La propiedad de la familia Wong estaba ubicada entre majestuosas montañas que parecían abrazar el lugar con su imponente belleza. A pesar de su avanzada edad, Jorge y su esposa, Luisa, se mantenían activos. Con casi sesenta años, continuaban disfrutando de actividades como escalar, hacer caminatas y ejercicios, un estilo de vida que habían inculcado en sus hijos desde pequeños.Cuando Avy llegó a la cabaña después de un largo viaje desde la ciudad, se dejó caer en el cómodo sofá de la sala. Sus padres, atentos como siempre, le ofrecieron una taza de té caliente mientras Jorge le contaba las actividades que había preparado para la semana. —Mañana empezamos temprano —dijo Jorge, con una sonrisa traviesa —Vamos a escalar la cara norte de la montaña. Es un desafío, pero sé que puedes hacerlo.—Papá, no sé si estoy lista para eso —respondió Avy, dejando escapar una risa ligera —Últimamente, he estado tan ocupada con la pasarela que no he tenido tiempo para entrenar.Luisa, quien observaba
La relación con Claribel, se había vuelto insostenible. A pesar de que estaba embarazada, Marcus apenas pasaba tiempo en casa. El trabajo se había convertido en su refugio, aunque en el fondo sabía que simplemente estaba evitando enfrentar los problemas que los consumían. Marcus estacionó su auto frente al edificio donde compartía un departamento con Claribel. Su rostro era una mezcla de ira y determinación, mientras repasaba mentalmente las palabras que le diría. Después de semanas de sospechas y consejos de sus amigos Eliezer y Noé, finalmente había confirmado lo que tanto temía: el niño que esperaba Claribel no era suyo. Subió las escaleras rápidamente, ignorando el peso en su pecho. Abrió la puerta del departamento sin anunciarse, encontrándose con Claribel sentada en el sofá, acariciando distraídamente su vientre. Al verlo, ella levantó la mirada con una sonrisa ligera, pero su expresión cambió al notar el ceño fruncido de Marcus. —¿Qué pasa? —preguntó, dejando su taza de
El sol de la tarde caía suavemente, y el murmullo de las hojas meciéndose en el viento llenaba el ambiente con una tranquilidad que a ella le resultaba ajena. Avy se encontraba sentada junto a la piscina, con una copa de vino en la mano y la mirada perdida en el reflejo del agua. Aunque había regresado a su hogar tras casi tres años de viajes constantes, seguía sintiéndose como una extraña, como si aún estuviera huyendo de algo que no podía alcanzar ni dejar atrás. Dan, su amigo y socio, le había insistido en que tomara un descanso, que se diera tiempo para reconectar con su familia y consigo misma. Pero Avy sabía que su regreso significaba más que eso. Era tiempo de enfrentar la verdad, aún no había olvidado a Marcus, el amor que había marcado su vida y que, a pesar de todo, nunca había sido suyo. Ana, la madre de Marcus, apareció en el jardín con una sonrisa cálida. Había llegado para visitar a la mamá de Avy, pero al verla sola, decidió acercarse. Se sentó a su lado con esa famili
El sol comenzaba a ocultarse entre los árboles del inmenso jardín de la mansión. Ana observaba a Máximo desde la terraza mientras el pequeño corría entre los arbustos, riendo con esa inocencia que siempre lograba iluminar cualquier rincón. A su lado, Avy sostenía una taza de té, aunque parecía estar más interesada en el juego del niño que en la bebida. Ana notó cómo los ojos de Avy se suavizaban cada vez que Máximo le extendía los bracitos, buscando refugio en ella. Era una conexión única, casi mágica, como si el niño pudiera sentir en lo más profundo que había encontrado a alguien especial.Ana, siempre observadora, sonrió para sí misma. Sabía que Avy intentaba mantener una distancia emocional con Marcus, pero los ojos no mienten, y los de ella hablaban en silencio cada vez que el hombre estaba cerca. Y luego estaba Marcus, cuya postura se tensaba levemente cuando Avy estaba cerca. Ana estaba convencida de que su hijo seguía amando a esa joven que había sido su confidente, su refugi
