Barbra. Luego de terminar mi rutina de ejercicio tomo asiento sobre el mueble largo con asiento acolchado. Agarro mi botella de agua y tomó con rapidez hasta que no queda ni una gota. Suelto un suspiro y con la toalla. pequeña color rosa claro seco mi cuello y mis pechos. Debo mantenerme en forma, es la razón por la que tengo todo levantado, senos, trasero. Eso es bueno, no me quejó. Hoy aprovecharé mi domingo por la mañana libre. —Nos vemos, Barbra —se despide Frank mi entrenador quien agita su mano hasta mi lugar. Elevo mi mano y hago lo mismo —Nos vemos —le sonrío de vuelta. Miro al frente y veo la ciudad por al ventana del edificio en donde estoy. Observo toda la vista y veo a las personas caminar por las aceras y los autos transitar. Luego de un rato me voy a las duchas. Me quitó mi shorts y mi top para después adentrarme en uno de los cubículos he iniciar mi baño. Al estar lista sólo seco mi cuerpo y comienzo a vestirme, con uno de mis típicos vaquero y una blusa, sobre est
Barbra. No soy mujer de hacer estas cosa. Pero es mejor eso a tener sexo gratis, solo te follan y se van. Lo más probable es que este haga lo mismo, pero la diferencia será que va dejar cien mil dólares a mi disposición. Además nadie se va enterar y mi jefa mucho menos. Los clientes con tarjeta de oro son los que tiene una relación muy estrecha con ella. Que lo haga una vez no tiene nada de malo. Ay, Barbra. ¿Acaso te vas a sentir culpable? ¿Culpable de qué? Cedric ya no está contigo y perro que te ladre no tienes. Pero solo será sexo nada del otro mundo. Algo común y corriente, por los que muchos pagan y otros lo practican gratis. Por los cielos. Por mi cabeza pasan un millón de cosas. Mas dinero para mis ahorros y para poder montar mi restaurante gigante. Además no me tocará de a nada. Va pagar por hacerlo ¿Hará esto con todas las chicas que mira bailar? Realmente es la primera vez que un cliente ofrece está cantidad de dinero por tocar mi cuerpo. Salgo de mis pensamientos y ha
Barbra. Al bajar de mi motocicleta con el maletín entre las manos me dirijo al ascensor para subir. Al hacerlo marco el número de piso y este en minutos me deja en ese pasillo. Con pasos lentos me dirijo por el lugar y al llegar a la puerta que está al final, doy tres toques y después saco mi teléfono para marcar el número de Ric, quien al segundo tono responde. Llamada. —¿Qué sucedió? —habla con voz adormitada. —Solo abre la puerta —gruño. Corta la llamada. Después de un minuto veo que Ricardo abre. Lo veo usando su pijama y me mira ceñudo. —Es la 03h ¿Qué sucedió? ¿Y que es eso? —enciende la luz. Sin decir nada simplemente me adentro en su apartamento. Él luego de cerrar la puerta sigue mis pasos con pesadez. —Pareces una mafiosa que viene a entregarme algún tipo de droga o un dedo de algún amigo que mataste —se detiene en la mesa del comedor y me observa —. Me gusta tú bléiser. —Gracias —volteo y lo miro —. ¿Y para que traigo el dedo si ya lo mate? ¿Estás volviendo a ver
Barbra. Trago suavemente mientras lo observo —¿Cómo es que lo sabes? —expreso con voz firme mientras lo miro. —Porque he ido a ese lugar —comenta aún mirándome —. Y te he visto bailar. —Entiendo… ¿Y como es que te enteraste? —Por un amigo —sonríe levemente —. Debo admitir que lo haces muy bien. Realmente tienes talento. La primera vez que te vi me quedé impresionado, Barbra. —Entiendo… y gracias. Pero no te preocupes yo… me iré con Ricardo —le dedico una sonrisa desganada —. De todos modos gracias por ofrecerte. —Esta bien, entonces… te ayudaré a bajar la motocicleta —abre la puerta. —Si, esta bien —agarro la manilla y la abro para después bajar y acercarme a la cabina de la camioneta. Puedo ver que Jon, sin hacer el más mínimo gesto de hacer fuerza baja la motocicleta y después me observa. —Entonces, buenas noches. Te veo mañana en el trabajo —comenta él mirándome. —Gracias nuevamente por el aventón. —De nada, buenas noches. Se gira y sube a su camioneta. Desde mi lugar l
