Sin embargo, Manuel cedió por simpatía: ―Solo tienes cinco minutos.―Gracias ―respondió Ana antes de que la puerta de la sala de interrogatorios se abriera y cerrara.Al ver a Ana, los ojos sin vida de Marisol finalmente mostraron un destello de emoción. Ana se sentó frente a ella y fue directa: ―Lorena aún no ha despertado.Marisol movió los labios sin emitir sonido alguno.―El tiempo es limitado, así que seré breve ―continuó Ana―. Primero, ¿tu esposo es Nicanor Sarmiento?―...Sí ―respondió Marisol con voz ronca y quebrada.―Segundo, ¿es cierto que no están legalmente casados?―Dijo que nos casaríamos cuando se retirara del espectáculo, su carrera está en ascenso... ―Ana no pudo soportar escuchar más de ese discurso manipulado.―Tercero, ¿amas a Lorena?―Sí.―No, no la amas ―contradijo Ana con firmeza, su mirada afilada y fría, sin ablandarse ante el estado deplorable de Marisol―. Lorena es solo tu herramienta para mantener atado a Nicanor, tu excusa para mantener contacto con él.Mar
El viento alborotó el cabello de Laura como si fuera un nido de pájaros, mientras la acción fluida de Ana despertaba el terror en lo más profundo de su ser.Laura gritó con el rostro contorsionado mientras el viento furioso se colaba en su boca. Ana, sujetándola por la nuca con una expresión gélida y aterradora, susurró: ―¿No eras tú la que hablaba de muerte?Había escuchado claramente los insultos de Laura desde fuera de la habitación. ¿Cómo una señora de alta sociedad podía comportarse como una vulgar pendenciera, atacando a una joven inocente? ¿Acaso solo la vida de Isabella valía algo?―¡Ana! ¡Suéltame! Tú... tú...―¿Yo qué? ―Ana esbozó una sonrisa despectiva, aumentando la presión de su agarre hasta hacer que Laura se quejara de dolor. Con medio cuerpo suspendido en el aire, Laura se sentía mareada―. ¿No estabas sugiriendo a otros que se mataran? Pensé que querías morir.El tono sarcástico de Ana resultó gratificante para todos los presentes, excepto Laura. Incluso Lorena mostró u
―Sí, sí, soy una muerta de hambre, ¿por eso solo me vas a transferir veinte mil? ―provocó Ana, una estrategia que funcionó perfectamente con Laura, quien, picada por el comentario, añadió dos ceros más a la cantidad.Ana la soltó con satisfacción, limpiándose las manos con una toallita húmeda como si hubiera tocado algo repugnante. Laura se desplomó completamente fuera de sí.Contemplando a la mujer inconsciente en el suelo, Ana miró con fingida inocencia a los médicos y enfermeras estupefactos: ―Yo no he hecho nada.La escena había sido todo un espectáculo de giros dramáticos que había dejado a todos con una sensación de satisfacción por las acciones de Ana. Los guardaespaldas se llevaron a Laura, y después de que el personal médico examinara a Lorena una última vez, se retiraron de la habitación.El silencio se apoderó instantáneamente de la habitación. Lorena miró a Ana con mil palabras atoradas en la garganta, pero solo logró pronunciar: ―...Gracias.Ana se sentó al borde de la cam
En Terraflor, con la llegada del otoño, la temperatura había descendido bruscamente. Especialmente por las noches, salir con brazos y piernas descubiertos provocaba escalofríos.Cuando Ana salía del hospital en su coche, divisó tres siluetas familiares. Samuel y Ricardo escoltaban a Isabella, uno a cada lado. Ella iba completamente cubierta y parecía frágil como una hoja. Ana apartó la mirada con indiferencia cuando se abrió la barrera. Nunca imaginó que llegaría el día en que se enemistaria tan profundamente con cada miembro de los Ramírez. Aunque... la sensación era realmente satisfactoria. Hasta el aire de regreso a casa parecía más dulce.Ya en el coche, Isabella se quitó el tapabocas y miró a Samuel con expresión lastimera: ―Samuel, Fabiola regresa mañana, ¿realmente debo ir así? Mi cara sigue hinchada...¡Esa zorra de Marisol había golpeado con toda la intención de hacer daño! Al menos no le había desfigurado el rostro. Pero el dolor era real, tanto que por primera vez había hech
