En la mansión Wong, el agua de la piscina reflejaba un sol radiante, pero para Avy, todo parecía sombrío. Estaba sumergida hasta el cuello, con el cabello oscuro flotando alrededor de su rostro. Cerraba los ojos, tratando de ahogar los pensamientos que la atormentaban, esos que la llevaban de regreso a él, al hombre que había robado su corazón y que parecía tan inalcanzable. El suave sonido de unas sandalias sobre el pavimento la hizo abrir los ojos. Su madre, elegante como siempre, se acercaba con una toalla en las manos y una sonrisa serena en los labios.-Avy, querida, sal de esa piscina. Te vas a arrugar toda -dijo su madre, extendiendo la toalla hacia ella.-No exageres, madre -respondió Avy mientras salía del agua y tomaba la toalla. Se secó el rostro y luego la abrazó, dejando un beso en su mejilla. Ambas caminaron hasta la mesa del jardín, donde un jugo de arándano, el favorito de Avy, las esperaba. Se sentaron en silencio por un momento, disfrutando del sonido de las hojas
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