Cuando Matías abrió los ojos, la luz de la mañana lo envolvió suavemente, pero el dolor que sentía en su cabeza era insoportable.Se levantó lentamente del sofá de su sala, con la mente nublada, el cuerpo pesado como si el peso de la culpa lo aplastara.Caminó arrastrando los pies hacia la habitación principal, cada paso un reflejo de la agitación interna que no podía controlar.Al llegar, vio a Fernanda, su esposa, en la cama, inmóvil, envuelta en la paz del sueño. La imagen de ella, tan serena y dulce, contrastaba violentamente con el caos que sentía por dentro.Se acercó, pero se detuvo en seco.La vio tan tranquila, tan pura, inocente... como un ángel. Un ángel al que había traicionado, un ángel que no merecía el tormento que él había causado.Lanzó un suspiro cargado de pesar, sus dedos temblaron al alzar la mano, como si quisiera tocarla, abrazarla, pedirle perdón.Pero la imagen de su rostro, la tristeza en sus ojos cuando ella lo miró la última vez, después de su encuentro, lo
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