Cuando Natalia volvió a mirar a Orena Arison, ya no pudo hacerlo con los mismos ojos. El recuerdo de las palabras compartidas por Fabián con respecto a la pérdida de su hermano menor le llegó a la mente de inmediato, haciéndole ver que esa mujer, como cualquier otra madre que pasaba por algo similar, cargaba con un dolor imposible de calmar.La pérdida de un hijo era una de esas cosas que no se superaban jamás.Era un sufrimiento constante, una agonía imparable.Ambas mujeres se cruzaron en medio del pasillo, Natalia tuvo el impulso de ser cordial, de decirle un “buenos días” quizás, pero la indiferencia de parte de Orena la detuvo en sus intentos.La mujer cargaba con una amargura en su ser que era casi palpable. Se podía notar en el fruncimiento de su ceño, en las arrugas que se marcaban junto a su boca.—¿Y tú qué me ves?La inesperada pregunta hizo que Natalia se estremeciera, siendo consciente, de repente, de que había observado a la mujer mucho más tiempo del que se consideraría
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