33.

Mi vista se empaña por las lágrimas mientras ella se endereza en su puesto, sorprendida de verme. No se cubre, tal vez porque es demasiado perfecta para hacerlo y se levanta, acercándose a mí con mejillas sonrojadas.

―No pensé que entrarías tú, cari. O alguien que no fuese Mauricio ―admite, acariciando mi hombro, pero yo me alejo de su contacto―. Disculpa todo esto, de verdad. Era una sorpresa para él, aunque menos mal has sido tú ¿eh? Y no Montse.

―Sí ―hablo, sonriendo con falsedad evidente―. Tal vez te hubiese arrastrado por los pelos y te saca así vestida del hotel.

―Bueno, tía, sé que lo que he hecho está mal. No necesito que me lo recuerdes ―me dice, desviando la mirada―. Además, todos merecemos una segunda oportunidad y yo voy a aprovechar la mía. A mí él no me engaña, me invitó por algo y no, no fue por el prestigio de tenerme en su inauguración. Donde hubo fuego, cenizas quedan.

Donde hubo fuego, cenizas quedan. ¿Acaso eso es cierto? Porque yo me acabo de encontrar con mi ex n
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