Al regresar a la cabaña, el crepitar del fuego los recibió con un calor reconfortante. La luz anaranjada de las llamas iluminaba el espacio, proyectando sombras danzantes en las paredes de madera. Marcus cerró la puerta detrás de ellos y se giró hacia Avy, quien lo miraba con una sonrisa suave, sus ojos llenos de gratitud y amor.-Esta noche ha sido perfecta -dijo ella, con un susurro cargado de emoción -Todo lo que has hecho por mí, Marcus... no tengo palabras.Él se acercó despacio, tomándola de la mano con delicadeza.-No tienes que decir nada, Avy. Eres mi mundo, mi todo. Lo que quiero es verte feliz, siempre. Gracias por ser mi compañera, por estar conmigo en las buenas y en las malas.-Y gracias a ti -respondió ella, con lágrimas brillando en sus ojos -por recordarme lo hermoso que es este amor que compartimos.Se miraron en silencio, inmersos en la profundidad de los sentimientos que compartían. Pero esta vez, las palabras no bastaban para expresar todo lo que sentían. Marcus a
Avy miró por la ventana del auto mientras Marcus conducía por la autopista. Las luces de la ciudad comenzaban a hacerse visibles en el horizonte, anunciando el final de su pequeña escapada. Aunque habían disfrutado esos días alejados del bullicio y las responsabilidades, la preocupación por sus hijos no dejaba de rondarles la mente, especialmente la de Avy.-¿Crees que estarán bien? -preguntó ella, rompiendo el silencio que había predominado durante el último tramo del viaje.Marcus soltó un suspiro suave, sin apartar la vista del camino.-Hemos hablado con ellos dos veces hoy, Avy. Mamá dijo que estaban bien, y sabes que mi mamá no diría eso si no fuera cierto.-Lo sé, pero ya conoces a Aron. Es tan travieso. Y Aline... ella puede ser muy sensible, aunque Max es serio, me preocupa más. ¿Y si necesitan algo y no saben cómo pedirlo?Marcus esbozó una sonrisa ligera, tratando de tranquilizarla.-Avy, nuestros hijos están en las mejores manos posibles. Entre mi mamá y la tuya, estoy segu
El jardín de los padres de Marcus estaba lleno de risas, luces cálidas y el murmullo constante de conversaciones entre los invitados. Avy observaba con una sonrisa cómo los niños corrían de un lado a otro, jugando con sus primos y amigos entre las mesas decoradas con flores y velas. Marcus charlaba con su tío Roberto cerca de la mesa de bebidas, mientras Avy se había apartado un poco con Jairito, el bebé más pequeño de la familia, dormido en sus brazos.El aire nocturno era fresco, pero agradable. Avy se balanceaba suavemente, acunando al pequeño, quien respiraba profundamente contra su pecho. Era un momento de tranquilidad en medio de la algarabía, y Avy lo valoraba.A unos metros, notó a Kelly, quien estaba sola junto a una de las mesas. Tenía una expresión que Avy no lograba descifrar. Había algo en su mirada, algo que la hacía lucir pensativa, incluso nerviosa.-¿Qué te pasa, Kelly? -preguntó Avy al acercarse, con una sonrisa amable.Kelly, quien no había notado que Avy la observa
Cinco años habían transcurrido desde que Avy y Marcus sellaron su compromiso de amor y comenzaron a formar la familia que siempre habían soñado. Cada día juntos era un nuevo paso para afianzar su matrimonio. La complicidad entre ambos era evidente: sus miradas se entendían sin palabras, y sus gestos hablaban más que cualquier declaración de amor. Era como si hubieran nacido para complementarse.Sus mellizos, Aline y Aron, de cinco años, llenaban la casa con risas y travesuras. Apenas habían comenzado el preescolar, pero ya mostraban personalidades fuertes y curiosas. Mientras tanto, Max, el hijo mayor de Marcus, estaba entrando en esa etapa complicada entre la niñez y la preadolescencia. A sus diez años, era un niño observador, ingenioso y lleno de preguntas. Aunque siempre había sido un chico feliz, Avy podía notar que algo lo inquietaba últimamente.Una tarde de invierno, mientras jugaban en casa de los abuelos paternos, Max decidió explorar el sótano, un lugar lleno de polvo, cajas
