—¿Sí, diga?—¿Jofrey?—¡Sí, señor Emmett! — contestó el otro al darse cuenta de quién le hablaba.Jofrey era uno de los perros falderos de Emmett Wolf, el mandadero, el tipo al que Emmett llamaba para hacer su trabajo sucio, su mejor sujeto, aunque no lo admitiera.—¿Me enviaste toda la investigación sobre los Lennox que te pedí? — preguntó de forma altanera mientras revisaba por quinta vez el material del folder.—¡Sí, señor! Por supuesto, todo lo que me pidió — aseguró con vehemencia, sabía que el viejo Wolf no era hombre de aceptar errores, ni de perdonarlos tampoco. Era peligroso.—Evidentemente, no está todo aquí — insistió lanzando el folder contra la pared.—Señor, le juro que se lo envié completo — dijo con exceso de cuidado.—Entonces no investigaste en profundidad, estoy seguro de que faltan datos.—Señor, le aseguro que levanté piedras para conseguir todo lo que está en el informe, los Lennox no son del tipo de gente que deje migas de pan para seguir, son una familia muy re
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