Capítulo 205
En un instante, Ana quedó cubierta por una sombra.

Levantó la cabeza.

—Señor Urquiza.

Esta posición le hacía sentir inexplicablemente presionada.

Especialmente cuando le venían a la mente ciertas imágenes indescriptibles, que hacían todo más difícil de expresar.

Como si percibiera esto, Gabriel se agachó, quedando a la altura de su cuello.

—Señorita Vargas, ¿podría ayudarme con algo?

Los ojos negros del hombre eran como remolinos profundos, capaces de absorber a cualquiera.

Ana apretó nerviosamente las manos, pero su rostro no revelaba emoción alguna.

Sus hermosos ojos permanecían fríos, con pestañas como plumas de cuervo que medio ocultaban sus preciosas pupilas.

En ellas se reflejaba el atractivo rostro de Gabriel.

—¿Qué necesita? —preguntó.

—Este botón se ha enredado con un hilo, ¿podría desenredarlo? —dijo Gabriel.

Debajo de su abrigo llevaba una camisa fina.

El botón del cuello estaba desabrochado, dejando expuesta su piel blanca y fría.

Tal como había dicho, un hilo blanco se hab
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