GABRIELAMauricio respira hondo y puedo ver la lucha interna en su cabeza. Pensé que venía a aclararme lo de Charlotte, pero por lo que veo es algo peor y no tengo un buen presentimiento.—Antes de empezar, ¿por qué no me contaste que mi papá intentó propasarse contigo, Gabriela? —pregunta y yo desvío la mirada, sintiendo las mejillas calientes por la vergüenza que me da ese recuerdo—. Me lo prometiste, mi reina.—No quería causar más discordia entre ustedes y, además, puedo cuidarme sola. ¿O acaso no te dijo sobre la patada en los testículos que le di? —respondo, mirándolo con una ceja alzada.—No me lo contó. Tuve que verlo con mis propios ojos —responde y yo lo miro con horror—. Y tuve que hacerlo porque pasó algo antes y tuve que revisar las cámaras. Algo que nos incluye a ambos y que sucedió el mismo día que fuiste a la suite como habíamos acordado.«Entonces, ya sabe que fui…» pienso y me levanto porque no puedo verlo a la cara ahora. No quiero que me confirme si estuvo o no con
Sus manos acarician cada parte de mi cuerpo, apretando con suavidad mientras me besa. Sus labios vuelven a mi cuello, pero no se quedan ahí y besa la piel de mis senos que el brasier no cubre. Se cuela por debajo de mi espalda y yo me arqueo un poco para facilitarle el trabajo, dejándome desnuda de la cintura para arriba.Su boca se adueña de mis pechos y yo me arqueo, de manera involuntaria, al sentir las corrientes eléctricas adueñarse de mi cuerpo. Su lengua hace maravillas en mis pezones y yo gimo sin poder contenerme, mientras sus manos magrean la carne de mi cintura y caderas con precisión. Sus besos húmedos viajan por mi abdomen y muerde con delicadeza un costado de mi cuerpo, haciéndome respingar.Sus manos traviesas me bajan, con una tortuosa lentitud, las bragas y me dejan completamente expuesta a él. Besa la cara interna de mis muslos, haciendo que me remueva en mi lugar y cubro mi rostro con las manos cuando lo siento bajar y bajar hasta rozar con su respiración mi intimid
Nuestras manos enlazadas quedan suspendidas en el aire, coloca la suya libre en mi cadera y la mía la dejo caer sobre su hombro. Movemos nuestros cuerpos en un ligero vaivén y trato de no mirarlo a los ojos porque siento que se dará cuenta de lo que he descubierto hoy sobre mis sentimientos.«¿Él se sentirá igual o me estoy ilusionando sola?» No puedo evitar pensar en eso, tengo que admitirlo. Me asusta que para él solo soy un rato de placer con el que acabará cuando se aburra, pero a veces veo un brillo intenso de otra cosa que me hace dudar y pienso que, muy en el fondo, algo está naciendo en su corazón. Solo que no sabe aún qué es.― ¿Te gustó el almuerzo en honor a tu abuela? ―pregunta y yo asiento con una sonrisa en el rostro―. Lo haré en todos los negocios que tenga, durante un mes. Este mes, en su nombre.―Gracias, amor ―se me escapa y cubro mi boca, avergonzada. Sin embargo, él sonríe tanto que se achinan sus ojos―. ¡Eso es tu culpa! Ya me lo pegaste.―Pues qué lindo se escuch
La venda en mis ojos cae con suavidad y yo no tengo que adaptarme a la luz de nuevo, ya que estamos en un bendito acuario. La oscuridad predomina y la luz que hay es de tonos azules y morados, debido al agua y a los corales. Los peces, las tortugas y erizos de mar se ven por todas partes y yo solo puedo observar todo maravillada. Él toma mi mano y tira de mí para empezar el recorrido.― ¿Qué te parece el lugar? ―pregunta, mirándome.―Es increíble. Sé que parece tonto, pero nunca había ido a un acuario ―le comento y luego le miro con ojos entrecerrados―, pero presiento que ya lo sabías.―Te lo juro que no ―dice, alzando la mano en señal de juramento―. Este es el primer lugar de muchos a los que quiero llevarte.Besa el dorso de mi mano, haciéndome sonreír y empezamos a caminar, admirando la vida marítima que aquí reside. No sé muy bien los nombres de los peces, pero me emociono al ver aquellos que reconozco por Nemo. Mauricio se ríe por mi actitud infantil, y tal vez por ignorancia, g
