Después de aceptar la sugerencia de Diana, Lieve se propuso recordarlo siempre, estar atenta a cada uno de sus movimientos a partir de ese momento. Aunque no sabía hasta qué punto se vería arrastrada a situaciones contradictorias, decidió mantenerse al margen durante el tiempo que estuviera en el palacio. La discreción sería su mejor aliada, al menos mientras las aguas se calmaran.Recogió su cabello en una alta coleta, el cabello blanco cayendo en mechones ordenados, y, siguiendo a Diana, ambas salieron del vestidor en dirección a la zona de los baños. Al llegar, Lieve no pudo evitar mirar, no solo con curiosidad, sino con una profunda admiración por la estructura majestuosa del lugar.El baño era una maravilla de opulencia, desbordante en su esplendor. Cientos de velas iluminaban suavemente las paredes de piedra, su luz titilante creando una atmósfera cálida y envolvente. En el centro, una monumental bañera de mármol, diseñada para albergar a varias damas, rebosaba con aguas cálidas
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