Capítulo 3

-¡Luca! ¡Luca! – mi padre viene gritando quién sabe desde dónde -. ¡¿Dónde está ese bribón?!

Se abre la puerta de golpe, trato de mantenerme impasible, concentrado en los documentos que estoy revisando. Pero el que desaparezcan de manera intempestiva de mis manos me dice que mi método de disipación de ira esta vez no funcionó, mi padre golpea la mesa, lo que me sobresalta y me acurruco un poco en mi silla, jamás lo vi tan molesto.

-¡Luca Cavalcanti, si yo tuviera cinco años menos, te tendría recostado en mis piernas dándote unas buenas nalgadas!

-¿Y ahora que hice?

-¿Qué hiciste? ¡¿Qué hiciste?! Tienes treses meses en tu puesto y han pasado diez asistentes, todas se van por involucrarse con su jefe ¡Contigo!

-No es mi culpa, ellas se me lanzan y yo no soy de fierro…

-No te atrevas a decir algo como eso… - se aprieta el puente de la nariz -. Mira, hoy tienes varias entrevistas, vas a elegir a la asistente más capaz, la más difícil, la que menos te coquetee, porque si vuelven a tratar de seducirte y tú caes, el próximo asistente te lo elijo yo ¿entendiste?

-¿Qué-qué quieres decir?

-Que, si esta nueva asistente se te va por involucrarse contigo, te busco un hombre de asistente… y mucho mejor si es gay.

-No puedes hacerme eso… sabes que no me gusta tenerlos cerca.

-Pues elige bien – achica sus ojos y se pone de pie -. Porque esta es la última advertencia.

Me deja solo, miro la hora y llamo a recursos humanos, para saber a qué hora van a llegar las postulantes al cargo, me queda una hora para tranquilizarme, para prepararme y visualizar lo que realmente necesito en una asistente.

-Respira Luca, es obvio que necesitas a una chica inteligente, proactiva, resolutiva, que te ayude, pero sobre todo que no se convierta en una amante más – suspiro con molestia -. Maldición, es casi como si buscara una esposa.

Dejo caer mi cabeza sobre mis brazos en el escritorio, este día va a ser muy difícil. Me anuncian la llegada de la primera, respiro profundo e indico que entre, decido que sentarme en mi escritorio me va a garantizar una entrevista impersonal y la chica se mantendrá a salvo.

Veo entrar a una castaña, con una falda un poco sobre sus rodillas, se ve resuelta, pero mientras camina hacia mí comienza a mover sus caderas de una manera que me podría volver loco, pero no… hoy busco asistente, busco asistente…

-Buen día, mi nombre es Cherry García – “mal nombre para empezar, demasiado provocativo” -.

-Asiento, señorita García. Comencemos, si es que no tiene alguna objeción – niega con la cabeza -. Muy bien. ¿Puede describirme las funciones del puesto al que aspira?

-Eh, claro…

Siete de ocho candidatas, una salió llorando porque tan solo no saber los números de la empresa le hicieron saber que no estaba calificada. Pido que me den quince minutos de receso, estoy agotado mentalmente de hacer esto.

Me pongo de pie para servirme un vaso de agua y me recuesto en el sofá, con el vaso sobre mi pecho. De pronto se abre la puerta, lo que me espanta y termino mojándome la camisa.

-Pero qué demonios, pedí que me dieran quince min… - al girarme para ver quién ha entrado de esa manera veo dos ojos azules que no me miran a la cara, enmarcados por una trenza que cae al lado derecho, su cabello es rojo como el fuego, su piel blanca, al menos lo poco que se ve. Va en un traje entero azul marino, con un blazer celeste pálido, unos tacones de diez centímetros y una cara que muestra su molestia -. Señorita, debía esperar un momento…

-Yo no pienso esperar más – me dice mirando hacia atrás, tratando de zafarse de las manos que le impiden entrar por completo, pero al girarse y verme al fin con tranquilidad, veo que se sonroja un poco. Estoy impactado, por decir lo menos -. Di-disculpe, pero llevo tres horas aquí y han pa-pasado a tres candidatas antes que yo.

-Tiene razón en estar molesta entonces – me acerco a ella y la tomo por el brazo, para ayudarla a escapar de quien la retiene, siento una sensación nueva me que hace sonreír de inmediato -. Ya veré luego el motivo de eso – miro a Roberto y sentencio lo que haré luego con él -. Por favor, tome asiento, si me da un minuto para cambiarme la camisa, podemos iniciar.

-Cre-creo que puedo esperar solo un minuto más.

Le indico que tome asiento en el pequeño sofá frente a la mesa de centro, mientras me apresuro en ir al baño, para quitarme la camisa mojada. Lo hago rápidamente, no me coloco de regreso ni la chaqueta del traje ni la corbata, me subo las mangas hasta los codos y me dejo abierto dos botones, porque quiero estar cómodo. Luego de esto me iré a casa a dormir, lo juro.

Al salir ella se encuentra ordenando unas hojas en la carpeta que llevaba, al verme la cierra con tranquilidad y se pone de pie para extenderme la mano.

-Perdón por la manera de entrar a su oficina, he sido muy grosera. Emily McDermott – le doy mi mano para responder a su saludo y vuelvo a sentir algo, pero no sé qué puede ser -.

-Luca Cavalcanti, tome asiento, señorita McDermott – ella me mira brevemente y baja la vista algo sonrojada mientras vuelve a sentarse, se me hace muy dulce y creo que mi apariencia la distrae un poco -. Si gusta, podemos iniciar ahora mismo.

-Me parece perfecto.

