Kyros estaba todavía en el jardín, no podía dejar de contemplar las flores blancas que con tanto amor y ahínco cuidó por años. Ahora, un nuevo arbusto había sido plantado, el número veintiséis, y saber que podía compartir ese momento con Lieve, le llenaba el corazón de paz. Quizás aún le tomaría un largo tiempo ganarse el cariño de la chica, su respeto, su confianza; pero tenía mucho tiempo para ello y no tenía nada de prisa, no ahora que por fin la había reencontrado. Estaba dispuesto a hacer lo necesario y esperar pacientemente a que ella pudiera ver cuánto la amaba, pero todo sería al debido tiempo, pues ella aún reaccionaba mal a sus intentos de acercamiento. Aunque esa mañana se comportó arisca, él sabía que había tocado su corazón cuando confesó que plantaba y cuidaba de las camelias solo por ella, por mantenerlas vivas como el amor que alguna vez sintieron el uno por el otro. Había ya mucho frío ese día, el invierno estaba llegando a su etapa más cruda, pronto la nieve cae
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