Ante el asombro de toda su familia, que dejó a un lado lo que estaba haciendo, Fabrizio corría como un niño detrás de Gabriella. Ella hacía su mejor esfuerzo para evadir los ataques y responder cuando tenía la mejor oportunidad de acertar un tiro. Las risas y los gritos de emoción envolvían el jardín, creando un ambiente de alegría contagiosa.Como en toda guerra, cuando se acaban las municiones, solo queda un camino: rendirse al enemigo. Gabriella, jadeando y riendo, finalmente levantó las manos en señal de rendición, con una gran sonrisa en el rostro.Fabrizio, también riendo, se acercó y, con voz suave pero firme, dijo: —Rendido, pero no derrotado.Gabriella lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y complicidad. —Veremos, Fabrizio. Veremos.—¡Alto! ¡Alto! Me rindo —dijo Gabriella con los brazos arriba, su respiración entrecortada y una sonrisa en los labios.Fabrizio, con una sonrisa traviesa, amenazó con lanzar su última munición. —¿Qué me das a cambio de tu vida?Ga
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