En Terraflor, con la llegada del otoño, la temperatura había descendido bruscamente. Especialmente por las noches, salir con brazos y piernas descubiertos provocaba escalofríos.Cuando Ana salía del hospital en su coche, divisó tres siluetas familiares. Samuel y Ricardo escoltaban a Isabella, uno a cada lado. Ella iba completamente cubierta y parecía frágil como una hoja. Ana apartó la mirada con indiferencia cuando se abrió la barrera. Nunca imaginó que llegaría el día en que se enemistaria tan profundamente con cada miembro de los Ramírez. Aunque... la sensación era realmente satisfactoria. Hasta el aire de regreso a casa parecía más dulce.Ya en el coche, Isabella se quitó el tapabocas y miró a Samuel con expresión lastimera: ―Samuel, Fabiola regresa mañana, ¿realmente debo ir así? Mi cara sigue hinchada...¡Esa zorra de Marisol había golpeado con toda la intención de hacer daño! Al menos no le había desfigurado el rostro. Pero el dolor era real, tanto que por primera vez había hech
Para Lucía, cualquier cosa que se dijera o hiciera parecía ser una excusa para ocultar algo. Después de una espera de aproximadamente cuarenta minutos, apareció el mensaje de Gabriel.—Baja —escribió él, siendo directo y conciso.—Anda, ve corriendo a los brazos de tu amado —dijo Lucía con un gesto despreocupado cuando vio que Ana se levantaba, sin darle tiempo a decir nada.Ana solo pudo suspirar con resignación, pensando que a veces sería mejor si la gente mantuviera la boca cerrada.Abajo, Gabriel esperaba apoyado contra su auto, su abrigo negro acentuando su figura esbelta. Al escuchar los pasos, levantó la cabeza que mantenía ligeramente inclinada, revelando sus rasgos refinados y atractivos bajo el cabello negro, mientras sus lentes con montura dorada le conferían un aire distinguido y elegante.—¿Señor Urquiza, necesitaba verme? —preguntó Ana cortésmente, conteniendo su asombro ante su presencia.—Carlos me pidió que viniera por ti.Ana guardó silencio, recordando que Carlos hab
—¡Ana, parece que te subestimé! —la voz ronca de Mateo rezumaba furia mientras la rodeaba por la cintura desde atrás.Ana se sobresaltó, dejando caer la linterna que rodó por el suelo. Era imposible ignorar las manos que la sujetaban con fuerza.—¿Javier te dejó y ahora vas tras mi tío? ¿Qué tan bajo puedes caer, Ana?No era la primera vez que los veía juntos y aunque antes había sospechado de su relación, había descartado la idea rápidamente. Gabriel y Ana eran de mundos diferentes, era imposible que estuvieran juntos. Sin embargo, la escena de hoy lo había hecho dudar, despertando una irritación violenta en su interior que lo llevó a seguirla impulsivamente a la bodega, después de alejar al personal.Ana, ya recuperada del susto inicial, pisó con fuerza el pie de Mateo y aprovechó su quejido para alejarse, propinándole una sonora bofetada que resonó por toda la bodega.—¡Ana! —rugió Mateo con ojos gélidos.—¿Qué gritas? Solo fue una bofetada, deberías agradecerme que no fue más —resp
Paula parpadeó inocentemente, aparentando genuina preocupación. En ese instante, todas las miradas en la mesa se dirigieron hacia Ana.—¿Que yo estoy embarazada? —preguntó Ana completamente desconcertada, pues siendo soltera, era prácticamente imposible. Sin embargo, las palabras de Paula le recordaron aquel mensaje de texto que había recibido hace unos días, y al conectar los puntos, la respuesta era bastante clara.—Sí, Ana hermanita, ¿acaso no lo recuerdas? Selina y yo te vimos ese día en la farmacia comprando aquello —dijo Paula, usando un tono meloso al llamarla "hermanita" debido a la presencia de su madre.Ana frunció el ceño con disgusto mientras Paula continuaba con su ataque. —Pero como tú y mi hermano terminaron, ese bebé...—¡Paula! ¡No te atrevas a continuar con esas difamaciones! —la interrumpió Fabiola con voz severa.Todos los presentes, siendo personas perspicaces, entendieron perfectamente la insinuación de Paula: Ana había estado con otro hombre y esperaba un hijo de