-Bien, comencemos – cierro mis ojos brevemente, pero ya no es por cansancio, esas mejillas sonrojadas y esos bellos ojos me distraen, pero debo enfocarme -. ¿Puede describir el puesto para el cual aspira?

-Claro, debo tomar notas en sus reuniones, manejar su agenda, las relaciones públicas, filtrar información que no sea relevante, entre otras muchas más funciones.

-Sí, más o menos eso. ¿Tiene disponibilidad para trabajar hasta altas horas para terminar lo solicitado por su jefatura?

-Con todo respeto, pero no. Si la jefatura me asigna una tarea que requiere más de mi tiempo, entonces la jefatura tiene un problema – echo atrás mi cuerpo y levanto las cejas ante su respuesta -.

-¿Por qué sería la jefatura quien tiene el problema?

-Verá, cuando un trabajo se asigna a tiempo, se puede terminar a tiempo, sin necesidad de que el personal se quede por más tiempo. Cuando no se maneja una buena organización en cuanto a las tareas, eso es lo que suele suceder – mira brevemente sus manos y vuelve a responder -. Y, a veces, puede ser porque el trabajador pierde tiempo entre charlas, tomar su desayuno en la oficina o salir por un café, pero eso también es responsabilidad del empleador, que permite esas cosas.

-Ya veo… me intriga eso de la organización – mentira, pero quiero oírla, esta chica es inteligente y muy directa, me encanta… como asistente, claro, como asistente -.

-Si le intriga un asunto tan importante como la organización, me parece que tiene un problema, pero de todas maneras se lo explicaré. Parte de la organización es mantener un control de la agenda de la empresa, un cronograma de actividades que permitan visualizar las tareas por realizar para cumplir los objetivos. Es decir, que antes de asignar las tareas…

-La jefatura ya sabe cuáles son y a quienes asignarlas. Sí, lo sé y me gusta que usted lo sepa. Pero ¿sabe? A veces hay imprevistos, que usualmente son consecuencia de factores externos a la empresa.

-Si son nuevos cada vez, se entiende. Si son recurrentes, se debería buscar la fuente del problema para detenerlo o tener un plan de contingencia… o ambos.

-Perfecto – es realmente inteligente, presenta soluciones a nivel de gerencia y es mucho de lo que varios aquí no tienen -. ¿Cree que puede llenar cada uno de los requerimientos para el puesto?

-Eso espero, no quisiera ser la asistente número once y salir de aquí antes de mostrar siquiera una de mis capacidades – eso es casi una bofetada para mí -.

-¿Cómo sabe eso?

-Señor Cavalcanti, esta es la cuarta vez que aplico para el puesto y conozco su fama de mujeriego – otra bofetada -, lo que puede en parte justificar el desfile de modelos en lugar de asistentes. Pero quiero decirle que soy muy diferente a todas ellas. Soy frontal, puedo mantener la mirada a los ojos de mi interlocutor aunque se muestre en un atuendo poco apropiado para una entrevista de trabajo. Si tengo que decirle que está mal, dañando su ego, lo haré. Si debo darle un rodillazo en la entrepierna para calmar su fogosidad, lo haré. Si debo m****r a la mi3rd4 a un socio alemán en su idioma por usted, lo haré siempre que se justifique – abro la boca ante toda esta confesión -. De hecho, puedo m****r a la mi3rd4 a cualquier persona en seis idiomas, incluyéndolo usted.

-Bien – mi voz sale casi en un susurro, me aclaro la garganta y recupero la compostura -. Bien, si es capaz de mantener a raya a su jefe mujeriego, hablar seis idiomas y organizar la empresa mejor que algunos de los directivos arcaicos de esta empresa, usted es la indicada para ser mi asistente – me pongo de pie y le ofrezco mi mano, ella la recibe con una sonrisa que me desarma -. Pero, además, deberá llevar mi agenda personal. Esa que a veces a mí se me enreda y me ha causado ciertos problemas.

-No se preocupe, es mejor eso a manejar la agenda de un hombre infiel. Porque supongo que usted no tiene pareja.

-No, soy lo suficientemente responsable para saber que lo mío no es una relación fija.

-Perfecto, acepto esa parte de mis obligaciones. Solo le pido que me lleve a todas sus reuniones relacionadas con la empresa, aprenderé mucho y también podré ayudarle, claro… si se arriesga a que lo corrija frente a otras personas.

-Es mejor eso a quedar como tonto. La espero mañana a las 7:30.

-Muy bien, si mañana hay algo importante en la agenda, le pido me diga ahora, para venir preparada.

-De hecho, sí, vamos al que será la extensión de su escritorio – le señalo el mío, caminamos hasta la silla, la acomodo para ella y rodeo el mueble -. Tome, esta es mi agenda ejecutiva – abro un cajón y saco otra -. Y esta es la agenda personal. Esa es la más valiosa de las dos, si hay un terremoto, puede olvidar todo, hasta su cartera, pero no esa agenda.

-Mu-muy bien – su tartamudez esporádica me llama la atención, espero que no sea siempre -.

-Bien, puede llevar ambas, para que sepa con quién trabajará desde mañana. Nos vemos.

Ella se pone de pie, caminamos hasta la puerta y me extiende la mano para despedirse, la que acepto solo por el gusto de esa sensación maravillosa que es tocar su suave piel. Sale por la puerta sonrojada, espero a que se pierda por el pasillo y soy un grito que no admite vacilaciones.

-¡Roberto! – alguien me debe explicar por qué esa chica esperó tres horas y por qué recién en la cuarta oportunidad pudo tener una entrevista -.

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