He decidido no ir al juicio de Andrea. No quiero volver a toparme con esa mujer. Me recuesto en la cama mientras cambio los canales del televisor. Por la noche es la inauguración del nuevo casino de Massimiliano. Estoy casi segura de lo que usaré.
Paulino quiere aprovechar la reunión para anunciar de manera formal el compromiso de Massimiliano y yo. Aún me siento extraña al pronunciarlo y no paro de verme el anillo.
Ayer he telefoneado a la abuela. No se ha enterado de nada de lo que tenga que ver con Andrea, pero si le he dicho lo del compromiso. Se mostró bastante feliz y gritó en sus posibilidades, dijo que se lo haría saber a papá… no quiero ni imaginar lo que pensará de mí. Le extraño.
Doy media vuelta en el colchón y dejo caer mi cuerpo. Tomo aire varias veces casi sin sentir dolor. La recuperac
—¿Estás bien? —pregunta con voz un tanto apresurada mientras caminamos en busca de Joaquín. —No… —dejo escapar un puchero y me obligo a no decir más hasta que estemos en el auto. Joaquín abre la puerta y nos adentramos en los asientos traseros. Doy un largo suspiro y rompo a llorar, no sé por qué estoy tan sentimental, ¿por qué reacciono así por una mujer que nunca en la vida conocí, ni respondió como mi madre? —Lo siento por dejarte sola —niego sollozando—. Yo… no lo puedo creer, tengo años mirando a esa pareja, y pensar que ella es tu madre… —No lo repitas… duele —me acurruco en su pecho hasta que me notifica que hemos llegado a casa. Toma mi cuerpo entre sus brazos como si fuera cualquier cosa y subimos hasta su casa.
Miro el reloj de nuevo, marcan las 7 de la mañana. Me pongo de pie y camino hasta la cocina. Gina ha preparado café. Vierto un poco de crema en él y un terrón de azúcar. —Buenos días Señora. —Buenos días —contesto con voz muy apagada. —¿Le gustaría algo especial para desayunar? —niego —Aún no, saldré a hacer algunas compras —la mujer asiente y continúa en sus ocupaciones. Empino la taza de café por mis labios y lo caliente de la bebida cala mi garganta. Vuelvo a la habitación y miro a Massimiliano sumido en un sueño profundo. Voy hacia el vestidor, me coloco un par de pantalones deportivos, una blusa fluorescente y mis zapatillas deportivas. Tomo mi bolso y salgo de casa. El. Esto se está poniendo cada vez más difícil. Jenna está bastante decepcionada por lo que ha pasado con Michael y yo… bueno no sé qué hacer. Le he dado la plática, él sabe que debe de protegerse si no puede controlar sus hormonas… no es como que pueda colocarle un cinturón de castidad a mi hijo. Siento mucho que Jenna haya tenido que ver eso, la verdad es que nunca había pasado algo así con él, trato de dejar de pensar en ello y continuar comiendo hasta saciarme y volver a la habitación. Jenna está recostada en la cama, la veo mal, la veo triste, ¿pero qué puedo hacer por ella? —Dime que hago para verte sonreír de nuevo —acaricio la curvatura de su cintura y caderas. Se gira hasta mi dirección y me toma del rostro. Capítulo 44
Despierto después de una ligera siesta. Mis piernas tiemblan ligeramente. Me ladeo un poco y noto que Massimiliano no está en la cama así que me pongo de pie y voy en busca de algo de ropa cómoda para ponerme. Miro el reloj y señalan las 4 de la tarde. Tomo un par de pantaloncillos cortos de mezclilla y una blusa de mangas. Salgo de la habitación y no hay nadie en el lugar. —Buenas tardes, ¿gusta algo de comer? —pregunta Gina y yo asiento —Por favor, muero de hambre —la mujer comienza a preparar comida hábilmente. Escucho como la puerta del recibidor se abre y extiendo un poco mi cuerpo para averiguar quién es y me encuentro con la mirada de Michael. Me enderezo y tomo un vaso de té que ha colocado Gina frente a mí. —Jenna —se acerca y planta un bes
No sé cuándo me he quedado dormida. Siento que una frasada cubre mi cuerpo y estoy recostada en el sofá de Pamela. No escucho nada, miro a través de la ventana y noto como ha amanecido. Siento un dolor intenso en mi pecho. Los has dejado, repite mi mente. Pero no fue porque yo quise, fue el temor, el miedo. Me siento en el sofá y me concentro en los débiles rayos de sol que entran por la ventana. El móvil suena haciendo que me sobresalte. La pantalla se ilumina indicando que es Paulino. —Hola —hay ruido detrás —¿Jenna? —es Michael —Si… —escucho su respiración acelerada y luego una sirena. —¿Estás mejor ah
Él. Soy un estúpido, debí de haber ingerido más. ¿Cómo pude hacerle eso a Jenna?, quise darles libertad pero no resultó. Por un momento siento su aroma inundándome, siento su piel y como aprieta mi mano. —Lo siento —es su voz, es ella. Abro los ojos y la miro recargada en la camilla. —Jenna —digo acercándola a mí con las pocas fuerzas que tengo —Lo siento Massimiliano, prometí no dejarte y… —No, no, perdóname, he sido un estúpido. He sido un… —digo con furia y es la verdad, ¿cómo pude beber así? —Ya, ¿por qué lo has hecho? —dice en tono molesto y con los ojos bien abiertos. Puedo darme cuenta a simple vista que no h
Han pasado un par de días desde ese incidente, Massimiliano no ha sido el mismo, ha tardado en poder dormir y descansar, los cuidados han sido mínimos pero el daño emocional ha sido fuerte. Nos encontramos esperando nuestro vuelo a Vermont. La abuela debe de estar encantada y siento que esto va a ayudarnos. Las cosas en casa han dejado de estar tan tensas desde aquel incidente. Michael aún se siente un tanto consternado y no es para menos al encontrar a su padre tirado en el suelo del baño con un frasco de pastillas en su mano. Por otro lado Massimiliano se ha disculpado con nosotros casi a diario. Ha prometido mantener su problema con el alcohol lejos de nosotros. Escucho como llaman a nuestro vuelo y Massimiliano se pone de pie con mis dos maletas de mano. El almuerzo se termina y comienzo a juntar los platos sucios cuando escucho la voz de mi padre. —¿Así que…piensas casarte con mi hija? —mi espalda se tensa y me giro en dirección a Massimiliano. —Así es, señor —carraspea un poco y mi padre asiente frotándose la barba. —¿Y no dirás algo así como… si usted me lo permite?, no creo que sea un buen ejemplo para tu hijo —Massimiliano arregla el traje color azul que lleva. —Claro, pero creo que sería un acto de hipocresía al montar toda aquella escena hace unos meses y después decir que me casaré con su hija si usted me lo permite —mi padre asiente. —Es bueno… pero de igual manera, deberías pedírmelo —Massimiliano asiente. —¿Capítulo 49