—Sé que ustedes los jóvenes están enfocados en sus carreras, pero ya estoy viejo y no puedo controlar todo —le dijo a Fabiola con pesadumbre.Mateo, en general, era más obediente que Paula y al menos no se había descarriado. Si se hubiera convertido en un hijo mimado que solo pensara en diversiones, Carlos probablemente lo habría echado de la casa sin dudarlo. En cuanto a Paula, siendo mujer, él como abuelo había hecho todo lo posible, pero era imposible controlar su etapa rebelde. Carlos esperaba, por interés personal, que Fabiola pudiera poner temporalmente su carrera en segundo plano y acompañar a su hija mientras aún había tiempo de enderezar su camino.Después de la cena, Fabiola llamó a Ana en privado a su estudio. Sacó del cajón una pequeña caja del tamaño de su palma y se la entregó. —Discúlpame Ana, apenas ahora puedo darte tu regalo de cumpleaños veinticinco.El primer instinto de Ana fue rechazarlo, pero Fabiola insistió con firmeza. —Sé las canalladas que hizo Mateo. Hicist
Qué coincidencia. Justo cuando Ana y Fabiola llegaban a las escaleras, se encontraron con Mateo, quien al ver a Ana, sintió que toda la ira que había logrado contener volvía a surgir. Sus astutos ojos se tornaron rojos y su mirada se llenó de hostilidad, en marcado contraste con la serenidad de Ana.Fabiola, aunque ignoraba lo sucedido entre ellos, intuyó que no era nada bueno. Mateo ni siquiera dirigió una palabra a Ana, sino que al ver a Isabella en la sala, se dirigió directamente hacia ella. Esta actitud hizo que Fabiola frunciera el ceño con preocupación.—¡Mateo! —exclamó Isabella, cuyo rostro se iluminó al verlo, cobrando vida cada una de sus facciones como una mujer completamente enamorada. Su presencia finalmente alivió la incómoda atmósfera.Ana y Fabiola se acercaron más lentamente, y al no ver a Gabriel por ningún lado, Ana discretamente suspiró aliviada.—Fabiola —saludó Isabella dulcemente, intentando ignorar a Ana que permanecía junto a Fabiola, esforzándose por mantener
—¡Mientras yo viva, Isabella jamás cruzará la puerta de los Herrera! Y si insistes en casarte con ella, ¡tú también puedes largarte! —aquellas palabras hicieron que la poca alegría que habían sentido los tres Ramírez se desvaneciera por completo, dejándolos con expresiones igualmente sombrías.Las palabras de Carlos habían convertido su visita de esta noche en un acto de ingenuidad. Los Herrera claramente los despreciaban, y ellos solo habían venido a humillarse. Aunque estaban furiosos, la posición de los Herrera en Terraflor les impedía expresar su indignación. Fabiola permaneció en silencio, evidentemente respaldando las palabras de Carlos.Los ojos de Isabella se empañaron instantáneamente, pero se contuvo con terquedad. —Mateo, no pelees con Carlos por mi culpa, no pasa nada... —dijo con voz entrecortada."Ahí va de nuevo la santa", pensó Ana, quien quería irse pero también deseaba quedarse a ver el espectáculo. Con los Herrera presentes, los Ramírez no se atreverían a hacerle nad
Gabriel se había quitado la chaqueta negra que llevaba en el brazo, dejando ver su camisa blanca. Con sus anchos hombros y estrecha cintura, los dos primeros botones desabrochados le daban un aire casual y relajado.Antes de que Fabiola pudiera hablar, Gabriel se detuvo frente a Ana. Con sus hermosos ojos entornados y las largas pestañas proyectando suaves sombras bajo sus párpados, habló con voz fría y cristalina: —Señorita Vargas, vamos, yo la llevo.Fabiola se sorprendió ligeramente. ¿Gabriel se había ofrecido a llevar a Ana antes de que ella lo sugiriera? ¿Cuándo se había vuelto tan servicial su hermano? Sin tiempo para reflexionar, solo advirtió: —Tengan cuidado en el camino. Ana, avísame cuando llegues a casa.Ana asintió obedientemente y siguió a Gabriel con cierta inquietud. La brisa nocturna disipó el calor de su rostro, aclarando sus pensamientos. Un Bentley negro esperaba en el patio.Gabriel, caballerosamente, le abrió la puerta. Al subir, el cabello suelto de Ana rozó su b