Paula parpadeó inocentemente, aparentando genuina preocupación. En ese instante, todas las miradas en la mesa se dirigieron hacia Ana.—¿Que yo estoy embarazada? —preguntó Ana completamente desconcertada, pues siendo soltera, era prácticamente imposible. Sin embargo, las palabras de Paula le recordaron aquel mensaje de texto que había recibido hace unos días, y al conectar los puntos, la respuesta era bastante clara.—Sí, Ana hermanita, ¿acaso no lo recuerdas? Selina y yo te vimos ese día en la farmacia comprando aquello —dijo Paula, usando un tono meloso al llamarla "hermanita" debido a la presencia de su madre.Ana frunció el ceño con disgusto mientras Paula continuaba con su ataque. —Pero como tú y mi hermano terminaron, ese bebé...—¡Paula! ¡No te atrevas a continuar con esas difamaciones! —la interrumpió Fabiola con voz severa.Todos los presentes, siendo personas perspicaces, entendieron perfectamente la insinuación de Paula: Ana había estado con otro hombre y esperaba un hijo de
—Sé que ustedes los jóvenes están enfocados en sus carreras, pero ya estoy viejo y no puedo controlar todo —le dijo a Fabiola con pesadumbre.Mateo, en general, era más obediente que Paula y al menos no se había descarriado. Si se hubiera convertido en un hijo mimado que solo pensara en diversiones, Carlos probablemente lo habría echado de la casa sin dudarlo. En cuanto a Paula, siendo mujer, él como abuelo había hecho todo lo posible, pero era imposible controlar su etapa rebelde. Carlos esperaba, por interés personal, que Fabiola pudiera poner temporalmente su carrera en segundo plano y acompañar a su hija mientras aún había tiempo de enderezar su camino.Después de la cena, Fabiola llamó a Ana en privado a su estudio. Sacó del cajón una pequeña caja del tamaño de su palma y se la entregó. —Discúlpame Ana, apenas ahora puedo darte tu regalo de cumpleaños veinticinco.El primer instinto de Ana fue rechazarlo, pero Fabiola insistió con firmeza. —Sé las canalladas que hizo Mateo. Hicist
Qué coincidencia. Justo cuando Ana y Fabiola llegaban a las escaleras, se encontraron con Mateo, quien al ver a Ana, sintió que toda la ira que había logrado contener volvía a surgir. Sus astutos ojos se tornaron rojos y su mirada se llenó de hostilidad, en marcado contraste con la serenidad de Ana.Fabiola, aunque ignoraba lo sucedido entre ellos, intuyó que no era nada bueno. Mateo ni siquiera dirigió una palabra a Ana, sino que al ver a Isabella en la sala, se dirigió directamente hacia ella. Esta actitud hizo que Fabiola frunciera el ceño con preocupación.—¡Mateo! —exclamó Isabella, cuyo rostro se iluminó al verlo, cobrando vida cada una de sus facciones como una mujer completamente enamorada. Su presencia finalmente alivió la incómoda atmósfera.Ana y Fabiola se acercaron más lentamente, y al no ver a Gabriel por ningún lado, Ana discretamente suspiró aliviada.—Fabiola —saludó Isabella dulcemente, intentando ignorar a Ana que permanecía junto a Fabiola, esforzándose por mantener
—¡Mientras yo viva, Isabella jamás cruzará la puerta de los Herrera! Y si insistes en casarte con ella, ¡tú también puedes largarte! —aquellas palabras hicieron que la poca alegría que habían sentido los tres Ramírez se desvaneciera por completo, dejándolos con expresiones igualmente sombrías.Las palabras de Carlos habían convertido su visita de esta noche en un acto de ingenuidad. Los Herrera claramente los despreciaban, y ellos solo habían venido a humillarse. Aunque estaban furiosos, la posición de los Herrera en Terraflor les impedía expresar su indignación. Fabiola permaneció en silencio, evidentemente respaldando las palabras de Carlos.Los ojos de Isabella se empañaron instantáneamente, pero se contuvo con terquedad. —Mateo, no pelees con Carlos por mi culpa, no pasa nada... —dijo con voz entrecortada."Ahí va de nuevo la santa", pensó Ana, quien quería irse pero también deseaba quedarse a ver el espectáculo. Con los Herrera presentes, los Ramírez no se atreverían a hacerle nad
