Javier sostuvo la cabeza de María con firmeza y la besó con desesperación, mientras Ana observaba la escena con resignación. Para empeorar la situación, Mateo apareció de improviso como un inoportuno espectador.―¡Javier, tranquilízate! ―exclamó María, apartándolo con todas sus fuerzas. Su rostro estaba encendido, los labios hinchados y sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, presentando una imagen conmovedora.―¿En qué soy inferior a ese enfermizo? ―bramó Javier con la ropa desarreglada, mientras un destello de dolor cruzaba su mirada―. ¡Puedo darte todo lo que él no puede!María, quien nunca había insultado a nadie, solo alcanzó a murmurar "eres irracional" antes de salir corriendo, dejando a Ana, Mateo y Javier en un incómodo silencio. Javier se limpió el labial de su boca con el dorso de la mano, visiblemente alterado.―Ve tras ella ―sugirió Ana, haciéndose a un lado. Sospechaba que ambos ya sabían que eran los sustitutos del otro, y claramente, Javier llevaba las de perder.Mi
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