La noche se cernía con suavidad sobre la casa de Avy y Marcus, envolviendo el jardín en una cálida penumbra. Las estrellas, brillantes y dispersas, eran las únicas testigos del recorrido habitual de ambos por los senderos de grava. Era su momento especial, ese en el que dejaban atrás los ajetreos del día y se entregaban el uno al otro, reflexionando sobre su vida, sus hijos y el futuro.Avy suspiró mientras entrelazaba su brazo con el de Marcus, sintiendo el calor reconfortante de su cercanía. La brisa fresca acariciaba su rostro y jugueteaba con los mechones sueltos de su cabello oscuro. La luna iluminaba apenas lo suficiente para revelar la serena expresión de su rostro, aunque sus ojos estaban cargados de pensamientos.-¿En qué piensas, amor? -preguntó Marcus, inclinando ligeramente la cabeza hacia ella. Su voz era grave, pero suave, como si temiera interrumpir la quietud de la noche.-En los niños -respondió Avy, casi en un susurro-. ¿Crees que estamos haciendo lo correcto?Marcus
La noche más larga de AvyAvy Wong observaba su reflejo en el espejo del baño del bar El Paraíso. Sus ojos hinchados y enrojecidos por el llanto contrastaban con el maquillaje que había intentado aplicar unas horas antes. Su cabello negro, siempre perfectamente peinado, ahora caía en mechones desordenados alrededor de su rostro. Las lágrimas seguían surcando sus mejillas, y con cada una sentía cómo su corazón se desgarraba un poco más. —Mañana se casa y no es conmigo —dijo en un susurro apenas audible. Aferrada al lavabo, luchaba por controlar los temblores en sus manos. Su mente era un torbellino de recuerdos: la amistad era un obstáculo. Las risas compartidas con Marcus, las tardes bajo el sol de verano, las noches en las que soñó con un futuro juntos. Todo eso parecía tan insignificante ahora. Cuando regresó tambaleándose a la mesa donde la esperaba Kelly, su amiga levantó la vista y la recibió con una mezcla de preocupación y ternura. —Avy, ya basta —dijo Kelly mientras ap
Mientras en diferentes rincones de la ciudad cada persona vivía su propio drama, el destino tejía una red de secretos, mentiras y decisiones irrevocables. Marcus Santis se encontraba en su departamento, observando la ventana como si pudiera encontrar respuestas en el horizonte. Su mente regresaba una y otra vez al momento en que descubrió que Claribel estaba embarazada. Se sentía atrapado, no solo por el compromiso que implicaba el matrimonio, sino también por la incertidumbre que le carcomía el alma.—¿Cómo llegué a esto? —murmuró para sí mismo mientras apretaba el puente de su nariz, intentando aliviar la presión en su cabeza. Sabía que algo no cuadraba, pero los constantes recordatorios de Claribel acerca de la responsabilidad lo mantenían atrapado.En otro lugar, Claribel disfrutaba del que sería su último encuentro con su amante antes de la boda. Román, su cómplice y amante, no parecía tan seguro como ella de que su plan funcionaría.—¿Estás segura de que Marcus no sospecha nada?
Avy llegó a su casa con el alma hecha pedazos. Apenas se despidieron de su amiga, murmurando un “gracias por todo” antes de encerrarse en su habitación. No podía contener las lágrimas que brotaban de sus ojos como un torrente. Apenas alcanzó a cerrar la puerta del baño antes de caer de rodillas junto al lavabo. Se miró en el espejo, con el rostro desencajado por el dolor y la rabia. Su reflejo era el de una mujer que había intentado ser fuerte, pero que estaba rota por dentro. Dejó que sus lágrimas fluyeran sin medida, buscando liberar el peso que oprimía su pecho. Era insoportable saber que Marcus, el hombre al que había amado desde su adolescencia, no solo pertenecía a otra mujer, sino que ahora sería padre. Había esperado por él, había soñado con un futuro a su lado, pero todo eso se desmoronó en un instante. —¿Por qué, Marcus? —murmuró con la voz quebrada—. ¿Por qué no pude ser suficiente para ti? El dolor se mezclaba con el cansancio y, sin darse cuenta, Avy terminó acurruc