Mientras tanto, Avy se encontraba en su habitación intentando distraerse con un libro, pero las palabras no lograban capturar su atención. Sus pensamientos seguían regresando a Marcus, el beso que casi rozó sus labios esa tarde, a las miradas furtivas que habían compartido. Por más que intentara negarlo, algo dentro de ella seguía albergando esperanza. De repente, alguien golpeó la puerta. Antes de que pudiera responder, Luisa, su mamá, entró, como si supiera que era bienvenida. —¿Puedo sentarme? Avy asintió, cerrando el libro. —Claro, mamá. ¿Pasa algo? Luisa sonrió, aunque su expresión era seria. —Solo quería hablar contigo, corazón. Creo que es hora de que seas honesta contigo misma. Avy bajó la mirada, jugando nerviosamente con las esquinas del libro. —No sé de qué hablas. —Sí, lo sabes —insistió Luisa, inclinándose hacia adelante —Sé que sientes algo por Marcus. Siempre lo has hecho. Y antes de que intentes negarlo otra vez, quiero que escuches lo que voy a decirte. Avy
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