123. La caricia
Heinz quedó embelesado con el rostro que tenía frente a él, aquella que siempre había considerado única, etérea, pero que ahora era una realidad tangible a su tacto. Los ojos de Ha-na, rasgados y profundos, lo observaban con una mezcla de deseo y fervor, como si lo llamara, nada más con esas perlas negras. Eran de un tono marrón oscuro, como la tierra mojada después de la lluvia, y reflejaban un sinfín de emociones que lo atrapaban en su intensidad. Su nariz delicada, perfectamente equilibrada en el centro de su rostro, acentuaba la armonía de sus rasgos asiáticos.Y esos labios que había imaginado tantas veces, pero ahora estaban allí, tan cerca, entreabiertos y suaves, como si aguardaran un beso que él estaba dispuesto a dar. La forma en que la luz tenue de la sala jugaba con su piel impecable, tan tersa y suave bajo sus dedos, lo hacía perderse aún más en ella. Sus pómulos altos y definidos le daban un aire de fortaleza, pero también un toque de fragilidad que lo hacía querer proteg
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