Lieve miró una ves más el palacio que quedaba atrás con cada paso. Aquellos guardias que las escoltaban no dejaban mucho tiempo a las jóvenes para siquiera procesar el momento que estaban viviendo. Se sentía particularmente nostálgica y decepcionada. Ella nunca fue con la seguridad de ser aceptada, pero iba con esperanzas, por muy tonto que eso sonara. Creía que quizás por primera vez en su vida el destino tendría piedad de ella y le concedería ese deseo, el de poder salvar a su amiga. Ella jamás pidió mucho a la vida, nunca tuvo grandes ambiciones, ni anhelos secretos. Aunque no estaba conforme con su vida, tampoco se la pasaba quejándose de ella. Guardaba ese dolor para sí misma, y sabía que si Jen no hubiera caído enferma, ella aún estaría en el Distrito, sin que por su cabeza hubiese pasado nunca, participar en la selección. Si hace un mes atrás le dijeran que a día actual estaría decepcionada por no ser una de las elegidas, se reiría a carcajadas incrédula. Era increíble como
Lieve estaba más que sorprendida; se sentía pasmada. Sus ojos no podían creer lo que estaban presenciando: Kyros no solo le rogaba que se quedara, sino que se había arrodillado ante ella, tomando sus manos en una súplica ferviente. La intensidad de su mirada dejaba claro el deseo que sentía por su respuesta. —Esto es inaudito —dijo el general Davian, colocando una mano firme en el hombro de Kyros—. Eres el rey, ¿cómo te atreves a arrodillarte ante nadie, y menos ante una plebeya? —Apretó su mano con fuerza, intentando obligarlo a levantarse—. ¡Ponte de pie! Tus soldados te están mirando. ¿Quieres que pierdan todo respeto por ti? A pesar de la severidad del general, Kyros no se inmutó ni apartó la mirada de Lieve. En ese momento, su reputación carecía de importancia; solo deseaba una respuesta de ella. —Ponte de pie —le pidió Lieve, sintiéndose avergonzada, mientras los guardias la miraban con recelo. Sabía que la odiarían por la humillación que estaba causando al rey—. Por favor, n
Uno de los miembros de la servidumbre condujo a Lieve hacia el área norte, donde la dejó en manos de una de las encargadas de cuidar y custodiar a las jóvenes omegas seleccionadas. Le explicó que el general había solicitado su acogida allí, y la mujer siguió la orden al pie de la letra.Al cruzar el umbral, Lieve confirmó que los rumores sobre la vida lujosa de las seleccionadas eran completamente ciertos, y quizás incluso se quedaban cortos. Aquella ala del palacio era diferente a cualquier otra que hubiera visto antes, incluso más hermosa que la que ocupaba el rey. La decoración, sin duda, estaba diseñada para realzar la feminidad y el encanto de sus residentes.Las paredes estaban adornadas con tonos suaves de rosa, lavanda y marfil, creando una atmósfera acogedora y serena. A lo largo de los corredores, enmarcados por molduras doradas, se alineaban las habitaciones de las jóvenes omegas, cada una decorada con flores frescas que desprendían fragancias embriagadoras. Rosales, lirios
Lieve no habló mucho; no necesitaba hacer preguntas. Diana, su dama de compañía, era muy parlanchina y tomó la delantera, explicándole todo sobre la vida en el área de las seleccionadas. Desde que había tocado su puerta, casi veinte minutos atrás, Lieve no había podido pronunciar una sola palabra. Diana le contó que a cada seleccionada se le asignaba una dama de compañía durante su estadía. También le explicó que las lecciones eran impartidas por especialistas en etiqueta y modales, a menudo hijos de nobles que se encargaban de entrenar a las jóvenes omegas. Todo esto debía completarse en un plazo de dos semanas, ya que después se llevaría a cabo la tercera fase de la selección, un gran baile donde las omegas serían presentadas. Durante la noche, bailarían e interactuarían con los alfas que también buscaban pareja. Al final de la velada, cada alfa elegiría a una joven, aunque no lo haría directamente, sino a través de la jefa de las institutrices. A Lieve no le sorprendió esta infor
