VIII El visitante

—¡Júrame que no te fuiste con ese Overon! —exigió Max, enfurecido.

Por la tarde, los de narcóticos habían hecho una redada y varios Álvarez estaban ya detenidos, mientras otros, entre los que estaba su sospechoso, se habían fugado. Estaban como locos con el rastreo mediante cámaras de vigilancia y triangulación satelital de sus teléfonos y ella, bien gracias, flirteando por ahí con un magnate.

—No me fui con él. Me sentí mal, por eso no pude regresar.

—También es un lobo ¿No? —preguntó, pese a saber que Sara no podía contestarle.

Había leyes de protección de identidad que se lo impedían.

—Tengo un novio y lo amo. Me sentí mal, pero ya estoy un poco mejor, es la verdad.

—Bien, te creo, pero tendrás trabajo extra. Olvídate de tus fines de semana por lo que queda del mes. Si no hay un caso, ayudarás a Jenny a transcribir reportes, pero algo harás.

Ahí se iba su viaje a la playa.

—Ve a control de tránsito. Te quedarás frente a las pantallas hasta que encuentres algo útil.

Sara sa
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