Montserrat está extraña, pero ni Cristian sabe por qué. De todas formas, estoy segura que debe ser por su padre. Sebastián me ha comentado que no ha tenido el valor de visitarle y pedirle explicaciones y yo lo agradezco en mi interior, aunque suene egoísta.No me gustaría que se enterara por él que estoy con su hermano, mucho menos ahora que somos novios.Me dan ganas de reír el solo hecho de pensar ello, porque si alguien me hubiese dicho que terminaría perdida e irrevocablemente enamorada de Mauricio Díaz, seguro me le hubiese reído en la cara.Pero aquí estoy, perdida e irrevocablemente enamorada de Mauricio Alejandro Díaz Guerra.Hoy hay una feria de gastronomía en el restaurante y todas las escuelas hemos sido invitadas. No puedo negar que me tiene un tanto nerviosa encontrarme en público con Mauricio, siento que nuestras miradas gritan lo que tanto nos esmeramos en ocultar.Por ahora.Han organizado esta feria en el ala de eventos del negocio y hay puestos de comida, así como re
Mauricio me abre la puerta de su Jeep y me tiende la mano para ayudarme a bajar. Cierra la puerta tras de mí y no me deja avanzar muy lejos, tira de mi mano hacia su pecho para unir nuestros labios en un beso que grita lo mucho que me ha extrañado. Su mano descansa en mi mejilla y la acaricia en círculos, mientras la otra reposa sobre la mía que reside en su pecho.Suspiro cuando nos separamos y parpadeo con lentitud antes de mirarlo.― ¿Vamos? ―pregunta con una sonrisa ladeada en el rostro.―Vamos ―respondo.Entrelaza nuestros dedos y lleva nuestros bolsos en su mano libre. Quiero ayudarle, pero se niega y la verdad es que parece que no se esfuerza mucho con el peso de ambas cosas. Nos adentramos en una de las cabañas, si no recuerdo mal es la que tiene la piscina, y vamos al comedor.― ¿Quieres algo de tomar? ―pregunta―. Tengo jugo de naranja, agua, vino blanco, tinto, cerveza… No sé, lo que gustes.―Pues… una cerveza no me viene nada mal ―le digo, sonriendo con inocencia.Él rueda
El día de los resultados al fin llega. Me estiro en mi cama con una sonrisa en el rostro y siento un peso sobre mis muslos, bajo la mirada para encontrarme con una pierna gruesa y musculosa, con vellos.Las piernas de Mauricio.―Mm, cinco minutos más ―ronronea, atrayéndome hacia él con un brazo.―No, Mauricio. Se me hace tarde para ir a la escuela ―hablo, sosteniéndome del filo de la cama para no ser arrastrada lejos.― ¿Sabes lo que podemos hacer en cinco minutos? ―pregunta, tirando de mí con fuerza para colocarme a ahorcajadas sobre él.― ¿Bañarnos? ―bromeo, entrecerrando los ojos en su dirección cuando siento un bulto duro en mi entrepierna.―Mejor ―dice y se levanta, tomando mi rostro entre sus manos para estamparme un beso en la boca.Yo me empiezo a reír y luego batallo para que me suelte, por el jodido aliento mañanero. Sin embargo, no me presta atención y en menos de lo que canta un gallo me está besando y lamiendo el cuello, haciéndome soltar pequeños gemidos de placer.Su ma
—El primer ganador de la pasantía ha tenido un promedio general de 18.9 puntos. Ha sobresalido en cada prueba, en especial las que se han realizado en el restaurante Fraga. Sin embargo, en este caso, el señor Mauricio Díaz se abstuvo de votar u opinar por motivos que ya todos saben —explica Guzmán.Montse y yo volteamos a ver a Cristian, seguras de que se trata sobre él, y noto que el pobre hombre ha palidecido tres tonos. Está más blanco que una cucaracha de panadería y eso me hace reír, pero tengo que reprimirme.—Cristian Santos —anuncia el chef y Montse y yo aplaudimos con euforia, mientras el resto parece ya habérselo esperado.«Ugh, menudos envidiosos» pienso.— ¡Mi amor! —chilla Montse contenta, tirando de su cuello para abrazarlo mientras todos aplauden—. Sabía que lo lograrías, te amo.—Gracias, bonita —le dice, sonriendo—- Yo también te amo.¡Vaya! No sabía que la cosa había avanzado tanto entre ellos. Él me mira y yo le guiño un ojo, aplaudiéndole.Cuando está por dar el se