IntroducciónTodo era perfecto, podía sentir la suavidad de la seda debajo de su piel, el puesto de Luke estaba tibio, su perfume a pinos de otoño perduraba, pasaba su mano con adoración. Su esposo lo era todo para ella.Escuchó la puerta abrirse y Luke entró sosteniendo una charola con un desayuno para dos, se irguió como una cobra en celo, lo miró detenidamente: no usaba camisa, era muy sexi, y la bragueta de sus jeanes estaba abierta. Alina se emocionó y dio palmadas en la cama.—Te quiero aquí, nene.—Ya me tienes, nena.Se sentaba junto a ella con esa sonrisa que podía derretir el mundo.—¿Y todo esto es para mí?Acariciaba su pecho firme. Dios, era todo un bizcocho sexi, siempre atlético y fuerte; sus 40 años los llevaba con dignidad.—Te ves divino, querido.—Divino para una diosa —besó sus labios—. Te amo, Alina.—¿Me amas como cuando nos conocimos?—Como hace miles de años.Se besaban, el desayuno olía divino y competía con su aroma. Alina solo deseaba tirarlo en la cama y de
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