Marcus observa cómo se llevan a una Avy que apenas podía caminar. Se zafa de las garras de Claribel y, molesto, se va de la fiesta dejándola atrás, haciendo un berrinche y llorando frente a quien pronto sería su suegra.-Suegra, ¿qué le pasa a Marcus? Se fue y me dejó botada. ¿Con quién me voy a ir a casa? -le dice Claribel a la señora Ana, quien obviamente no la soporta.-No te preocupes, muchacha; el chofer te llevará a casa -contesta la señora Ana, llevándola fuera del evento y pidiéndole al chofer que la lleve a su hogar.Claribel sube al auto de mala gana. Creía tener la oportunidad de que su futura suegra le diera la razón y la invitara a quedarse en su mansión. Llena de coraje, al llegar a su departamento, arroja todo lo que encuentra a su paso mientras grita improperios hacia Marcus.-Contesta el maldito teléfono, Marcus. ¿Por qué me haces esto? -grita furiosa, marcando su número, solo para recibir siempre la misma respuesta: "El número que usted ha marcado está fuera de servi
El whisky en el vaso se balanceaba, reflejando las luces tenues de la oficina. Marcus estaba sentado al borde del sillón de cuero, con los codos apoyados en las rodillas y el rostro entre las manos. Su respiración era pesada, como si cada exhalación le costara más que la anterior. -¿Dónde dejaste a mi amigo? -preguntó Eliezer, colocándole un vaso en la mano. Su tono era serio, incluso un poco áspero-. Porque este que tengo enfrente, te lo juro, no eres tú.Marcus levantó la mirada. Sus ojos estaban cansados, apagados, como si el peso del mundo le hubiese caído encima. Tomó un trago largo, dejando que el líquido le quemara la garganta, pero no respondió de inmediato.-Vamos, Marcus -insistió Eliezer, sentándose detrás de su escritorio con una postura que dejaba claro que no iba a soltar el tema-. ¿Por qué te casas si no la amas?Marcus cerró los ojos y dejó caer el vaso vacío sobre la mesa. Sus dedos tamborilearon contra la madera antes de contestar, casi en un susurro:-Te juro que n
En la mansión Wong, el agua de la piscina reflejaba un sol radiante, pero para Avy, todo parecía sombrío. Estaba sumergida hasta el cuello, con el cabello oscuro flotando alrededor de su rostro. Cerraba los ojos, tratando de ahogar los pensamientos que la atormentaban, esos que la llevaban de regreso a él, al hombre que había robado su corazón y que parecía tan inalcanzable. El suave sonido de unas sandalias sobre el pavimento la hizo abrir los ojos. Su madre, elegante como siempre, se acercaba con una toalla en las manos y una sonrisa serena en los labios.-Avy, querida, sal de esa piscina. Te vas a arrugar toda -dijo su madre, extendiendo la toalla hacia ella.-No exageres, madre -respondió Avy mientras salía del agua y tomaba la toalla. Se secó el rostro y luego la abrazó, dejando un beso en su mejilla. Ambas caminaron hasta la mesa del jardín, donde un jugo de arándano, el favorito de Avy, las esperaba. Se sentaron en silencio por un momento, disfrutando del sonido de las hojas
La propiedad de la familia Wong estaba ubicada entre majestuosas montañas que parecían abrazar el lugar con su imponente belleza. A pesar de su avanzada edad, Jorge y su esposa, Luisa, se mantenían activos. Con casi sesenta años, continuaban disfrutando de actividades como escalar, hacer caminatas y ejercicios, un estilo de vida que habían inculcado en sus hijos desde pequeños.Cuando Avy llegó a la cabaña después de un largo viaje desde la ciudad, se dejó caer en el cómodo sofá de la sala. Sus padres, atentos como siempre, le ofrecieron una taza de té caliente mientras Jorge le contaba las actividades que había preparado para la semana. —Mañana empezamos temprano —dijo Jorge, con una sonrisa traviesa —Vamos a escalar la cara norte de la montaña. Es un desafío, pero sé que puedes hacerlo.—Papá, no sé si estoy lista para eso —respondió Avy, dejando escapar una risa ligera —Últimamente, he estado tan ocupada con la pasarela que no he tenido tiempo para entrenar.Luisa, quien observaba
