No tocó la puerta, pude escuchar cuando se fue. Y ahora, aquí, en el baño de damas de mi escuela, no sé qué rayos hacer. No le quiero ver la cara, pero a la vez siento la necesidad de hacerlo y así ver con mis propios ojos si hay algún atisbo de qué fue lo que ocurrió anoche. ¿Se acostó o no con ella? ¿La botó de la suite o él se fue? ¿Se quedó con ella?Las preguntas me carcomen el cerebro al extremo de que me duele la cabeza. Me miro en el espejo y alzo la barbilla, mostrando a la Gabriela con la que llegué a México, esa que él conoció y juró que no se iba a dejar joder por un hombre como Mauricio Díaz Guerra.Salgo de allí, mostrándome fuerte y decidida por fuera y guardando lo que triste que me siento por dentro. Le sonrío a Montse y a Cristian, comentándole que hoy un amigo me llevará al trabajo.Montse bromea con el asunto, haciéndome reír y salimos de la escuela. Entonces, el momento que menos quería sucede: cuando nos enfrentamos cara a cara.―Señor Díaz ―saludo por cortesía.
Me adentro en la oficina, tirando todo lo que está sobre mi escritorio al suelo en un gran manotazo. Estoy furioso y quiero golpear a alguien, quiero golpearlo a él.El dichoso Carlos, quien hoy llevó a Gabriela a su trabajo. Ella no contestó mis llamadas y, por supuesto, me está evadiendo y yo no sé por qué.―Al menos que… ―hablo para mí mismo, pensando en la probabilidad más acertada―. ¡Chingada madre, Charlotte Pedraza!Estoy casi seguro de que me mintió. ¿Cómo es que no pude verlo antes, maldita sea? Por supuesto que ella la vio, sabrá Dios en qué pose, y con la pasional decoración a su alrededor. Y dudó, dudó de mí porque sigue creyendo que soy un casanova.―Joder, Gaby… ―murmuro para nadie en específico, tomando asiento frente a mi escritorio―. Después de todo lo que hemos vivido, ¿aún dudas de mí?Debo esperar a que sea su hora de descanso, aunque ahí puede evadirme diciendo que no la tomará. Y debo hablar con ella hoy mismo, así que mejor esperaré a su salida. Tengo que aclara
Tengo que ver como él la abraza, rodeando su espalda con sus musculosos brazos y cierra los ojos, besando sus cabellos. Tengo que presenciar como la consuela mientras yo me quedo de brazos cruzados y sintiendo una ansiedad enorme porque estamos a contrarreloj con el tema de Leonardo.Aun así, no es momento para hablar de ello. Se pondría peor.―Lo peor es que lo sabía. Cuando estuve en el aeropuerto le dije a mi mamá que no tenía por qué irme, sabía que no debía apartarme de su lado ―solloza.―No, Gaby. Créeme que Marga se fue estando orgullosa de ti y de todo lo que estás logrando ―le dice él, colocando sus manos sobre sus mejillas.Yo suspiro, sintiéndome terriblemente mal por estar celoso, pero no puedo evitarlo. Me levanto de mi puesto para colocarme detrás de ella y él me mira.―El joven aquí presente tiene razón, Gaby ―admito casi a regañadientes―. Eres la mejor de tu clase, tienes un trabajo en donde te adoran y es muy probable que ganes la pasantía en el restaurante, incluso s
GABRIELAMauricio respira hondo y puedo ver la lucha interna en su cabeza. Pensé que venía a aclararme lo de Charlotte, pero por lo que veo es algo peor y no tengo un buen presentimiento.—Antes de empezar, ¿por qué no me contaste que mi papá intentó propasarse contigo, Gabriela? —pregunta y yo desvío la mirada, sintiendo las mejillas calientes por la vergüenza que me da ese recuerdo—. Me lo prometiste, mi reina.—No quería causar más discordia entre ustedes y, además, puedo cuidarme sola. ¿O acaso no te dijo sobre la patada en los testículos que le di? —respondo, mirándolo con una ceja alzada.—No me lo contó. Tuve que verlo con mis propios ojos —responde y yo lo miro con horror—. Y tuve que hacerlo porque pasó algo antes y tuve que revisar las cámaras. Algo que nos incluye a ambos y que sucedió el mismo día que fuiste a la suite como habíamos acordado.«Entonces, ya sabe que fui…» pienso y me levanto porque no puedo verlo a la cara ahora. No quiero que me confirme si estuvo o no con
