NathanEliah no quería irse cuando le dije que era momento de volver, me pidió que nos quedáramos un poco más. Tuve que negarme, me sentía muy mal y necesitaba acostarme. Sujeté su mano y caminé a su lado haciendo un gran esfuerzo, mis piernas pesaban como si estuvieran hechas de hormigón, cada parte de mi cuerpo dolía. No estaba seguro de poder continuar. Si tomaba un taxi para llegar a la posada y perdía la conciencia estando los dos solos en la habitación, ¿quién vería por Eliah?El miedo heló mi sangre. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. No sabía qué hacer. Miré alrededor buscando una solución. A la distancia, vi la vivienda de Herman, el hombre que evitó que Eliah corriera a la calle. ¿Estaría dispuesto a ayudarme? Me pareció una buena persona, apenas cruzamos unas palabras, sin embargo, algo en él me inspiró confianza. Podía estar equivocado, mas no tenía muchas opciones.Tomando cada gramo de la fuerza que me quedaba, crucé la calle con mi hermano y me detuve en la acera fr
NathanCada minuto que pasaba sin saber de Eliah, me sentía más culpable. Nunca estuvimos alejados tanto tiempo, él era una parte de mí, había prometido que lo cuidaría siempre. Dejarlo fue devastador, rompió mi alma en tantas partes, dolía más de lo que cualquier cosa lo hizo alguna vez. Mi hermano era todo para mí y yo todo para él. Necesitaba buscarlo, no podía esperar más.¡Qué se joda Müller! No iba a esperar más por él.Me levanté de la cama decidido a marcharme. Solo necesitaba encontrar mi ropa y mis zapatos y escabullirme de la habitación. Revisé el cajón junto a la cama cuando escuché pasos acercándose. Alguien venía. Volví a la cama y me recosté justo en el instante que la puerta se abría. Era la doctora Becker. La sonrisa en su cara anunciaba buenas noticias, o eso parecía.—Tu padre llamó, dijo que volaría esta misma noche desde Italia para venir por ti —anunció con alegría, se le veía muy contenta.—¿Eso dijo? —pregunté con un nudo en la garganta que hizo, que mi voz se
NathanViajamos en un vehículo que mi padre rentó; un chofer nos llevó a la dirección que le di. Lo sentí como una eternidad, me sentía ansioso y nervioso. Podía escuchar los pálpitos de mi corazón en mis oídos. Quería estar tras el volante y acelerar a fondo para llegar más rápido. Cuando al fin estuvimos frente a la casa de Herman, me bajé del auto y corrí a tocar la puerta con golpes enérgicos. Nadie respondía. Seguí tocando y la vecina de al lado salió diciendo que no había nadie, que se fueron dos días antes y que no volverían.—¿Cómo sabe que no volverán? —pregunté exaltado. No podía creer lo que estaba diciendo. Tenía que ser un error.–Cariño, era su arrendadora, empacaron todo, me dieron las llaves y se marcharon —contestó acercándose, mientras yo retrocedía negando con la cabeza.No es cierto, está mintiendo. Volví a la puerta y golpeé más duro. Gritaba el nombre de Eliah, llamándolo, pero nadie salía. Mi padre se paró detrás de mí y me pidió que me detuviera, que me meterí
NathanDiez años más tarde. Ese día, se cumplían diez años desde que me despedí de Eliah, diez años sin saber de él, sin tener una jodida idea de dónde se encontraba. Diez años de culpa y arrepentimiento. Seguía buscándolo, no iba a rendirme nunca.Aunque me residencié en Milán, viajaba con frecuencia a Alemania para intentar dar con su paradero, no perdía la esperanza, no lo olvidaría jamás. Para entonces, él tendría catorce años, ya no era un niño. ¿Cómo era su vida?, ¿me recordaba?, ¿era feliz?, ¿lo volvería a ver algún día? Esas y más preguntas me atormentaban a diario, sin embargo, tuve que aprender a seguir adelante sin él.Estudié Diseño y Arquitectura en la University of Pavia. Me gradué con honores. Luego, hice una maestría en negocios y comencé a trabajar en la empresa de construcción de mi padre. Él esperaba que me hiciera cargo de todo en un futuro. Para mí, era una gran responsabilidad y un honor que me considerara para un puesto tan importante. Lo admiraba mucho y sentí
