Adrián salió del salón, casi sin hacer ruido, como si no quisiera enfrentarse a más. La puerta de la entrada se cerró con un golpe seco, resonando en la casa vacía. Nelly, sin embargo, no se movió. La rabia que había sentido antes se transformó en una angustia profunda, y una sensación de impotencia se apoderó de su pecho. ¿Por qué siempre había sido tan difícil? ¿Por qué nadie parecía ver lo que ella sentía?Finalmente, las lágrimas se desbordaron. El llanto se apoderó de ella, suave al principio, como si fuera un río lento, pero pronto se convirtió en un torrente incontrolable. La frustración, la desesperación de no ser vista, la angustia de sentirse atrapada en una vida que no le pertenecía, todo eso salía de su cuerpo en forma de sollozos ahogados.Se desplomó sobre el sofá, abrazándose a sí misma, buscando alguna forma de consuelo en su propio ser, pero lo único que sentía era vacío. Vacío porque Adrián nunca iba a cambiar, porque él se había convencido de que lo único que podía
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