Las manos de Nelly buscaron el cuello de Adrián, sus dedos enredándose en su camisa, tirando de él hacia ella con una necesidad que la sorprendió. Adrián, por su parte, la rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia sí, como si no pudiera resistir el deseo que crecía entre ellos. El mundo a su alrededor se desvaneció por un momento. Ya no había reglas, ya no había fronteras.La habitación se llenó de la electricidad de sus cuerpos, sus corazones latiendo al unísono, como si ambos hubieran sido arrastrados a este lugar sin quererlo, pero incapaces de detenerse. Los besos se hicieron más intensos, más urgentes, como si todo el dolor, la frustración y el deseo reprimido fueran liberados con cada roce de sus labios.Nelly se separó un momento, sus respiraciones entrecortadas llenando el espacio entre ellos. Miró a Adrián, su pecho subiendo y bajando con rapidez, y vio en sus ojos algo que no había visto nunca antes: una rendición silenciosa.El aire dentro de la habitación se sentía denso, pe
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