—Felicia, Felicia… ¿Dónde estás, Felicia?Griffith recorrió todo el castillo buscándome, pero no encontraba ni una sola pista.De pronto, recordó el transmisor que me había dado. Recitó un hechizo, y, al buscar en la mesa de noche, lo encontró allí.No solo el transmisor, sino todo lo que él me había regalado antes.Esto hizo que Griffith sintiera una punzada de miedo en el corazón, y, de repente, una idea cruzó su mente. Rápidamente, llamó a un sirviente:—La última vez que Felicia se desmayó, ¿dónde la encontraste?—Señor, estaba en la esquina del invernadero.La suposición de Griffith se confirmó, y, de inmediato, sus piernas cedieron. Cayó rendido sobre una silla, sintiéndose impotente.—Señor, ¿por qué regresó tan rápido? ¡La ceremonia se interrumpió!Giselle, que había corrido detrás de Griffith, no había podido alcanzarlo hasta ese momento. Al verlo, no pudo evitar quejarse de inmediato.Pero Griffith, al ver a la culpable de la pérdida de su amor, estalló de furia. Se
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