69. Fantasmas en el retrovisor.
Narra Ruiz. El motor ruge como un animal herido mientras atravieso la ciudad desangrada. La noche me cae encima como un mal recuerdo, pesada, inmunda, pegajosa. Conduzco sin rumbo fijo, o quizás sí: buscándola. Buscándote, Lorena. Cada semáforo, cada esquina, cada sombra parece escupirme su nombre. Y yo sigo, como un perro rabioso, con la mandíbula apretada y el corazón latiendo en una frecuencia que solo los condenados entienden. Piso el acelerador. Las calles vacías pasan como cuchilladas por la ventanilla. Siento la rabia ardiéndome debajo de la piel. El dolor… ese cabrón, late también. Más silencioso. Más venenoso. Mejor así. No me gustan los sentimientos demasiado ruidosos. La radio escupe basura comercial; la apago de un manotazo. Quiero silencio. Quiero encontrarla. Quiero... quiero que pague. El volante cruje bajo mis manos. La puta me humilló. Se rió de mí. Robó mi dinero, mi respeto, mi paz. —Te voy a hacer pedazos, Lorena... —susurro, con la voz rota d
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