Siento un extraño dolor en mi barriga. Tengo problemas para respirar y siento como si hubiera sido hace unos minutos cuando la ex esposa de Massimiliano se abalanzó hacia mí con un cuchillo en las manos. ¿Me hirió?, claro que lo hizo, recuerdo ver la sangre correr por mi falda y blusa.
Siento una manos acariciándome y también como cantan. Es una mujer. ¿Puede ser mi abuela?
Sigo escuchando ese canto que me relaja tanto, pero mis problemas para respirar siguen igual. Trato de quitar eso que aprisiona mi rostro, ¿una máscara?, ¿y Massimiliano?, ¿sabrá lo que paso?
—La mia bambina —es… italiano, trato de moverme pero me siento sumamente adormilada.
—Ho… —alcanzo a decir y poco a poco abro mis ojos. Mi mirada es muy borrosa—. Ho…
Siento su mano cubriendo la mía. La besa una y otra vez. Le escucho sollozar. Y abro los ojos. Lo veo recostado con la frente pegada en la cama de hospital. A mi alrededor todo es penumbra. —No —su rostro se alza de inmediato—. No llores. —Jenna —besa mi mano y luego mis labios varias veces, alzo las manos hasta su rostro para sostenerlo y limpiar sus lágrimas. —No llores, estoy aquí —niega despechado. —Ni siquiera sabía que eras alérgica a la penicilina, pude haber evitado esto, pude haber ido a buscarte y esa mujer nunca te hubiera atacado. Pude evitar esto…—niego acercándolo a mí. —No es tu culpa, ¿sigues molesto por Imanol? —Que va —besa mi frente—. No te qui
Ha pasado una semana desde el ataque de Andrea. Estiro mi cuello con cuidado y de a poco me siento en la orilla del colchón. Me giro un poco y veo a Massimiliano descansar. Su cuerpo está volteado hacia mí. Tiene el ceño fruncido y la boca ligeramente abierta. Me pongo de pie con cuidado, aún siento molestias pero ya puedo moverme. Camino hacia el cuarto de baño y me lavo el rostro y dientes. Camino hacia la cocina y me encuentro con la mucama, Gina. —Buenos días señora —sonrío —Buenos días Gina, ¿cómo estás? —Bien gracias, ¿quiere que le preparé algo?, ¿café?, ¿jugo de naranja? —Un jugo de naranja por favor —la mujer asiente y voy a sentarme en la barra. E
He decidido no ir al juicio de Andrea. No quiero volver a toparme con esa mujer. Me recuesto en la cama mientras cambio los canales del televisor. Por la noche es la inauguración del nuevo casino de Massimiliano. Estoy casi segura de lo que usaré. Paulino quiere aprovechar la reunión para anunciar de manera formal el compromiso de Massimiliano y yo. Aún me siento extraña al pronunciarlo y no paro de verme el anillo. Ayer he telefoneado a la abuela. No se ha enterado de nada de lo que tenga que ver con Andrea, pero si le he dicho lo del compromiso. Se mostró bastante feliz y gritó en sus posibilidades, dijo que se lo haría saber a papá… no quiero ni imaginar lo que pensará de mí. Le extraño. Doy media vuelta en el colchón y dejo caer mi cuerpo. Tomo aire varias veces casi sin sentir dolor. La recuperac
—¿Estás bien? —pregunta con voz un tanto apresurada mientras caminamos en busca de Joaquín. —No… —dejo escapar un puchero y me obligo a no decir más hasta que estemos en el auto. Joaquín abre la puerta y nos adentramos en los asientos traseros. Doy un largo suspiro y rompo a llorar, no sé por qué estoy tan sentimental, ¿por qué reacciono así por una mujer que nunca en la vida conocí, ni respondió como mi madre? —Lo siento por dejarte sola —niego sollozando—. Yo… no lo puedo creer, tengo años mirando a esa pareja, y pensar que ella es tu madre… —No lo repitas… duele —me acurruco en su pecho hasta que me notifica que hemos llegado a casa. Toma mi cuerpo entre sus brazos como si fuera cualquier cosa y subimos hasta su casa.
Miro el reloj de nuevo, marcan las 7 de la mañana. Me pongo de pie y camino hasta la cocina. Gina ha preparado café. Vierto un poco de crema en él y un terrón de azúcar. —Buenos días Señora. —Buenos días —contesto con voz muy apagada. —¿Le gustaría algo especial para desayunar? —niego —Aún no, saldré a hacer algunas compras —la mujer asiente y continúa en sus ocupaciones. Empino la taza de café por mis labios y lo caliente de la bebida cala mi garganta. Vuelvo a la habitación y miro a Massimiliano sumido en un sueño profundo. Voy hacia el vestidor, me coloco un par de pantalones deportivos, una blusa fluorescente y mis zapatillas deportivas. Tomo mi bolso y salgo de casa. El. Esto se está poniendo cada vez más difícil. Jenna está bastante decepcionada por lo que ha pasado con Michael y yo… bueno no sé qué hacer. Le he dado la plática, él sabe que debe de protegerse si no puede controlar sus hormonas… no es como que pueda colocarle un cinturón de castidad a mi hijo. Siento mucho que Jenna haya tenido que ver eso, la verdad es que nunca había pasado algo así con él, trato de dejar de pensar en ello y continuar comiendo hasta saciarme y volver a la habitación. Jenna está recostada en la cama, la veo mal, la veo triste, ¿pero qué puedo hacer por ella? —Dime que hago para verte sonreír de nuevo —acaricio la curvatura de su cintura y caderas. Se gira hasta mi dirección y me toma del rostro. Capítulo 44
Despierto después de una ligera siesta. Mis piernas tiemblan ligeramente. Me ladeo un poco y noto que Massimiliano no está en la cama así que me pongo de pie y voy en busca de algo de ropa cómoda para ponerme. Miro el reloj y señalan las 4 de la tarde. Tomo un par de pantaloncillos cortos de mezclilla y una blusa de mangas. Salgo de la habitación y no hay nadie en el lugar. —Buenas tardes, ¿gusta algo de comer? —pregunta Gina y yo asiento —Por favor, muero de hambre —la mujer comienza a preparar comida hábilmente. Escucho como la puerta del recibidor se abre y extiendo un poco mi cuerpo para averiguar quién es y me encuentro con la mirada de Michael. Me enderezo y tomo un vaso de té que ha colocado Gina frente a mí. —Jenna —se acerca y planta un bes
No sé cuándo me he quedado dormida. Siento que una frasada cubre mi cuerpo y estoy recostada en el sofá de Pamela. No escucho nada, miro a través de la ventana y noto como ha amanecido. Siento un dolor intenso en mi pecho. Los has dejado, repite mi mente. Pero no fue porque yo quise, fue el temor, el miedo. Me siento en el sofá y me concentro en los débiles rayos de sol que entran por la ventana. El móvil suena haciendo que me sobresalte. La pantalla se ilumina indicando que es Paulino. —Hola —hay ruido detrás —¿Jenna? —es Michael —Si… —escucho su respiración acelerada y luego una sirena. —¿Estás mejor ah