Cuando soltaste mi mano
Cuando soltaste mi mano
Por: La Pluma
Introducción

Introducción

Todo era perfecto, podía sentir la suavidad de la seda debajo de su piel, el puesto de Luke estaba tibio, su perfume a pinos de otoño perduraba, pasaba su mano con adoración. Su esposo lo era todo para ella.

Escuchó la puerta abrirse y Luke entró sosteniendo una charola con un desayuno para dos, se irguió como una cobra en celo, lo miró detenidamente: no usaba camisa, era muy sexi, y la bragueta de sus jeanes estaba abierta. Alina se emocionó y dio palmadas en la cama.

—Te quiero aquí, nene.

—Ya me tienes, nena.

Se sentaba junto a ella con esa sonrisa que podía derretir el mundo.

—¿Y todo esto es para mí?

Acariciaba su pecho firme. Dios, era todo un bizcocho sexi, siempre atlético y fuerte; sus 40 años los llevaba con dignidad.

—Te ves divino, querido.

—Divino para una diosa —besó sus labios—. Te amo, Alina.

—¿Me amas como cuando nos conocimos?

—Como hace miles de años.

Se besaban, el desayuno olía divino y competía con su aroma. Alina solo deseaba tirarlo en la cama y devorarlo a él.

—Estás caliente, chiquita.

—Ardo por ti.

—Esa es mi Alina.

—Siempre tuya, bombón.

La charola con todo su contenido cayó en el piso, no le importaba el ruido estridente que hacía, ella solo se montó sobre él y comenzó a tentarlo. Su bata delineaba sus pechos firmes y las manos de su amado la acariciaban; eso era toda la felicidad del mundo para ella.

—Alina, te amo, mi loca rabiosa.

—Grítalo.

—¡Alina!

—Anda, dilo…

Sentía que la tocaba ahí y…

—¡Alina! ¡Alina! Despierta, llegarás tarde al canal.

Alina se dio cuenta de que todo fue un sueño y su despertador sonó en ese momento. Luke siempre se levantaba cinco minutos antes de que sonara.

—Haces unos ruidos raros.

Lo vio irse en bóxer y ella se estiró coquetamente y le dijo a su esposo.

—Soñé contigo —acariciaba su puesto—. ¿Quieres saber lo que soñé?

Él consultó con su reloj y le dijo:

—Muévete, es una descortesía llegar tarde a una cita.

—Es que…

—Vamos, vamos, arriba, perezosa.

Y allí se iban todas sus ganas, consultó su reloj y vio en la pantalla un pastel con una vela que decía:

“Felicidades, Alina”.

Lo había olvidado por completo, era su cumpleaños. Treinta y cinco años, ni más faltaba, miró a su alrededor esperando ver algo especial, tal vez un detalle de parte de Luke y no, nada, tal vez la sorpresa se la daría en el desayuno.

Saltó de la cama con una vitalidad, no siempre se cumplían treinta y cinco años junto a los dos seres más importantes del mundo. Luke, su amado esposo y su hijo Adler.

Sacó un atuendo que deseaba estrenar ese día. Era un conjunto con un pantalón de palazo de seda, de color azul eléctrico, que delineaba sus formas y busto muy bien.

—Chica, te ves genial.

Se dijo frente al espejo y vio salir a Luke.

—No me esperes a cenar.

Salió con su portafolios y su pinta de ejecutivo, no entendió su frialdad, tal vez era parte de un show para luego sorprenderla en el desayuno o en el canal frente a todos sus compañeros. Sonrió, eso debía ser.

Luke salía a la amplia sala y su hijo se acercó a él.

—¿Ya te vas?

—El dinero no se hace solo.

Entonces se dirigió a la puerta y se fue. Adler tenía 14 años y se despertó dos horas antes para preparar el desayuno para sus padres.

Vio a salir a su madre toda radiante, y su melena castaña clara, sedosa y alborotada, que le daba un toque más juvenil, se acercó a ella galante.

—La mujer más hermosa del mundo.

Alina se ruborizó, su hijo había heredado esa coquetería nativa de su marido.

—Feliz cumpleaños, mamá.

—¿Te acordaste?

—Siempre.

La llevó a la cocina en donde la esperaba con un delicioso desayuno.

—¡Todo esto es para mí!

—Eres la reina de la casa.

—Hijo —lo besó—, esto se ve delicioso.

—Y lo está, me esmeré mucho en seguir el tutorial de desayunos, e hice pan.

—¿Pan?

—Ajá

—Adler, pero qué loco, mi niño.

Sacaba del horno unos panes que olían a dioses, entonces Alina miró en torno.

—¿Y tu padre?

—Se fue —le servía el jamón.

—¿En serio?

—Ya sabes lo que dice siempre —carraspeaba para imitar su voz—. El dinero no se hace solo.

Alina tomó un poco de jugo de naranja y le dijo a su hijo.

—Ha tenido mucho trabajo últimamente.

—Al menos se acordó, ¿verdad?

Alina miró a su hijo detenidamente y él, sorprendido, preguntó.

—¿No lo hizo?

—Debe tener preparado algo especial para hoy.

Adler estalló para decirle.

—Está actuando como un idiota.

—Adler.

—Es verdad, parece que vive una menstruación eterna.

Sonrió al decir eso y Alina le comentó.

—Es tu padre, pasa por un momento de estrés y debemos entenderlo.

Adler recordó algo y le dijo a su bella madre:

—Te tengo algo especial.

Ella señaló su plato con asombro.

—¿Más todavía?

—Mucho más.

Se levantó y fue al refrigerador y sacó un bello pastel.

—Hice una torta helada.

