HOLA, DÉJAME TUS COMENTARIOS O RESEÑAS GRACIAS POR LEER REGÁLAME TU LIKE EN EL CAPÍTULO ♥
—¡Annia! —gritó Mateo, su voz quebrada por la incredulidad y la desesperación que lo ahogaban.La mujer delante de él no reaccionó. O tal vez no escuchó, o peor aún, simplemente lo ignoró.Cada segundo que pasaba, Mateo sentía que el aire se le escapaba, y un escalofrío recorría su espalda.Todo en ella era tan inconfundiblemente Annia: el cabello oscuro cayendo en ondas suaves sobre sus hombros, el brillo misterioso en sus ojos, los labios delicados que tantas veces había besado con fervor en el pasado.Pero algo no encajaba.Había algo en su mirada, algo frío, distante, que desbordaba la calidez que alguna vez había conocido.Era como si la mujer frente a él estuviera hecha de hielo, ajena a todo lo que alguna vez compartieron. Mateo titubeó, sin poder comprender.El corazón le martilleaba en el pecho con fuerza, como si quisiera escapar de su cuerpo.Con cada paso que daba hacia ella, su mente gritaba que algo no estaba bien, que aquello que veía no era posible.—¿Me hablas a mí? —
Beth empujó al hombre con todas sus fuerzas, pero él la sujetó con más brutalidad, atrapándola contra la pared.—¡Aléjate de mí! —gritó con furia, su voz quebrándose de indignación—. ¡No quiero nada de ti, imbécil! ¡Ni dinero, ni favores, ni absolutamente nada! ¡Nunca voy a traicionar a Mateo Savelli!Los ojos del hombre brillaron con una mezcla de burla y desprecio.—Eres una tonta si crees que ese hombre te dará un lugar en su vida —soltó con veneno—. ¡Solo eres su amante! No eres nada. Créeme, harás lo que yo diga… quieras o no.El sonido de unos pasos apresurados interrumpió el tenso momento.—¡Voy a llamar a la policía! —la voz del conserje tronó en el pasillo.Bruno soltó a Beth al instante, sus ojos oscuros evaluando la situación. Gruñó algo entre dientes antes de girar sobre sus talones y largarse.Beth dejó escapar un tembloroso suspiro, sus piernas cediendo por un momento.—Gracias… —susurró al conserje antes de dirigirse a su habitación, con el pecho oprimido y el miedo aun
Los ojos de Matías se endurecieron con una frialdad que jamás antes había mostrado.Su mirada se clavó en la mujer frente a él con un desprecio que la hizo estremecer.—¡Maldita sea, Laura! —rugió, con la voz cargada de furia y desdén—. ¿No he terminado contigo? ¿No te ha quedado claro que entre tú y yo todo acabó? ¡Déjame vivir en paz!Laura sintió que el mundo se desmoronaba bajo sus pies. Nunca había imaginado escuchar esas palabras de los labios de Matías.Sus ojos se llenaron de lágrimas, reflejando desesperación y agonía.—¡Matías, no seas cruel! —suplicó, con la voz quebrada—. Soy una mujer al borde de la muerte, ¿por qué eres tan despiadado conmigo? ¡Te amo, te he amado siempre! Soy tuya, Matías...Desesperada, Laura dirigió su mirada a Fernanda y cayó de rodillas junto a la camilla donde ella reposaba.—Por favor, Fernanda —imploró, con los ojos llenos de lágrimas—, deja a mi hombre en paz. Déjame ser feliz con él. Matías me ama, lo sabes bien. Solo se casó contigo por despech
—Hola, Fernanda, ¿cómo estás? —preguntó Roma, con la voz temblando ligeramente mientras intentaba ocultar la preocupación en sus ojos.Fernanda levantó la mirada y, forzando una sonrisa, intentó esconder el dolor que se reflejaba en su rostro.—Yo... bien, gracias por venir. No debieron haberse preocupado —respondió, con una voz quebrada, casi inaudible.—¿Cómo no íbamos a preocuparnos? —dijo Giancarlo, luego miró a Matías con rabia, mientras la frustración y el enojo se desbordaban en su tono—. ¿Por qué no la cuidaste mejor, Matías? ¡Nunca dejaría que tu madre sufriera un accidente! ¿Por qué no la llevaste en tu auto? ¿Eh?Matías, avergonzado y derrotado, bajó la mirada, incapaz de sostenerla.—Fue solo un accidente —musitó Fernanda como si esas palabras pudieran calmar la tormenta que se desataba a su alrededor, intentó intervenir para calmar la situación, aunque su voz ya temblaba por la tensión en el aire.—Papá, por favor... no es el momento —dijo, con una mezcla de tristeza y des
