran piezas de colección. Sentí que me había echado un balde de agua encima cuando mencionó a Marianette en una de las conversaciones. Ese era el nombre artístico que usaba en esos lugares, Erick lo conocía mejor que nadie, me enviaba flores y poemas siempre que podía, antes que lo despreciara. –Esa mujer es una belleza, solo que la perra quiere fingir ser la niña buena que no se acuesta con nadie, he escuchado que muchos se lo han propuesto y por cantidades que ni siquiera lo imaginas, pero la desgraciada los ha rechazado a todos. Esa es una de las que no se me puede escapar, sabes perfectamente cómo es esto, sino desea estar conmigo a las buenas, lo hará a las malas y créeme que cuando eso pasé, deseará haberme aceptado a las buenas–. Erick miró como cambié de color al escuchar esa amenaza indirectamente, me levanté
Íbamos camino a la oficina, cuando comencé a recordar las palabras que ese idiota había dicho. Mi aspecto cambió en tan solo un par de segundos y Erick lo notó fácilmente.–Ha sido un largo día ¿No crees? –preguntó Erick–.–Ya lo creo –dije, sin siquiera pensar en mis palabras–.–Mañana seguiremos con las citas, tengo muchos clientes a quien debo visitar y solo tú llevas el control de mis horas libres–dijo–.–De acuerdo –dije –.De cierto modo había entendido lo que Erick había hecho, con el primer cliente me presentó como una persona respetable, no comentó nada sobre mi pasado. En este no fui el centro de atención, pero los comentarios siempre estuvieron de por medio, para el segundo cliente, si mostro mi pasado, quizás queriendo conocer mi reacción o
Había pasado una semana y yo seguía de inquilina en el caserón de los Black. Me sentía tan bien en ese lugar que no quería marcharme de ahí, sin embargo, la noticia de la llegada de los padres de Erick cambió mis planes de estadía. Erick me dijo que prefería no tener a nadie en casa para evitar dar explicaciones sobre su vida, al fin de cuentas ellos no creerían que nosotros solo éramos compañero de trabajo y que mi estadía en la casa, era un acto de caridad. Erick comentó que, si su madre miraba a una mujer muy cerca de él, la euforia de hacerlo casar y que aquel amor diera como resultado un par de nietos, siempre rondaban por su cabeza. Así que prefería no darle paso a que esos pensamientos se apoderaran de ella.–No te preocupes por eso, me iré antes de que ellos puedan venir –comenté–.–¿Ya tiene
Había pasado una semana desde que comencé a vivir en aquel pequeño, poco iluminado y mal oliente departamento, a pesar de mis intentos por hacerlo oler bien, la mugre parecía haberse adherido a aquel lugar y no quererlo dejar por nada, los primeros días fueron los más difíciles, pero después de esa semana, sentía que podría soportarlo por el tiempo que fuera necesario.Había comenzado a distraerme viendo a los niños jugar en la calle, siempre salía del apartamento después del trabajo y después de preparar la cena, a verlos jugar. La felicidad de los niños de cierta manera me animaba a sentirme viva. Había olvidado cuando fue que me divertí tanto. En medio de mis rutinas diarias y de la diversión con la que los niños jugaban, comenzaba a recordar todos aquellos sueños que había tenido de pequeña, llenos de adrenalina y aventura, eran sueños tan locos que a veces me pregunto si llegaría a hacerlos realidad. Hacer Canopy en la Brellera, un lugar muy hermoso ubicado al norte de Nicaragua,
Llegamos a un pequeño bar y restaurante que yo había visitado en un par de ocasiones en los días que llevaba viviendo ahí. “Antología”. Desde el nombre podíamos saber que no era un lugar tan decente como los que Erick acostumbraba a visitar. Además, ya que había dicho que su vida no había sido fácil, ese lugar seguramente lo mantendría humilde por el resto de la noche. –He escuchado buenas reseñas sobre este lugar, después de medianoche, comienzan las peleas, ando un estrés acumulado que creo que podría sacar con unos cuantos peleadores y adicional sacar dinero extra. Buena idea ¿No crees? –comentó antes que nos bajáramos del auto–. –No sabía nada sobre las peleas, solo he venido a comer y me he retirado lo antes posible–.–Deberías vivir con un poco más de adrenalina Mariana. Esa vida sedentaria que llevas pronto te aburrirá y no le encontrarás gracia a nada –.–Claro, lo dice quien tiene dinero de sobra, para hacer lo que le dé gana –pensé–.Bajamos del auto y nos adentramos a aqu
Llegué a la oficina más temprano de lo habitual y la luz de la oficina de Erick ya se encontraba encendida, después de unos segundos, escuché el tecleo en el computador y me di cuenta que Erick se encontraba ahí. –¿Lo saludo o simplemente le mando un mensaje que estoy aquí? Realmente no tengo anda agendado para hoy, pero sería bueno que me anunciara… No creo que sea buena idea. Estoy 32 minutos antes de la hora de entrada, es posible que no me espere. Dejaré que sea la hora y me anunciare, para mientras arreglaré mis cosas – esa fue la conclusión más lógica que obtuve de un monologo interno de casi 6 minutos, después de pensarlo por varios segundos más mentalmente, decidí arreglar mis cosas y concluir con el asunto–.Tomé asiento y un par de segundos después miré a Erick salir de la oficina, con ese ademán y caminado que lo caracterizaban cuando estaba molesto. Llevaba un par de hojas consigo y las llaves de su camioneta. No volteó ni siquiera para ver quién era la loca que hacía rui