36.

Tengo que ver como él la abraza, rodeando su espalda con sus musculosos brazos y cierra los ojos, besando sus cabellos. Tengo que presenciar como la consuela mientras yo me quedo de brazos cruzados y sintiendo una ansiedad enorme porque estamos a contrarreloj con el tema de Leonardo.

Aun así, no es momento para hablar de ello. Se pondría peor.

―Lo peor es que lo sabía. Cuando estuve en el aeropuerto le dije a mi mamá que no tenía por qué irme, sabía que no debía apartarme de su lado ―solloza.

―No, Gaby. Créeme que Marga se fue estando orgullosa de ti y de todo lo que estás logrando ―le dice él, colocando sus manos sobre sus mejillas.

Yo suspiro, sintiéndome terriblemente mal por estar celoso, pero no puedo evitarlo. Me levanto de mi puesto para colocarme detrás de ella y él me mira.

―El joven aquí presente tiene razón, Gaby ―admito casi a regañadientes―. Eres la mejor de tu clase, tienes un trabajo en donde te adoran y es muy probable que ganes la pasantía en el restaurante, incluso s
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