Todos los capítulos de Al ritmo del peligro: La dama y el jefe.: Capítulo 71 - Capítulo 74
74 chapters
70. Bienvenidos al Blue Velvet.
NarraRuiz. El Blue Velvet apesta a sudor barato, whisky rancio y promesas rotas. Apenas cruzamos la puerta, un par de tipos musculosos y sin cuello nos miran con cara de querer hacerse los héroes. Mala elección. Les clavo los ojos. O se apartan, o van a recoger sus dientes del suelo. El mensaje viaja sin necesidad de palabras. Se hacen a un lado como putas sumisas. Tony y los otros entran detrás de mí, esparciéndose por el lugar como plaga. El antro es un desastre de luces rojas, cortinas sucias y mesas pegajosas. En el escenario, una mujer semidesnuda se contonea como si la vida se le estuviera escapando por cada poro. La clientela es una colección de almas perdidas: traficantes de quinta, prostitutas oxidadas, jugadores arruinados. El tipo de sitio donde puedes vender a tu madre por una raya de polvo malo. Perfecto. Me abro paso entre el gentío, dejando que mis hombros golpeen a quien no se quite rápido. Algunos gruñen. Otros se callan. Saben
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71. El arte de la trampa.
Narra Lorena.Todo huele a óxido, pólvora vieja y miedo.El almacén abandonado es un monstruo dormido, lleno de esquinas rotas y ecos sucios de otras épocas.Camino despacio, con las botas levantando polvo que me pica en la nariz. Detrás de mí, tres de las chicas revisan las cargas.—¿Estás segura que va a venir? —pregunta Clarita, cargando una escopeta como si fuera un ramo de flores.Sonrío, porque la duda ya no tiene lugar aquí.—Más segura que de que esta ciudad apesta —le contesto, sacando de mi chaqueta un paquete de explosivos improvisados.La bomba canta suavemente en mis manos, como un corazón pequeño y cruel. Nos movemos rápido.Trampas caseras, cables que parecen parte del desorden.Rutas de escape marcadas solo para nosotras.Todo calculado.Todo listo para recibir al Rey Herido, al idiota, al ser más despreciable.Me acerco a una de las ventanas rotas y miro hacia la calle oscura.No hay ruido, pero sé que está cerca.Puedo oler su odio en el viento, ese hedor a renco
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72. Todos van a pagar.
Narra por Ruiz.La puerta del almacén se abre con un chillido agónico, como si el edificio mismo supiera que la muerte viene de visita.Entro primero, porque soy el único que puede darse ese lujo. Detrás de mí, mi gente, un par de docenas de perros fieles, armados hasta los dientes, con caras de querer morder a alguien.Huelo el aire: sudor rancio, pólvora, miedo fresco.Mierda.Esta no es una emboscada cualquiera. Esta es una puta obra de arte.Sonrío, porque soy un cabrón que ama el arte.—Muévanse, carajo —gruño, y la jauría se dispersa, cubriendo flancos, asegurando zonas.Doy dos pasos más y entonces...¡PUM!Una carga casera revienta a la derecha, lanzando esquirlas y mugre como una escupida infernal.Uno de los nuevos, un idiota que apenas sabía sostener su rifle, vuela como muñeco de trapo, dejando un rastro rojo en el aire.Me agacho por instinto, carcajeándome.—¡Bienvenida a la puta fiesta! —grito, mientras las luces parpadean y otra explosión retumba cerca.Disparos.G
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73. La ciudad arde.
El rumor corre más rápido que un disparo en la noche.En las esquinas, en los bares mal iluminados, en los callejones que huelen a orina y desesperación: Ruiz está cazando, y esta vez no hay agujero que se le resista.“La Herida Abierta”, un bar pequeño, donde la humedad gotea de las paredes como sudor frío. Tres hombres se empinan sus tragos a toda prisa, las manos temblorosas.—¿Escuchaste? —dice uno, un tipo flaco con una cicatriz fea en la mejilla—. Está pagando una fortuna. Una fortuna, loco.—¿Y tú crees que la vamos a encontrar antes de que nos encuentren a nosotros? —responde otro, un gordo que apenas cabe en su silla.Demasiado tarde para debatir.La puerta se revienta con una patada brutal.Ruiz entra.No dice nada.Solo levanta la pistola, su silueta negra y enorme contra el fondo amarillo del bar.BANG. BANG. BANG.Tres disparos secos, tres cuerpos derrumbándose como trapos viejos.—¿Alguien más quiere hablar? —pregunta, con una sonrisa que no toca sus ojos.El canti
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