Mientras tanto, Avy se encontraba en su habitación intentando distraerse con un libro, pero las palabras no lograban capturar su atención. Sus pensamientos seguían regresando a Marcus, el beso que casi rozó sus labios esa tarde, a las miradas furtivas que habían compartido. Por más que intentara negarlo, algo dentro de ella seguía albergando esperanza. De repente, alguien golpeó la puerta. Antes de que pudiera responder, Luisa, su mamá, entró, como si supiera que era bienvenida. —¿Puedo sentarme? Avy asintió, cerrando el libro. —Claro, mamá. ¿Pasa algo? Luisa sonrió, aunque su expresión era seria. —Solo quería hablar contigo, corazón. Creo que es hora de que seas honesta contigo misma. Avy bajó la mirada, jugando nerviosamente con las esquinas del libro. —No sé de qué hablas. —Sí, lo sabes —insistió Luisa, inclinándose hacia adelante —Sé que sientes algo por Marcus. Siempre lo has hecho. Y antes de que intentes negarlo otra vez, quiero que escuches lo que voy a decirte. Avy
Mientras caminaba hacia la casa, Avy sentía el peso de la decepción. Había imaginado este momento de otra forma, había creído que finalmente podía permitirse soñar con algo nuevo junto a Marcus. Pero ahora, se daba cuenta de que el pasado de él era más complicado de lo que había querido admitir. En el jardín, Claribel seguía a Marcus, con una mezcla de furia y dolor.—¿Es esto lo que querías? ¿Romper lo poco que quedaba? —preguntó, cruzándose de brazos—. Porque sí lo es, felicidades. Lo lograste —se voltea Marcus para quedar de frente a Claribel.—Nunca me has dado el lugar que me merezco, todo lo ves así de simple y estoy harta —espeta Claribel. —Harta que toda tu atención se la des a tu trabajo y a tu hijo, a mí me dejas a un lado.—¿Simple? ¡Por supuesto que no lo es! —Marcus levantó la voz—. Tenemos un hijo. Un hijo que te idolatraba y que ahora apenas recuerda cómo eres porque decidiste apartarte de él, desde que nació, lo has hecho a un lado. Marcus sintió cómo cada palabra lo
Claribel enfrenta a AvyLos días pasaron, y aunque todo en casa parecía haber regresado a una calma aparente, Claribel se había quedado y cancelado unos contratos. Sabía que todo esto era solo una ilusión pasajera. Marcus seguía siendo el padre dedicado de su hijo, pero cada vez que salía o recibía una llamada, ella no podía evitar pensar en Avy. Esa mujer era un obstáculo, una amenaza para todo lo que Claribel había construido, y no estaba dispuesta a permitir que se lo arrebatara.Una tarde, después de asegurarse de que Marcus estaba fuera de casa y que su hijo estaba con una niñera, Claribel se dirigió a la pequeña cafetería donde sabía que Avy solía visitar frecuentemente. No fue difícil encontrarla: sentada junto a la ventana, con una taza de café entre las manos, parecía perdida en sus pensamientos. Claribel tomó aire, ajustó su bolso al hombro y entró con pasos firmes.Avy levantó la vista al escuchar el tintineo de la campanilla de la puerta, y su rostro se endureció al ver
Román miró el reloj mientras sostenía el celular en su mano. Sus dedos temblaban ligeramente, no por nerviosismo, sino por la excitación que siempre le provocaba hablar con Claribel. Su voz era un veneno dulce que lo envolvía y lo hacía olvidar todo, incluso las consecuencias. Miró el número y esperó mientras el sonido del timbre llenaba el silencio de su apartamento.Hola, mi amor —respondió Román al otro lado de la línea, con un tono casi susurrante, como si estuviera contándole un secreto. —Hola, Román. Necesito verte. No puedo esperar más, te espero en mi departamento. Ella rio suavemente, ese tipo de risa que siempre le hacía sentir que estaba jugando con fuego y que lo tenía a sus pies. —Siempre tan impaciente. Está bien, dime a qué hora. —Ahora mismo.Román tragó saliva, ya anticipando lo que vendría. —Perfecto. Voy para allá, amor. —Y con esa última palabra, la línea se cortó, dejándolo con el corazón, latiendo, desbocado.Román llegó al departamento en menos de medi