NathanNueve años despuésViajé a Hamburgo por asuntos de negocios, estábamos a punto de iniciar un proyecto enorme que requería de mi presencia, y no puse objeción cuando papá me pidió que me hiciera cargo. Confiaba en mi criterio, dejó en mis manos cualquier decisión que se debiera tomar. La empresa creció mucho en los últimos años, había sucursales de Müller Enterprise en casi toda Europa. Papá me entregaba cada día más responsabilidades, porque decía que era mi tiempo y que el suyo se estaba agotando. No me gustaba escucharlo hablar así, esperaba que viviera muchos años más.Salía de almorzar de uno de mis restaurantes favoritos de Hamburgo cuando vi a un joven repartiendo unos panfletos, vestía ropa oscura, tenía un brazo cubierto de tatuajes y el cabello peinado en puntas. Me quedé mirándolo y noté algo familiar en su rostro.¿Es posible que sea él? Caminé en su dirección y el chico extendió su brazo hacia mí, sosteniendo una invitación en su mano. La tomé y entrecerré los ojos
NathanJoss me llamó a primera hora de la mañana, me dijo que tenía información importante y que debíamos vernos. Le di el nombre del hotel en el que estaba hospedado y quedó en llegar en una hora.Me vestí y pedí servicio a la habitación. Desayuné en el comedor y esperé ansioso a Joss.Todo estaba sucediendo rápido, no lo había asimilado por completo.Joss fue puntual. Lo invité a pasar y nos reunimos en la sala. Traía en su mano un sobre grande que contenía la información que había encontrado. Me lo entregó diciendo que lamentaba no haber hallado antes a Eliah. Respondí que sabía lo duro que había trabajado buscándolo, que no se sintiera mal.Nos despedimos y se marchó dejándome a solas para tener privacidad.Me serví un trago de whisky y lo bebí antes de abrir el sobre. Dentro, había una carpeta con la información organizada. Lo primero que encontré, fue un informe detallado de Herman Braun: toda su vida resumida en tres páginas. Era un bombero jubilado. Su mujer, Alda Braun, era m
Nathan Salí de la casa, me dirigí al auto y me senté detrás del volante temblando. Por un momento, dejé de ser el hombre de treinta y seis años y volví a ser aquel muchacho de dieciséis que tomó una decisión desesperada.Respiré hondo y dejé escapar el aire en un resoplido lento. Cuando me sentí calmado, llamé a Joss y le pedí que me ayudara a contratar un equipo de vigilancia. No me fiaba de Herman ni de Alda, no correría el riesgo de que desaparecieran una vez más. Le advertí que era urgente, que no me movería del lugar hasta que alguien llegara. Él aseguró que, en menos de una hora, lo tendría resuelto.Justo como prometió, antes de que se cumpliera el plazo, me llamó para decirme que podía irme, que el equipo había llegado. Miré alrededor y vi una furgoneta con vidrios tintados estacionada en la esquina. Encendí el auto y me fui al hotel esperando que Herman se comunicara conmigo como le indiqué. Si no lo hacía, sería razón suficiente para dudar de su palabra.Volví al hotel y pa
NathanNo tardé mucho en encontrarla varios metros adelante, inconsciente y con una pierna rota. Estaba muy golpeada y raspada. Había mucha sangre en el suelo, más de la que vi alguna vez. Me apresuré a tomarle el pulso y sentí un profundo alivio al descubrir que seguía con vida. Esperaba que no muriera, era muy joven y no merecía perder la vida en un jodido accidente por culpa de un desgraciado que debía estar ebrio. El maldito se había dado a la fuga tras el choque, sin importarle una mierda lo que pasara con ellos. Le haría pagar por la muerte de Eliah, lo que hizo no quedaría impune.Las sirenas de la ambulancia se comenzaron a oír en ese instante. En menos de un minuto, llegaron al sitio del accidente. Un paramédico revisaba a Eliah. Otro, fue hacia donde estaba Evelyn. Me preguntaron si la conocía y dije que no, que venía detrás de ellos cuando sucedió el accidente. Un oficial de policía se acercó a la escena y me pidió hablar, quería saber lo que había visto. Le relaté todo lo