Gabriel se había quitado la chaqueta negra que llevaba en el brazo, dejando ver su camisa blanca. Con sus anchos hombros y estrecha cintura, los dos primeros botones desabrochados le daban un aire casual y relajado.Antes de que Fabiola pudiera hablar, Gabriel se detuvo frente a Ana. Con sus hermosos ojos entornados y las largas pestañas proyectando suaves sombras bajo sus párpados, habló con voz fría y cristalina: —Señorita Vargas, vamos, yo la llevo.Fabiola se sorprendió ligeramente. ¿Gabriel se había ofrecido a llevar a Ana antes de que ella lo sugiriera? ¿Cuándo se había vuelto tan servicial su hermano? Sin tiempo para reflexionar, solo advirtió: —Tengan cuidado en el camino. Ana, avísame cuando llegues a casa.Ana asintió obedientemente y siguió a Gabriel con cierta inquietud. La brisa nocturna disipó el calor de su rostro, aclarando sus pensamientos. Un Bentley negro esperaba en el patio.Gabriel, caballerosamente, le abrió la puerta. Al subir, el cabello suelto de Ana rozó su b
Desde el momento en que conoció a Nicanor, hasta que se enamoraron... parecía que todo había sido un amor unilateral. Ella era once años mayor que Nicanor; en aquel entonces, era una directora y guionista ardiente en la industria, mientras que Nicanor apenas era un novato.Ella se dejó llevar por la atracción física, y Nicanor simplemente siguió la corriente. Comenzaron una relación clandestina de mantenimiento hasta que, más tarde, cuando Nicanor se hizo famoso, su arreglo se convirtió en un noviazgo normal. Fue entonces cuando sus roles se invirtieron.Nicanor empezó a estar tan ocupado que apenas tocaba el suelo; a veces pasaban seis meses sin verse. Ella comenzó a sentirse insegura, perdiendo gradualmente su identidad, volviéndose obsesiva.Las lágrimas de Marisol se habían secado, dejándola como una muñeca sin vida.—Exponga las acciones de Nicanor —sugirió Ana.Que una relación de más de veinte años terminara así era como mil agujas clavándose en el corazón vulnerable de Marisol,
—¡Marisol! —el hombre pateó la puerta de la habitación violentamente, acompañando su acción con un grito estruendoso.Ana frunció el ceño y sacó su teléfono, activando la cámara.—¡Marisol! ¡Borra inmediatamente todo lo que publicaste! ¡¿Tienes idea del daño que me has causado?! ¡Si te has vuelto loca, vete a un manicomio, pero no me arrastres contigo!La repentina aparición de Nicanor, después de tanto tiempo, hizo que el corazón de Marisol se encogiera, instintivamente colocándose frente a Lorena.Nicanor se quitó el gorro y el tapabocas, revelando el rostro que la había cautivado durante más de veinte años. El tiempo solo había dejado en él huellas de madurez. Sus facciones duras se contorsionaban por la ira, y sus ojos parecían brillar con un destello asesino.El corazón de Marisol se heló.—¡Nicanor! ¡No pelees aquí! Lorena necesita tranquilidad...—¡¿Tranquilidad?! ¡¿Qué nuevo truco están tramando ustedes dos?! ¡Te advierto que esto no funcionará conmigo!Nicanor rió con frialdad
Ana se hizo a un lado, esquivándolo.Arqueó una ceja con desdén y lo miró fríamente. —¿Por qué no me atrevería?Nicanor perdió todo rastro de razón. Olvidando cualquier principio sobre no golpear a mujeres, se abalanzó sobre Ana.Marisol gritó: —¡Nicanor!El hombre intentó someter a Ana por la fuerza, pero subestimó su capacidad de reacción. Ana le sujetó el brazo y con una llave de judo lo lanzó violentamente al suelo.Excepto ella, los otros tres quedaron atónitos.Ana mantuvo la calma. Colocó un pie sobre la espalda de Nicanor mientras llamaba a la policía.—¡¿Qué es lo que quieres?! ¿Dinero? ¡Tengo de sobra! ¡Te daré lo que pidas si borras el video!Al pensar que su carrera construida con tanto esfuerzo podría arruinarse, Nicanor sentía que el mundo se derrumbaba. En ese momento, no solo estaba dispuesto a darle dinero, ¡incluso le conseguiría un hombre si eso quería!—¿Acaso parezco necesitar dinero? —Ana aumentó la presión con su pie, haciendo que Nicanor gruñera de dolor.—En-en