Sus manos acarician cada parte de mi cuerpo, apretando con suavidad mientras me besa. Sus labios vuelven a mi cuello, pero no se quedan ahí y besa la piel de mis senos que el brasier no cubre. Se cuela por debajo de mi espalda y yo me arqueo un poco para facilitarle el trabajo, dejándome desnuda de la cintura para arriba.Su boca se adueña de mis pechos y yo me arqueo, de manera involuntaria, al sentir las corrientes eléctricas adueñarse de mi cuerpo. Su lengua hace maravillas en mis pezones y yo gimo sin poder contenerme, mientras sus manos magrean la carne de mi cintura y caderas con precisión. Sus besos húmedos viajan por mi abdomen y muerde con delicadeza un costado de mi cuerpo, haciéndome respingar.Sus manos traviesas me bajan, con una tortuosa lentitud, las bragas y me dejan completamente expuesta a él. Besa la cara interna de mis muslos, haciendo que me remueva en mi lugar y cubro mi rostro con las manos cuando lo siento bajar y bajar hasta rozar con su respiración mi intimid
Nuestras manos enlazadas quedan suspendidas en el aire, coloca la suya libre en mi cadera y la mía la dejo caer sobre su hombro. Movemos nuestros cuerpos en un ligero vaivén y trato de no mirarlo a los ojos porque siento que se dará cuenta de lo que he descubierto hoy sobre mis sentimientos.«¿Él se sentirá igual o me estoy ilusionando sola?» No puedo evitar pensar en eso, tengo que admitirlo. Me asusta que para él solo soy un rato de placer con el que acabará cuando se aburra, pero a veces veo un brillo intenso de otra cosa que me hace dudar y pienso que, muy en el fondo, algo está naciendo en su corazón. Solo que no sabe aún qué es.― ¿Te gustó el almuerzo en honor a tu abuela? ―pregunta y yo asiento con una sonrisa en el rostro―. Lo haré en todos los negocios que tenga, durante un mes. Este mes, en su nombre.―Gracias, amor ―se me escapa y cubro mi boca, avergonzada. Sin embargo, él sonríe tanto que se achinan sus ojos―. ¡Eso es tu culpa! Ya me lo pegaste.―Pues qué lindo se escuch
La venda en mis ojos cae con suavidad y yo no tengo que adaptarme a la luz de nuevo, ya que estamos en un bendito acuario. La oscuridad predomina y la luz que hay es de tonos azules y morados, debido al agua y a los corales. Los peces, las tortugas y erizos de mar se ven por todas partes y yo solo puedo observar todo maravillada. Él toma mi mano y tira de mí para empezar el recorrido.― ¿Qué te parece el lugar? ―pregunta, mirándome.―Es increíble. Sé que parece tonto, pero nunca había ido a un acuario ―le comento y luego le miro con ojos entrecerrados―, pero presiento que ya lo sabías.―Te lo juro que no ―dice, alzando la mano en señal de juramento―. Este es el primer lugar de muchos a los que quiero llevarte.Besa el dorso de mi mano, haciéndome sonreír y empezamos a caminar, admirando la vida marítima que aquí reside. No sé muy bien los nombres de los peces, pero me emociono al ver aquellos que reconozco por Nemo. Mauricio se ríe por mi actitud infantil, y tal vez por ignorancia, g
Montserrat está extraña, pero ni Cristian sabe por qué. De todas formas, estoy segura que debe ser por su padre. Sebastián me ha comentado que no ha tenido el valor de visitarle y pedirle explicaciones y yo lo agradezco en mi interior, aunque suene egoísta.No me gustaría que se enterara por él que estoy con su hermano, mucho menos ahora que somos novios.Me dan ganas de reír el solo hecho de pensar ello, porque si alguien me hubiese dicho que terminaría perdida e irrevocablemente enamorada de Mauricio Díaz, seguro me le hubiese reído en la cara.Pero aquí estoy, perdida e irrevocablemente enamorada de Mauricio Alejandro Díaz Guerra.Hoy hay una feria de gastronomía en el restaurante y todas las escuelas hemos sido invitadas. No puedo negar que me tiene un tanto nerviosa encontrarme en público con Mauricio, siento que nuestras miradas gritan lo que tanto nos esmeramos en ocultar.Por ahora.Han organizado esta feria en el ala de eventos del negocio y hay puestos de comida, así como re