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31. ESCAPE DE RAQUEL
Estoy inspeccionando los cultivos cuando un joven trabajador llega corriendo hacia mí, con el rostro empapado de sudor y la respiración agitada.—¡Patrón, patrón! Lo están buscando —dice, señalando con urgencia el camino hacia la casa.—¿Quién? —pregunto, intrigado, seguro de que no puede tratarse de Iván Felipe.—Don Noé. Dice que es urgente.Sin perder tiempo, tomo ese rumbo, con una sensación incómoda anidándose en mi pecho. Había pedido que me informaran si surgía algo grave con la manada, pero no esperaba que fuera tan pronto.—¿Qué sucede, don Noé? —inquiero al llegar, mi voz cargada de anticipación.El anciano, resguardado bajo la sombra de un frondoso árbol, me observa con gravedad.—Infortunadamente, algo serio. Raquel se escapó —responde, sus palabras tan pesadas como la tarde sofocante—. Alán ya la buscó por toda la manada e incluso se aventuró al pueblo, pero no la encuentra.—¡Maldición! Lo que me faltaba —gruño mientras paso la mano por mi cabello, echándolo hacia atrás
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32. REGRESA A LA CAMA DE TU MARIDO
Tras terminar la cena, todos pasan al comedor, así que los sigo no queriendo ser el primero en retirarme, menos estando el tal Jaime aqui. Es un compañero de trabajo de Iván Felipe, puede que escuche algo que sea importante.—Sigo algo débil, me retiraré temprano —anuncia Marta con voz dulce pero firme. Su esposo, atento, se pone de pie y le ofrece su mano.—Como quieras, amor. No tardaré mucho —responde con una sonrisa cálida antes de besar delicadamente su mano.El gesto, tan cargado de ternura, me revuelve el estómago. ¿Cómo puede ella, después de haber sido mía, conformarse con otro? Luego pienso en que es algo hipócrita de mi parte tener ese pensamiento, cuando he fantaseado un par de cosas con su hermana.Rebeca. No me ha dado señales claras de que desee que me acerque, pero hay algo en ella, algo que no puedo ignorar. Su aroma cambia sutilmente cada vez que nuestras pieles se rozan, alejándose más del que la asociaba con Marta. La observo mientras sonríe a ese hombre durante
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33. TODO POR LA FELICIDAD DE MI HIJO
—Creo que el día de hoy ha sido un buen augurio para Rebeca —digo, convencida tras haber captado, en más de una ocasión, el disimulado interés del señor Jaime hacia ella.Cada vez que la observo, una punzada de culpa me atraviesa el pecho. Fuí yo quien organizó el compromiso y quien alimentó por años las ilusiones de esa joven para con mi hijo. La veo interactuar con aquel diácono cuya vocación parece pender de un hilo cada vez más fino por la dulzura e inocencia de mi sobrina, pero estoy convencida de que así ese hombre abandonara el camino de la fé, el porvenir social de Rebeca sería mucho más prometedor al lado de su hermano el militar.—Eso espero, prima —dice Leticia mientras avanzamos por el pasillo—. Espero que no desperdicie esta nueva oportunidad. Últimamente, las actitudes de mi hija me desconciertan. Se ha vuelto obstinada, ya no es la muchacha dócil que solía obedecerme sin reservas.No tengo necesidad de mirarla para conocer el rostro de congoja que está poniendo.—No te
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34. SUS OJOS LO BUSCAN A ÉL
¿Cómo pude alguna vez querer convertirla en mi luna?—Sal de aquí, Marta —digo con voz baja y tensa, sin apartar la mirada de la suya—. Antes de que alguien te descubra. Regresa a la cama de tu marido.Una vez dichas esas palabras el olor inconfundible de aquella mujer llega a mí. Lo que sea que le echaron a estas paredes hace que no sepa que tan cerca está o en que dirección, pero en definitiva debe estar muy cerca para poderla captar.—No puedes desechar todo lo que hemos vivido. Me extrañas y pronto te darás cuenta de que mi propuesta es la mejor forma de sacarle provecho a esta situación —dice casi suplicante.Abrir la puerta de la habitación fue suficiente para ahora sí saber con claridad que está al lado derecho del pasillo.—Regresa con tu marido —añado para que Marta salga de mi habitación. No me he decidido aún a atormentar a mi "hermanito", pero en definitiva aprovecharé cualquier oportunidad posible para hostigar a la madre.— ¿Qué es exactamente eso que han vivido? —exclam
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35. NO NECESITAS ARREGLAR SU DOTE
«Solo serán unos cuantos días», es lo que me dije cuando bajé del carruaje en este pueblo alejado de la civilización. Me presenté a mi puesto temporal, una misión que no me encanta, pero es lo mínimo que puedo hacer por uno de los pocos amigos que tengo, reemplazarlo un par de semanas para que tenga tiempo libre tras su boda.Iván Felipe es una de las pocas personas que conozco que no están intimidados por el poder de mi familia ni se pasa el tiempo adulándome. Es una pena, pero no pude llegar a tiempo para su boda, pero buscaré el tiempo para poder visitarlo y presentarle mis buenos deseos. Tengo curiosidad por la famosa Marta, la mujer que describió con tanto cariño en sus cartas y capturó su corazón.Gracias a su fortuna él también fue un hombre muy buscado por las damas en el extranjero, pero al igual que yo, su cabeza no estaba enfocada en eso, sino en el trabajo y sobrevivir al duro entrenamiento. La central de entrenamiento de los cazadores está en Inglaterra, ahí fuimos reclut