La relación con Claribel, se había vuelto insostenible. A pesar de que estaba embarazada, Marcus apenas pasaba tiempo en casa. El trabajo se había convertido en su refugio, aunque en el fondo sabía que simplemente estaba evitando enfrentar los problemas que los consumían. Marcus estacionó su auto frente al edificio donde compartía un departamento con Claribel. Su rostro era una mezcla de ira y determinación, mientras repasaba mentalmente las palabras que le diría. Después de semanas de sospechas y consejos de sus amigos Eliezer y Noé, finalmente había confirmado lo que tanto temía: el niño que esperaba Claribel no era suyo. Subió las escaleras rápidamente, ignorando el peso en su pecho. Abrió la puerta del departamento sin anunciarse, encontrándose con Claribel sentada en el sofá, acariciando distraídamente su vientre. Al verlo, ella levantó la mirada con una sonrisa ligera, pero su expresión cambió al notar el ceño fruncido de Marcus. —¿Qué pasa? —preguntó, dejando su taza de
El sol de la tarde caía suavemente, y el murmullo de las hojas meciéndose en el viento llenaba el ambiente con una tranquilidad que a ella le resultaba ajena. Avy se encontraba sentada junto a la piscina, con una copa de vino en la mano y la mirada perdida en el reflejo del agua. Aunque había regresado a su hogar tras casi tres años de viajes constantes, seguía sintiéndose como una extraña, como si aún estuviera huyendo de algo que no podía alcanzar ni dejar atrás. Dan, su amigo y socio, le había insistido en que tomara un descanso, que se diera tiempo para reconectar con su familia y consigo misma. Pero Avy sabía que su regreso significaba más que eso. Era tiempo de enfrentar la verdad, aún no había olvidado a Marcus, el amor que había marcado su vida y que, a pesar de todo, nunca había sido suyo. Ana, la madre de Marcus, apareció en el jardín con una sonrisa cálida. Había llegado para visitar a la mamá de Avy, pero al verla sola, decidió acercarse. Se sentó a su lado con esa famili
El sol comenzaba a ocultarse entre los árboles del inmenso jardín de la mansión. Ana observaba a Máximo desde la terraza mientras el pequeño corría entre los arbustos, riendo con esa inocencia que siempre lograba iluminar cualquier rincón. A su lado, Avy sostenía una taza de té, aunque parecía estar más interesada en el juego del niño que en la bebida. Ana notó cómo los ojos de Avy se suavizaban cada vez que Máximo le extendía los bracitos, buscando refugio en ella. Era una conexión única, casi mágica, como si el niño pudiera sentir en lo más profundo que había encontrado a alguien especial.Ana, siempre observadora, sonrió para sí misma. Sabía que Avy intentaba mantener una distancia emocional con Marcus, pero los ojos no mienten, y los de ella hablaban en silencio cada vez que el hombre estaba cerca. Y luego estaba Marcus, cuya postura se tensaba levemente cuando Avy estaba cerca. Ana estaba convencida de que su hijo seguía amando a esa joven que había sido su confidente, su refugi
Mientras tanto, Avy se encontraba en su habitación intentando distraerse con un libro, pero las palabras no lograban capturar su atención. Sus pensamientos seguían regresando a Marcus, el beso que casi rozó sus labios esa tarde, a las miradas furtivas que habían compartido. Por más que intentara negarlo, algo dentro de ella seguía albergando esperanza. De repente, alguien golpeó la puerta. Antes de que pudiera responder, Luisa, su mamá, entró, como si supiera que era bienvenida. —¿Puedo sentarme? Avy asintió, cerrando el libro. —Claro, mamá. ¿Pasa algo? Luisa sonrió, aunque su expresión era seria. —Solo quería hablar contigo, corazón. Creo que es hora de que seas honesta contigo misma. Avy bajó la mirada, jugando nerviosamente con las esquinas del libro. —No sé de qué hablas. —Sí, lo sabes —insistió Luisa, inclinándose hacia adelante —Sé que sientes algo por Marcus. Siempre lo has hecho. Y antes de que intentes negarlo otra vez, quiero que escuches lo que voy a decirte. Avy