—¡No me voy a divorciar, madre! ¡No voy a perder a Fernanda, la voy a recuperar, aunque me cueste lo que me cueste!Roma lo miró con sorpresa, incapaz de ocultar el miedo que sentía. Los ojos de su hijo reflejaban una determinación que no podía comprender. ¿Cómo podía estar tan seguro de algo tan destructivo?—¿Y cómo lo harás? —preguntó Roma, su voz temblando con la preocupación—. Ella ya no te quiere, no insistas. Déjala ir, por favor.Matías no vaciló ni un segundo. Su rabia y su dolor eran palpables, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad.—No lo haré, ni por ti, ni por nadie. Quiero a Fernanda, madre. Yo estoy enamorándome de ella… ¡Y no la voy a perder!Roma no supo qué responder. Se quedó en silencio, mirando la fuerza con la que su hijo defendía, algo que, para ella, ya era imposible de salvar.Matías se alejó dejando a su madre aún sorprendida por su actuar.—¿Crees que lograré ser feliz, Giancarlo? —Roma lo miró a los ojos, sus palabras saliendo casi en un su
Enterprises MisuriBeth llegó temprano a la empresa, como siempre, con un café caliente en mano. Sabía exactamente cómo le gustaba a Mateo: fuerte, con apenas un toque de azúcar. Era un detalle pequeño, pero le gustaba pensar que, al menos en algo, podía anticiparse a sus necesidades.Sin embargo, al llegar a la recepción, la secretaria la miró con cierta incomodidad antes de hablar.—Señorita Beth, hay alguien en la oficina del señor Savelli.Beth frunció el ceño.—¿Quién?—No lo sé… pero se negó a dar su nombre y dijo que esperaría a Mateo.Beth no necesitó más para acelerar el paso. Su instinto le decía que no sería una simple visita de negocios.Cuando abrió la puerta, se encontró con una mujer sentada en la lujosa silla de cuero negro del CEO, con la pierna cruzada y una expresión de absoluta confianza.Era joven, alta, de rostro afilado y mirada intensa. Pero había algo más en ella, algo que le hizo erizar la piel.La mujer ni siquiera se inmutó al verla entrar. Simplemente, la e
Roma y Giancarlo se miraron, los ojos llenos de confusión y una preocupación palpable en sus rostros.La noticia era tan inesperada, tan irracional en su mente, que no podían entender cómo todo había llegado hasta ese punto.—¿Qué? Pero… ¿Cuál es la prisa, hijo? —preguntó Roma, su voz cargada de incredulidad.—No es prisa, madre. Es mi decisión, y solo vengo a notificarles, para que la respeten, por favor —respondió Mateo con una firmeza que intentaba ocultar el torbellino de emociones que le invadían.Era difícil, no solo para ellos, sino también para él. ¿Era realmente lo que quería? ¿Lo que debía hacer?Andrea, que había estado en silencio todo el tiempo, se acercó con una sonrisa cálida y ligeramente forzada, como si intentara contener una tormenta de inseguridades dentro de sí.Se inclinó hacia Mateo y tomó su mano, apretándola con suavidad, como si fuera la única forma de calmar su propio nerviosismo.—Prometo que haré que Mateo sea muy feliz a mi lado —dijo Andrea, su voz, un su
Cuando Fernanda recibió el alta médica, una mezcla de sentimientos la invadió.Estaba exhausta, agotada no solo por la enfermedad que la había arrastrado al hospital, sino también por las dudas y miedos que la acechaban constantemente.Matías, al verla tan frágil, no dudó ni un segundo en cargarla en sus brazos al salir del hospital. Ella lo miró sorprendida, queriendo resistirse a su gesto, pero en su estado no tenía fuerzas ni para protestar.—No hace falta, Matías, no es necesario —susurró, casi sin fuerzas, pero él simplemente la ignoró y la levantó con suavidad, como si de una niña pequeña se tratara.Fernanda no pudo evitar sentirse vulnerable, pero se obligó a no pensar en eso. Su mente estaba saturada de pensamientos contradictorios.Al llegar a la casa, el mismo gesto se repitió. Matías, sin darle opción, la cargó nuevamente en sus brazos, un gesto que, para ella, ahora, solo reflejaba la compasión de un hombre que ya no la amaba.Cuando finalmente llegaron a la habitación, la