Mientras tanto, en la mansión, Nelly se encontraba en el salón, acurrucada en uno de los sillones tapizados en terciopelo azul. Un libro de romance intenso descansaba abierto en su regazo, aunque sus ojos llevaban varios minutos sin leer una sola palabra. La chimenea crepitaba suavemente, lanzando destellos dorados que bailaban en las paredes, mientras una brisa ligera agitaba las cortinas blancas de lino en las ventanas abiertas. Todo parecía tranquilo, casi demasiado.Pero dentro de ella, la paz era una ilusión. Su mente no dejaba de divagar entre los recuerdos de la noche anterior: los besos de Adrián, el roce de sus dedos, los susurros que la hicieron temblar. Ese momento íntimo había sido un oasis en medio de la creciente incertidumbre que se había instalado en su relación. Últimamente, él parecía distante, atrapado en un mundo al que ella no tenía acceso. Sin embargo, en su cama, en sus brazos, todo lo demás se desvanecía. Por un instante, ella era suficiente.El timbre sonó con
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