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36. UN MATE HUMANO
Es frustrante, tan malditamente frustrante que ya no sé que hacer con esta ira que llena mi pecho. ¿Gritar? ¿Llorar? Ja, no, llorar no, eso es tan poco productivo, no lloraré delante de él, parecería una débil humana. Puedo llorar, pero nunca delante de otra persona, tengo orgullo.Tomo mi ropa del suelo y corro como loca por algunos metros antes de decidirme a liberar mi parte lobuna. ¡Raquel, muchacha impulsiva! ¡Ya verás como te calmas cuando crezcas! ¡Cuando tengas pareja! Eso es lo que todos dicen. Sandeces, todos dicen sandeces, hasta mi Alfa.Una lágrima, traidora y silenciosa, se desliza entre mi pelaje miel. No la detengo. Corro hasta que las fuerzas me abandonan, hasta que el cansancio es un alivio y el cielo estrellado me ofrece su consuelo. Esta noche descansaré bajo las estrellas, como en los viejos tiempos, antes de acostumbrarme a las comodidades del caserío. El canto de los grillos y sapos arrulla mi noche, mientras el ulular de un búho me recuerda lo lejos que estoy d
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37. EL DIABLO LO ESTÁ TENTANDO
Levanto la cabeza, dejando que la luz de la luna bañe mi rostro mientras trazo mi plan.—Tal vez no pueda cazarla esta noche, pero al menos localizaré su habitación. Luego volveré por ti —murmuro, con la mirada fija en el imponente portón de hierro, flanqueado por muros de piedra que ella acaba de cruzar. Esta es una construcción normal, aquí su olor no se diluye con facilidad.El pueblo parece increíblemente seguro para un lycán en la noche. No hay casi iluminación, así que puedo ver y moverme mejor que cualquier humano, aunque son pocos los que están por fuera. Solo las personas que ellos llaman de dudosa reputación lo están, así que despreocupadamente corro a la máxima velocidad que me ofrecen mis patas y regreso a aquella hacienda.Hace mucho que no me sentía tan viva, tan impulsada por algo. Tal vez esa emoción me hizo bajar la guardia. Superé a los guardias con sigilo y amedrenté a un perro para que no ladrara, todo parecía ir según lo planeado. Pero, a medida que me acerco a la
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38. LA VERDADERA TENTACIÓN
Es ya muy tarde cuando regreso al convento. La campana de la entrada suena con un eco pesado, como si reprochara mi tardanza. La monja que abre el portón me observa con una mirada severa, pero no dice nada. Con un leve saludo, avanzo directamente hacia mi habitación, ansioso por el refugio de la soledad. Allí espero encontrar el espacio necesario para calmarme y meditar.Jamás había librado una batalla tan feroz contra mis propios deseos.Aflojo mis ropas con manos temblorosas y saco del bolsillo la camándula que me acompaña desde la niñez. Me arrodillo frente al Cristo de madera que cuelga sobre la pared, la única figura que parece mirar más allá de mis pecados. Cierro los ojos y oro. Oro con un fervor que desgarra mi alma, buscando una guía, una luz que deshaga el nudo que atenaza mis pensamientos y emociones. No dudo de mi fe, jamás, pero mi vocación... esa es otra historia. Tras recitar las plegarias habituales, me entrego a una conversación sincera con Dios.—Ayúdame, señor. Est
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39. SI SOY UN DEMONIO, QUE VALGA LA PENA EL SACRIFICIO
Lleva un par de horas durmiendo. Lo observo en silencio, analizando cada línea de su rostro. Por primera vez en mi vida no estoy segura de cómo proceder. No es porque sea humano, sino por el tipo de humano que es. Hay algo en él que desafía mi instinto, algo que lo hace único y desconcertante.Mientras tanto, mi habilidad de recuperación trabaja incansable. La herida, que antes era notable, ahora parece un simple arañazo, algo insignificante. Pero lo verdaderamente importante no está en mi cuerpo; Está en cómo convencer a este hombre de que me pertenece. De que no hay cabida en su mente, ni en su vida, para esa tal Rebeca. Sin embargo, sé que en mi forma de lobo no lo lograré. Así que inicio mi transformación, lenta, cuidadosa, dejando atrás mi pelaje y adaptándome a mi piel humana.Su piel, clara y cálida, contrasta con la mía. Su cabello castaño, lacio y corto, junto a esa barba meticulosamente cuidada, refuerza la imagen de un hombre íntegro, estable. Eso dicen todos en la manada:
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40. ME IMPRIMÉ
—¿Por qué soy presa del demonio? —pregunta minutos después, su voz cargada de una mezcla de culpa y desconcierto, mientras intenta detener los pensamientos que parecen consumirlo.Se ve tan adorable, tan indefenso, que me resulta imposible no sonreír. Su fragilidad despierta en mí algo inesperado, un deseo feroz de protegerlo, de reclamarlo. Soy una omega; ser fuerte, líder y protector no es lo mío. Pero con este hombre, no tengo opción. Su vulnerabilidad me exige algo más profundo. De un solo movimiento, los botones de su camisa vuelan, dejando al descubierto su pecho.—Ya te dije que no soy un demonio —murmuro mientras me inclino sobre él, mis labios rozando la piel cálida y firme de su pecho. La tensión en sus músculos se intensifica bajo mi toque, como si mi presencia le desafiara y le tentara a la vez—. Seré tu compañera, tu mujer, por el tiempo que nos queda en este mundo.—Eres un demonio o he enloquecido... no hay más opciones —responde, sin apartar los ojos de mis movimientos
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