Barbra. 13h30 y me encuentro de rodillas sobre el piso frío. Me sostengo de los bordes del inodoro mientras vomito todo lo que puedo. Lo peor de tomar es la resaca. ¡Dios es terrible! Siento como la cabeza me va estallar. Sólo recuerdo las botellas de tequila, Vodka y Malibú sobre aquella mesa del bar, pero después nada más. Con cuidado me levanto del piso de cerámica y con pasos lentos me voy en dirección a la tina junto con el vestido que uso desde anoche. Me adentro en esta y después abro la larga regadera para esparcir agua en mi cabeza y sólo cierro los ojos recibiendo el agua que cae sobre mi. —No volveré a tomar… —digo para mí misma mientras, siento el agua caer en mi cabello y piel, ocasionando que se ponga de gallina. Así me quedo por casi una hora y después salgo del cuarto de baño con la toalla enredado en mi cuerpo desnudo y mojado. Al entrar en mi habitación busco de inmediato una píldora para la jaqueca en una de mis mesitas de noche. Abro una por una para ver si la
Barbra. Agarro mi teléfono y de inmediato marco al número de Ricardo, pero no atiende. Así que simplemente me voy a cambiar de atuendo para no perder más tiempo. Me quito todo el atuendo anterior y después me coloco un body negro de látex. Sin tiros y totalmente recto en el área de mis pechos, por detrás es tipo bikini. Lo acompaño con unas botas largas que dan a mis muslos y también del mismo material del body. Mi cabello lo dejo suelto y por último unos lindos guantes largos que terminan antes de llegar a mis codos. Ya lista me observo al espejo para rectificar y al ver que todo está bien y en su lugar, vuelvo a tomar asiento sobre la silla y retoco mis labios rojos. Él maquillaje sigue igual así que ya estoy lista para irme en dirección a ese sitio oscuro donde bailaré nuevamente. Así que a las 23h00 me voy en esa dirección. Al entrar al lugar entre oscuro y claro, sólo se puede ver una luz blanca que alumbra desde arriba el tubo metálico que usaré para bailar. Con pasos lento
Barbra. En cuánto salgo de la oficina de mi jefe miro nuevamente la tarjetica y después vuelvo a guardarla en el bolsillo de mi camisa. Para después salir del pequeño pasillo he ir a la cocina. Puedo ver que ya todos están en sus lugares. —Barbra, te toca acariciar los platos —dice Rupert quien pasa rápidamente por mi lado, cargando una bandeja en el cual lleva un pavo. No respondo y sólo miro en esa dirección. Suelto un suspiro cansado al ver la montaña de platos sucios. Saldré de esto, saldré de esto. Me digo en mis adentros para después perezosamente acercarme al lava bajillas y comenzar a lavar cada uno como me lo indica mi jefe. Cuando salimos del trabajo Ricardo fue quien me llevó a casa y por el camino solo nos preguntamos eso que me propondrá el jefe. —Quizás te va enviar a uno de los restaurantes. —Si… podría ser… —digo mirando al frente. —Bueno, veremos —Ricardo se estaciona frente al edificio —. Me llamas en cuando regreses del lugar. Afirmo —Si, está bien. Adiós.
Barbra. Habían pasado algunos días desde aquel encuentro con Travis Masson en el restaurante. No le dije nada a Ricardo. Digamos que aún lo estoy procesando. Mi jefe me descubrió. Fue quien me folló mientras yo tenía la vista vendada, y ahora para pagar lo que hice con su carro, quiere que sea su bailarina exclusiva. Así es la cosa. Travis me dijo que nos veríamos en el lugar donde iré a “mover mi sexy trasero” para él. ¿A caso siempre es así de directo para decir las cosas? Yo no me lo creo aún. Pero si eso haré. Yo le pondré algunas reglas. —El domingo haré una cena en mi casa —dijo Naomi —. Quiero que asistan. Será por el ascenso de mi esposo. Nos encontramos disfrutando de nuestros almuerzo, antes de que la hora de irnos a trabajar nuevamente acabe. —Claro, allí estaremos —dijo Scarlett. —Yo… quizás no pueda —refiero mirando mi plato vacío. Los tres me observaron de inmediato. —Estaré algo ocupada. —¿Trabajarás de noche? —inquiere Scarlett quien sorbe otra vez de su piti