Después de aceptar la sugerencia de Diana, Lieve se propuso recordarlo siempre, estar atenta a cada uno de sus movimientos a partir de ese momento. Aunque no sabía hasta qué punto se vería arrastrada a situaciones contradictorias, decidió mantenerse al margen durante el tiempo que estuviera en el palacio. La discreción sería su mejor aliada, al menos mientras las aguas se calmaran.Recogió su cabello en una alta coleta, el cabello blanco cayendo en mechones ordenados, y, siguiendo a Diana, ambas salieron del vestidor en dirección a la zona de los baños. Al llegar, Lieve no pudo evitar mirar, no solo con curiosidad, sino con una profunda admiración por la estructura majestuosa del lugar.El baño era una maravilla de opulencia, desbordante en su esplendor. Cientos de velas iluminaban suavemente las paredes de piedra, su luz titilante creando una atmósfera cálida y envolvente. En el centro, una monumental bañera de mármol, diseñada para albergar a varias damas, rebosaba con aguas cálidas
Las omegas intercambiaron miradas cargadas de complicidad, alimentando la intriga de Lieve. Los rumores sobre ella parecían envolver las paredes del palacio, y ahora su curiosidad era más fuerte que nunca. —¿Y bien? —preguntó con los brazos cruzados, dejando claro que su paciencia estaba al límite. —Se dice que el general es el responsable de tu estadía, que él te elegirá y por eso estás aquí, a pesar de no haber pasado la selección. —¿El general? —La sorpresa en su voz era genuina. Había imaginado muchas teorías, pero esa superaba cualquiera de sus expectativas—. ¿De dónde sacan esas tonterías? —Oh, por favor. No intentes negarlo —insistió una de las chicas—. Todas estuvimos ahí el primer día de la selección. Él salió específicamente por ti. Y cuando te desmayaste, fue él quien te llevó en brazos al interior del palacio. No sabemos cómo, pero hay algo entre tú y el general Davian. —¡Por supuesto que no! —El tono exaltado de Lieve dejó a las demás sorprendidas. Había sido más veh
Esa mañana, Lieve despertó con el cuerpo pesado y la mente aún atrapada en el letargo. No había logrado dormir bien la noche anterior, y apenas los primeros rayos del sol se asomaron, Diana irrumpió en la habitación, descorriendo las cortinas con un movimiento decidido que inundó el espacio de luz y perturbó su sueño. —Buenos días, señorita —la saludó con suavidad. —Buenos días —respondió Lieve, incorporándose con lentitud y frotándose los ojos adormilada. Diana avanzó hasta ella, sosteniendo una taza de porcelana de la que se desprendía un aroma relajante. —Le he traído un té aromático de hierbas. Lieve aceptó la taza con una leve inclinación de cabeza. —Muchas gracias. El calor del líquido humeante le despejó los sentidos poco a poco. Mientras lo bebía, el silencio de la habitación le permitió acomodar sus pensamientos. Al levantar la vista hacia Diana, su curiosidad la llevó a preguntar: —¿Hoy tengo algo que hacer? —Sí, señorita. Tomará el desayuno con las demás omegas en
Nota de Autora: Hola, un saludo. Antes de comenzar a leer me gustaría dejar esclarecidos algunos aspectos fundamentales de la trama que deberán conocer para comprender en su totalidad la historia. 1. Las jerarquías que conocemos dentro del género de hombres lobos, serán manejadas de manera diferente en esta historia. Ser Alfa, Beta u Omega, no solo serán rangos sino que serán características de nacimiento que le otorgarán a cada individuo un lugar en la sociedad. 2. Los alfas son la jerarquía menos común, así como los más poderosos, por ende son venerados, respetados y colocados en la casta más alta de la sociedad. Los betas son la jerarquía más común, la mayoría son personas comunes, ciudadanos promedios, uno que otro noble, y servidumbre de palacio. Los omegas son la jerarquía menos apreciada, usualmente nacer siendo uno se podría considerar una maldición, han sido discriminados, alejados de la sociedad y tratados como inferiores. 3. Aunque normalmente este género se maneja con