Para Lucía, cualquier cosa que se dijera o hiciera parecía ser una excusa para ocultar algo. Después de una espera de aproximadamente cuarenta minutos, apareció el mensaje de Gabriel.—Baja —escribió él, siendo directo y conciso.—Anda, ve corriendo a los brazos de tu amado —dijo Lucía con un gesto despreocupado cuando vio que Ana se levantaba, sin darle tiempo a decir nada.Ana solo pudo suspirar con resignación, pensando que a veces sería mejor si la gente mantuviera la boca cerrada.Abajo, Gabriel esperaba apoyado contra su auto, su abrigo negro acentuando su figura esbelta. Al escuchar los pasos, levantó la cabeza que mantenía ligeramente inclinada, revelando sus rasgos refinados y atractivos bajo el cabello negro, mientras sus lentes con montura dorada le conferían un aire distinguido y elegante.—¿Señor Urquiza, necesitaba verme? —preguntó Ana cortésmente, conteniendo su asombro ante su presencia.—Carlos me pidió que viniera por ti.Ana guardó silencio, recordando que Carlos hab
—¡Ana, parece que te subestimé! —la voz ronca de Mateo rezumaba furia mientras la rodeaba por la cintura desde atrás.Ana se sobresaltó, dejando caer la linterna que rodó por el suelo. Era imposible ignorar las manos que la sujetaban con fuerza.—¿Javier te dejó y ahora vas tras mi tío? ¿Qué tan bajo puedes caer, Ana?No era la primera vez que los veía juntos y aunque antes había sospechado de su relación, había descartado la idea rápidamente. Gabriel y Ana eran de mundos diferentes, era imposible que estuvieran juntos. Sin embargo, la escena de hoy lo había hecho dudar, despertando una irritación violenta en su interior que lo llevó a seguirla impulsivamente a la bodega, después de alejar al personal.Ana, ya recuperada del susto inicial, pisó con fuerza el pie de Mateo y aprovechó su quejido para alejarse, propinándole una sonora bofetada que resonó por toda la bodega.—¡Ana! —rugió Mateo con ojos gélidos.—¿Qué gritas? Solo fue una bofetada, deberías agradecerme que no fue más —resp
Paula parpadeó inocentemente, aparentando genuina preocupación. En ese instante, todas las miradas en la mesa se dirigieron hacia Ana.—¿Que yo estoy embarazada? —preguntó Ana completamente desconcertada, pues siendo soltera, era prácticamente imposible. Sin embargo, las palabras de Paula le recordaron aquel mensaje de texto que había recibido hace unos días, y al conectar los puntos, la respuesta era bastante clara.—Sí, Ana hermanita, ¿acaso no lo recuerdas? Selina y yo te vimos ese día en la farmacia comprando aquello —dijo Paula, usando un tono meloso al llamarla "hermanita" debido a la presencia de su madre.Ana frunció el ceño con disgusto mientras Paula continuaba con su ataque. —Pero como tú y mi hermano terminaron, ese bebé...—¡Paula! ¡No te atrevas a continuar con esas difamaciones! —la interrumpió Fabiola con voz severa.Todos los presentes, siendo personas perspicaces, entendieron perfectamente la insinuación de Paula: Ana había estado con otro hombre y esperaba un hijo de
—Sé que ustedes los jóvenes están enfocados en sus carreras, pero ya estoy viejo y no puedo controlar todo —le dijo a Fabiola con pesadumbre.Mateo, en general, era más obediente que Paula y al menos no se había descarriado. Si se hubiera convertido en un hijo mimado que solo pensara en diversiones, Carlos probablemente lo habría echado de la casa sin dudarlo. En cuanto a Paula, siendo mujer, él como abuelo había hecho todo lo posible, pero era imposible controlar su etapa rebelde. Carlos esperaba, por interés personal, que Fabiola pudiera poner temporalmente su carrera en segundo plano y acompañar a su hija mientras aún había tiempo de enderezar su camino.Después de la cena, Fabiola llamó a Ana en privado a su estudio. Sacó del cajón una pequeña caja del tamaño de su palma y se la entregó. —Discúlpame Ana, apenas ahora puedo darte tu regalo de cumpleaños veinticinco.El primer instinto de Ana fue rechazarlo, pero Fabiola insistió con firmeza. —Sé las canalladas que hizo Mateo. Hicist