Los ojos de Alina brillaron, su hijo le recordaba a Luke cuando estaban recién casados.

—Dios, se ve delicioso.

—Y lo está.

Su hijo, tan entusiasta, cuando lo probó, quedó extasiada.

—Está riquísimo, hijo, te esmeraste.

—Creo que tengo talento para la cocina.

—Esto es más que talento, es un don.

Estaba sorprendida.

—Tengo que llevarle a Francis, se volverá loca y no me creará que lo hiciste tú.

—¿Te encantó la sorpresa?

—Me fascinó.

Estaba emocionada de que Adler fuera un joven virtuoso en estos tiempos en que todos estaban de locos.

**

Se sentía muy sexi, era raro, como si el tiempo en vez de restarle le añadiera vitalidad y belleza, salió rumbo al canal de televisión en el que laboraba junto a un lindo equipo.

**

El set tenía esos sillones acolchados de tonos rosa pastel y ese típico aire femenino en toda su decoración. No en vano el programa era el más visto en las mañanas y se llamaba ¡Mujeres en Alto!

La cámara adoraba el rostro de Alina Dixon, presentadora de televisión, una hermosa castaña de cabello lacio que usaba siempre alborotado, lo que le daba un aire coqueto a su rostro.

Era una de las presentadoras más notables de la cadena Global Capital, estaba en el horario de las mañanas junto a otros cuatro presentadores a cargo del popular programa.

Cuando llegó, sus compañeros la recibieron con besos, abrazos y rosas.

—¡Dios, cuánto cariño!

—Te ves estupenda. —le decían.

Francis, una bella mujer en sus 36 años, tan vital y femenina como lo era ella, se le acercó.

—¡La chica del cumpleaños!

Se abrazaron.

—¡Felicidades!

—Gracias —acomodaba su cabello con un giro coqueto—, ¿parece que tengo la edad?

—Te ves mejor.

Entraron para iniciar el programa y se preparaban varias sorpresas, aunque de cuando en cuando pensaba en Luke y su olvido, no podía decir que fingía bien porque desde hace tres meses apenas se hablaba algo.

Todo podía obviarse, pero darse cuenta de que tu matrimonio no andaba bien era complicado para ella, que solo parecía actuar su papel de mujer perfecta frente a las cámaras.

Después de terminar una entrevista con un especialista de la piel, su compañera y mejor amiga, Francis Felton, se acercó mientras ella decía.

—Despedimos al doctor Philip, esperamos que les haya servido la información.

Francis, interrumpiendo el orden del programa, dijo frente a la cámara.

—Un momentito, por favor.

La cámara enfocó a la pelirroja.

—Hoy es un día especial.

Alina se cubrió avergonzada el rostro.

—Hoy una persona maravillosa cumple años —miró a Alina roja como la grana—, nuestra querida Alina Dixon.

Todos aplaudían en el set y colocaban la frase ¡Feliz, Alina!

Alina, al borde de las lágrimas, veía que su compañero Walter entraba con un bello pastel y dijo limpiándose las lágrimas.

—¿Por qué me hacen esto?

—Te lo mereces, amiga —decía Francis.

La enfocaban toda roja de la emoción, y viendo el hermoso pastel con velas que le presentaban.

—¡Dios mío, es bellísimo!

Sus compañeros del programa de variedades se acercaron a cantarle el cumpleaños feliz y las luces bajaron para que se vean las velas y el coro de amigos cantando para ella a todo pulmón.

—Pide un deseo, Alina —le decían.

Ella cerró sus ojos y solo pidió una cosa: amor para su vida y familia, sopló la vela y se despidió una nube de brillantinas y corazoncitos que volaron por todo el set, todos aplaudían emocionados por el efecto.

Alina pudo ver el humillo alzándose y sonrió conmovida. Muchos globos llovieron con papel picado sobre ellos en ese momento y entraron un bello ramo de rosas.

Alina estaba a la expectativa, ¿podía ser que Luke tuviera ese detalle especial?, Francis tomó las rosas y leyó la tarjeta.

—Felicidades para la hermosa presentadora de televisión. Son los deseos de la nueva directiva.

Alina no esperó ese detalle, es decir, sabían que la cadena había cambiado de mando, no que el nuevo dueño tuviera ese tipo de detalles con sus empleados.

—Gracias, a todos.

El chico del físico perfecto y, por ende, el chico fitness del grupo, Emmet se le acercó con un obsequio y le dijo emocionado.

—¡Estamos prendidos de felicidad!

—Emmet, gracias por todo.

—Linda, eres la mejor de todas, fuiste la que apoyó mi propuesta en el canal. Salté a la fama gracias a ti.

—Yo creo que lo hiciste gracias a esos clientes VIP que te manejas.

Se dieron un fuerte abrazo en agradecimiento. Francis, su mejor amiga y mentalizadora de ese momento cursi, se acercó a abrazarla y darle un obsequio.

—Eres la mejor, ¡Felicidades!

—Tonta, no debiste hacer eso.

Se limpiaba las lágrimas con un pañuelo.

—Y perderme tu cara de sorpresa cuando todo pasó.

—Tonta —miró el ramo de rosas—, es un detalle interesante.

—Política de la nueva directiva, claro, la nueva directiva debería de saber que te gustan las calas y no las rosas.

Ella abrazó a su amiga riendo, comenzó el show de celebración a cargo de una coreógrafa que preparó un especial para ella, todo era tan perfecto hasta ese momento, lo único que empañaba su vida era el olvido de su esposo y esas cosas que no se dicen, pero que son importantes y que no deben callarse nunca. ¿Qué sorpresa le depararía el destino a la bella Alina?

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